La muerte de Kenya, la elefanta africana que había sido trasladada desde Mendoza al Santuario de Elefantes de Brasil, generó conmoción y tristeza entre quienes siguieron de cerca su largo proceso de preparación, viaje y readaptación. El fallecimiento se produjo en las primeras horas de este martes, luego de varios días de seguimiento veterinario intensivo.
Según informó el propio Santuario de Elefantes de Brasil, Kenya murió acompañada por sus cuidadores, que permanecieron junto a ella durante toda la noche previa. “Después de varios días sin mostrar señales de que ella estuviera acostada, Kenya finalmente se acostó anoche. Parecía haberse instalado y su respiración se volvió más fácil”, comunicó la institución.
Sin embargo, al amanecer la situación se agravó. El santuario relató que su respiración se alteró y que la elefanta emitió “una suave trompeta de cachorro” antes de morir “rápido y en silencio”. Kenya era el último ejemplar de elefante africano que permanecía en cautiverio en la Argentina, y su historia había despertado una fuerte expectativa tanto en el país como en Brasil.
Días de cuidados intensivos
Durante sus últimos días, Kenya estuvo bajo vigilancia permanente del equipo veterinario y de cuidadores del santuario. El sábado previo a su muerte, los especialistas detectaron cambios en su respiración, un signo de alarma en la fisiología de los elefantes. “Los elefantes suelen enmascarar enfermedades, por eso iniciamos inmediatamente el tratamiento con antibióticos”, explicaron desde el refugio.
Además, recibió medicación para aliviar dolores articulares, una consecuencia de las décadas de cautiverio que había atravesado. A lo largo de esas jornadas se realizaron controles clínicos, extracciones de sangre y terapias complementarias. El equipo destacó que Kenya colaboraba activamente con los tratamientos, inclinándose para facilitar la aplicación de medicamentos en las patas.
Entre los síntomas que generaban preocupación figuraban la falta de interés por algunos alimentos, el cansancio y la negativa a acostarse, una conducta frecuente en elefantes que sienten dolor o temor a no poder incorporarse nuevamente. “Cuando un elefante deja de acostarse, puede ser por miedo a no poder levantarse de nuevo”, precisó el santuario.
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El lunes se reforzó el tratamiento con un antibiótico de amplio espectro y se colocó un catéter intravenoso para administrar líquidos y medicamentos de difícil suministro, además de terapias de nebulización por problemas respiratorios y sesiones de láser para aliviar las articulaciones. Tras una última ronda de cuidados, el equipo permitió que Kenya eligiera si permanecer bajo techo o salir a un espacio abierto. Horas después llegó el desenlace.
El santuario anunció que se realizará una necropsia, cuyos resultados estarán disponibles en los próximos meses, y que se prepara un espacio de descanso para Kenya, cerca de Pupy, otro elefante con el que había comenzado a vincularse desde su llegada.
El traslado que marcó un hito
Kenya había arribado al Santuario de Elefantes de Brasil en julio de 2025, luego de un proceso de preparación que llevó siete años. El operativo implicó evaluaciones sanitarias, permisos internacionales y un entrenamiento basado en refuerzo positivo, diseñado para reducir el estrés durante el traslado.
La salida desde el Ecoparque de Mendoza se concretó el 9 de julio, en coincidencia con el Día de la Independencia. El viaje recorrió unos 3.600 kilómetros, atravesó la frontera por Misiones y se completó en cinco días, con acompañamiento permanente de cuidadores y veterinarios del santuario. Kenya fue transportada en un contenedor especialmente diseñado, bajo normas CITES y con controles constantes para preservar su bienestar.
“Kenya va a poder estar con otros de su especie, oler pasto húmedo y fresco, rascarse contra un árbol y moverse con libertad”, había señalado entonces Ignacio Haudet, director de Biodiversidad y Ecoparque de Mendoza. Desde la Fundación Franz Weber, Leandro Fruitos remarcó que el traslado puso fin a “136 años de cautiverio de elefantes en la Argentina”.
En el santuario, ubicado cerca de Cuiabá, en el estado brasileño de Mato Grosso, Kenya pasó sus últimos meses en recintos abiertos, con atención veterinaria permanente y la posibilidad de socializar.
“El fallecimiento de Kenya cierra una etapa y deja una huella profunda”, expresaron desde el Santuario de Elefantes de Brasil. “Puede que nos haya dejado físicamente, pero siempre estará en nuestros corazones”.