El apagón que envolvió a la Península Ibérica este lunes, que en algunas zonas se extendió por más de diez horas y en otros casi el doble, fue caótico y estresante para muchos. Pero tuvo un lado positivo: las personas se vieron obligadas a alejarse de sus pantallas y adentrarse en el mundo “real”, conectándose con el presente y entre sí.
Algunos eligieron leer un libro en un parque. Otros salieron a caminar o andar en bicicleta. Y hubo muchos que decidieron matar el tiempo con "cañas y tapas" (cerveza y alguna comida ligera para picar). La mayoría de las terrazas (como llaman los españoles a las mesas de los bares en las veredas) estuvieron repletas durante el día y buena parte de la noche.
En el barrio de Gracia en Barcelona, se vieron varias partidas de ajedrez "callejeras". En Madrid, jóvenes y mayores se reunieron en las veredas para escuchar la radio, la misma que no hace mucho ya era "obsoleta" y se convirtió de repente en un salvavidas. En Sevilla, la gente aplaudía y marcaba el ritmo con los pies al compás del flamenco.
Algunos vecinos hablaron entre sí por primera vez.
En un centro de inspección de vehículos, los empleados colgaron una red y jugaron al vóley. El personal de una fundación sin fines de lucro en el barrio de Embajadores de Madrid sacó mesas a las veredas y propuso a los transeúntes un amistoso juego de preguntas y respuestas. Otros jugaron al UNO en bancos públicos. Se formaron largas filas para recibir helado gratis que los dueños de las tiendas decidieron regalar antes de que el corte de luz los arruinara.
En las vías del tren en medio de la nada, los pasajeros varados practicaron pasos de baile virales mientras esperaban ser rescatados. Personas de toda la península cantaron a capela o tocaron sus instrumentos en la oscuridad.
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El mundo dejó de girar y el tiempo se detuvo. La ansiedad se desvaneció. Hubo aburrimiento, pero también atención plena. Algunos la pasaron mal, es verdad, pero otros aprovecharon el día.
Cuando finalmente se encendieron los faroles de la calle, las multitudes celebraron, gritando y agitando las manos en el aire como si su equipo de fútbol hubiera marcado un gol.
La electricidad había vuelto. Y las notificaciones volvieron a sonar.