Un equipo de submarinistas halló en los restos de un navío en el fondo del mar
Báltico treinta botellas de lo que se cree que es el más viejo champaña aún bebible en el mundo, un
Veuve Clicquot que podría haber enviado Luis XVI hacia 1780 a la corte imperial rusa.
El sensacional descubrimiento de este vino espumante bicentenario, que aún tiene
efervescencia en el interior de la botella y con “un sabor fabuloso” según una enóloga
que lo probó, fue hecho a 55 metros de profundidad en las costas de las islas Aaland, un
archipiélago situado a medio camino entre las costas suecas y las finlandesas.
“Estamos en contacto con el fabricante de este champagne Moët &
Chandon y es seguro en un 98% que se trata de un Veuve Clicquot”, declaró Christian Ekström,
jefe del equipo de submarinistas que hicieron este descubrimiento.
“Hay un ancla en el corcho y (Moët & Chandon) me dice que es el único
en haber utilizado este emblema” en la región de Champaña (este de Francia), explicó.
El hallazgo se hizo el 6 de julio, pero el equipo mantuvo el secreto hasta
ahora. Hay al menos unas treinta botellas en el fondo del mar Báltico, lo que les permitió pasar
dos siglos en condiciones de conservación óptimas: ausencia de luz y temperatura fría
constante.
“La visibilidad es muy mala, apenas un metro. No logramos encontrar el
nombre del navío, ni una campana. Pude subir una botella para encontrar una fecha”, relató
Christian Ekström.
"Según nuestros archivos la botella es de los años 1780. Veuve Clicquot comenzó
su producción en 1772 y las primeras cosechas fueron fermentadas durante diez años por lo que no
puede ser de antes de 1782. Tampoco puede ser de después de 1788-1789 cuando la Revolución francesa
paralizó la producción", indicó.
"Si fuese en efecto de esta manera, serían las primeras botellas producidas" del
célebre champán, subrayó.
La botella, sin etiqueta, fue fabricada a mano y sobre el corcho figura la
mención "Juclar", de los lagos de Andorra. "El vino es absolutamente fabuloso. Aún hay burbujas
lindas y finas", explicó Ella Grüssner Cromwell-Morgan, una enóloga de Aaland a quien Ekström pidió
que probara el precioso néctar tras el descubrimiento. l (Reuters)
Carísimo. Si realmente se trata del vino de Luis XVI, las botellas podría costar
millones de dólares.