San Salvador gozó ayer de un día radiante, con 33 grados centígrados, tras una noche y madrugada de lluvia pertinaz que no intimidó a los miles de obispos, sacerdotes y monjas salvadoreños y extranjeros, vestidos con sotanas blancas, estolas rojas y sombreros de paja para protegerse del sol, que entraron en procesión ayer a la mañana entre cánticos religiosos para recordar la vida y muerte del arzobispo Oscar Romero en el templete levantado en la plaza Salvador del Mundo, en cuyo centro se erige un monumento de 18 metros de altura que sostiene un globo terráqueo con la imagen del Divino Salvador del Mundo, patrono del país.
Los fieles de la nación centroamericana de más de seis millones de habitantes comenzaron a dejar de ver las pantallas gigantes y miraron con sorpresa hacia el cielo que se iluminó con el halo. “¿Será un mensaje de Dios?”, se preguntó Teresa Peralta.
Los gritos de los vendedores ambulantes resonaban en la avenida: unos ofrecían agua, comida, sombrillas para protegerse del sol y otros se acercaban con llaveros y camisetas con la imagen del beato Romero o con textos de sus homilías. El arzobispado capitalino y la Fundación Romero montaron lugares de venta con artículos más elaborados, como separadores de libros, rosarios, la biografía del arzobispo e incluso estampas con la “Oración para pedir un favor por intercesión del beato Oscar Romero”. La Iglesia pidió que quienes hayan recibido favores de Romero lo notifiquen en busca de un milagro que permita la canonización.
“Lo que parecía imposible se hizo posible, monseñor Romero mártir por amor a los pobres, bendición para El Salvador y el mundo”, afirmó en Twitter el presidente de El Salvador, el ex guerrillero Salvador Sánchez Cerén.
“La beatificación llama a los poderosos a la conversión”, dijo el procurador de Derechos Humanos David Morales.
La derechista Alianza Republicana Nacionalista, creada por los asesinos de Romero, publicó ayer una página completa en la prensa local en la que sostuvo: “Nos unimos a la celebración de la Iglesia Católica en la beatificación de monseñor Romero, compartiendo su mensaje de reconciliación y defensa de la vida para que los salvadoreños vivamos como hermanos”.
El local Diario de Hoy publicó en un pequeño recuadro que en un comunicado, las pandillas anunciaron que no realizarán ninguna acción violenta para no empañar la ceremonia de beatificación y que en las próximas 72 horas harán esfuerzos para evitar que se susciten hechos de violencia para demostrar que le tienen respeto a la investidura que tendrá la figura de Romero.
“Por poco y no venimos, casi nos deja el avión, pero estábamos destinados a estar en esta beatificación”, expresó el salvadoreño Esteban Aguilar que llegó la víspera desde Fresno, California, donde vive desde hace 20 años.
Sentado en la acera y tomando café bajo los primeros rayos del sol, Andrés Valiente, de 73 años, recordó sus épocas de sindicalista de la industria metalúrgica cuando le pedía a su esposa Genoveva todos los domingos que prendiera la radio para escuchar las homilías de monseñor Romero. “El era un obispo que no solamente predicaba desde el púlpito. El iba a las comunidades y hablaba con los campesinos y trabajadores de la ciudad. De verdad, yo lo extraño”.
María Lilian Benítez de Santos, de 74 años, caminaba sola con un cartel con la foto de Romero. La mujer marchaba sin importarle la lluvia y con mucha fe. “Estuve cuando el entierro (de Romero) y yo he estado esperando que el Vaticano digan que en santo, pero él ya era santo antes que lo mataran”.