Extendida hasta más allá de donde llega el ojo humano, plena de sol, siempre hormonalmente joven
aunque asentada en más de medio siglo de historia, Villa Gesell late sin pausa en una temporada que
ya anticipa batir todos las marcas en cantidad y calidad de consumo turístico.
El intendente Jorge Rodríguez Erneta no dudó en adelantar que las
proyecciones menos ambiciosas superan un incremento del 30 por ciento respecto de los visitantes
que la villa recibió el año pasado. Se apoyó en que, sólo en los dos últimos días de 2007,
arribaron a la ciudad 600 micros, es decir más de 30 mil personas.
Gesell ya nunca volverá a ser aquel pequeño refugio hippie de los 60,
con jóvenes vanguardistas dando cátedra sobre cómo vivir el sexo libremente, o compartiendo un
cigarrillo de fabricación artesanal, ritualmente, en una ronda de piernas cruzadas, sobre la arena.
Siempre joven. Pero Gesell es y será siempre joven, con un toque irreverente,
sensual, paraíso terrenal para experimentar el desafío del verano.
Desde aquella mítica villa fundacional hasta este rebosante 2008, Gesell
creció por cien veces, pero siempre creció, mal que mal, igual a sí misma. La Villa se fue
modelando con familias jóvenes y también con adultos mayores, pero el corazón que le da su energía
vital, que define la estética del espacio público, sigue estando en los miles y miles de pibes de
entre 17 y 26 años que la toman como propia, año tras año.
“Cada día, son dos días en uno: la mañana, paz total, la tarde, un
despelote”, define Fabián “Pachi” Najurieta, bañero de profesión que lleva 18
años consecutivos en la Villa. Y que este año tiene a cargo el balneario Eliseo, a pasos del pleno
centro de Gesell. Por la mañana, la playa vive la calma familiar y partir de las 3 de la tarde
desembarcan los grupos de chicos. “Tenés que agudizar el ojo, intervenir con más severidad en
el tema prevención. A la mañana vos hacés un gesto, das una indicación y enseguida te hacen caso, a
la tarde, los grupos de chicos son más zarpados”, explica Pachi, oriundo de Villa Ballester.
Entre los hábitos playeros de los chicos, en Gesell, ya no domina como
en los años 80 la guitarreada donde la canción “Ojalá”, de Silvio Rodríguez, era el
máximo estandarte. Sí perduran, en cambio, el tradicional fútbol de pies descalzos y el vóley
mixto, todo el tiempo condimentado por una atmósfera musical que los distintos paradores propalan,
en abierta disputa de clientelas.
La música es por lejos el principal consumo cultural de los jóvenes
argentinos, de punta a punta del territorio nacional.
Además, y como novedad, proliferan la estrategia de la
“heladerita” de telgopor, ya no como plan de alimentación familiar. Ahora, de plástico,
en manos de grupos de jóvenes, van cargadas de bebidas, muchas veces alcohólicas. Una práctica,
“desaconsejada”, por otros jóvenes, en este caso policías de la Bonaerense, que de
pantalones cortos azules, zapatillas, gorrita y remera blanca, recorren la arena tratando de
persuadir.
“Tratamos de desalentar el consumo de alcohol, de evitar posibles
peleas, de garantizar la convivencia pacífica entre todos”, explicó Martín Fernández, un
agente afectado a la zona del Paseo 105 y playa, espacio habitualmente copado por jóvenes.
El verano en la Villa (y en toda la costa), como nunca antes, se
anticipó a la llegada de 2008. “Tuvimos el mejor diciembre de la historia”, reconoció
Verónica, a cargo de las relaciones públicas de La Jirafa, el bar más antiguo de Gesell, fundado en
1961, según aseguran desde el remozado boliche de la calle 3. Parece que los argentinos se van
alejando de la otrora “intocable” megarreunión familiar del 31 a la noche. Y anticipan
vacaciones.
Gesell, hoy una gran ciudad que les hace un lugar a todos, mantiene en
la juventud, divino tesoro, el núcleo duro de una narrativa que la hizo famosa, y única.