Un pasajero estadounidense a bordo del vuelo que se estrelló anteanoche tras despegar del norte de México dijo ayer que una fuerte ráfaga de viento y granizo golpeó al avión de Aeroméxico, aparentemente tirándolo al suelo, donde se arrastró por un campo antes de detenerse. Los 103 ocupantes tuvieron apenas unos minutos para evacuar la aeronave antes de que se incendiara.
Alberto Herrera, de Chicago, describió los momentos aterradores que vivieron pasajeros y tripulantes cuando el avión se elevó brevemente antes de desplomarse en un campo más allá del límite de la pista.
"Empezábamos a ganar velocidad y tan pronto como comenzábamos a despegar de repente el avión tiene problemas y es golpeado por el granizo", dijo Herrera, hablando en inglés. El ingeniero de páginas web, de 35 años de edad, visitó la ciudad de Durango para el bautismo del bebé de su primo.
"Cuanto más entrábamos en la tormenta, más pesado se hacía el granizo y nos llegaba más viento", relató desde su habitación de hotel. "Entonces, de repente, el avión empieza a balancearse y a moverse gravemente, a moverse gravemente y luego golpea contra el suelo". Ambas turbinas se desprendieron. El aparato acabó en posición normal y se activaron los toboganes de evacuación.
El fuego alrededor de las alas eliminó la posibilidad de usar las salidas en esas partes, así que Herrera dijo que se fue hacia una salida trasera y comenzó a ayudar a otras personas a abandonar la aeronave. Muchos caminaron hasta el final de la pista para esperar ahí los vehículos de emergencia.
El gobernador de Durango, José Aispuro, dijo que los 99 pasajeros y cuatro tripulantes lograron salir del avión, pero que el piloto resultó herido de gravedad.
"Alrededor de 49 personas fueron hospitalizadas con lesiones. Algunas tenían quemaduras en un cuarto de sus cuerpos", dijo el portavoz de la secretaría de Salud de Durango, Fernando Ros.
Según Aispuro, se esperaba que todos los ocupantes sobrevivan.
Un sacerdote de Illinois, en los Estados Unidos, estaba en el avión. La arquidiócesis católica de Chicago dijo que el reverendo Esequiel Sánchez sufrió algunas lesiones, pero que estaba alerta y descansando. Aispuro dijo que es demasiado pronto para conjeturar sobre la causa del desplome. Una falla mecánica o un error humano pudieron ser factores, pero el tiempo era desfavorable.
El director ejecutivo de Aeroméxico, Andrés Conesa, describió el día como "muy difícil" y dijo que la reacción oportuna de la tripulación y los pasajeros coadyuvó a la ausencia de muertos.