El Papa Francisco cerró ayer el Sínodo de la Amazonia con un documento en el que los obispos aprobaron la ordenación como sacerdotes de hombres con un diaconado permanente y casados en las zonas más remotas de la Amazonia, la petición de más ministerios laicos para las mujeres que reconozcan su liderazgo en la Iglesia y la definición del pecado ecológico.
El Pontífice dio ayer las gracias a los obispos de la región amazónica por su “candor” en una cumbre que recomendó ordenar a hombres casados como sacerdotes y otros cambios para ayudar a la remota comunidad católica en Brasil.
Francisco ofició una misa para cerrar semanas de reuniones en el Vaticano sobre las necesidades de los fieles amazónicos. En su homilía, el pontífice no mencionó la votación de los obispos a favor de presionar al Vaticano para que permita ordenar como sacerdotes a hombres casados en circunstancias especiales.
Un día antes, Francisco dijo a los obispos que reuniría sus conclusiones en un documento que esperaba escribir antes del final de año. Permitir la ordenación de hombres casados en zonas remotas de la Amazonía donde hay una gran escasez de sacerdotes sería un golpe en la casi milenaria política de la Iglesia católica de imponer el celibato a los sacerdotes.
En su homilía ante la jerarquía episcopal que este sábado votó el documento final que servirá al Papa para escribir una nueva exhortación apostólica, dijo que “también los cristianos que rezan y van a misa el domingo están sujetos a esta religión del yo”. Francisco lamentó que las voces de los pobres sean “objeto de burlas” o “silenciadas” en la Iglesia al criticar la puesta en práctica de lo que definió como la “religión del yo” entre los católicos que olvida que “el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo”. Así se pronunció el Pontífice durante la misa de conclusión del Sínodo de la Amazonia en la que los representantes de los pueblos indígenas ocuparon los primeros bancos.
“La religión del yo sigue, hipócrita con sus ritos y “oraciones”, olvidando que el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo --denunció el Pontífice--. Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque sólo sea con palabras. Recemos para pedir la gracia de no considerarnos superiores, de creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en cínicos y burlones. Pidamos a Jesús que nos cure de hablar mal y lamentarnos de los demás, de despreciar a nadie: son cosas que no agradan a Dios”. “Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque sólo sea con palabras”, instó.
“Cuántas veces, también en la Iglesia, las voces de los pobres no se escuchan, e incluso son objeto de burlas o son silenciadas por incómodas”, lamentó el Papa.
De este modo, Francisco denunció actitudes que consideran “inferiores y de poco valor” a los demás y desprecian “sus tradiciones”, borran “su historia”, ocupan “sus territorios” y usurpan “sus bienes”. “¡Cuánta presunta superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación! Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana Tierra: lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonia”, dijo el Papa.
Francisco dejó claro que rezar es dejar que Dios mire a las personas “por dentro, sin fingimientos, sin excusas, sin justificaciones” ya que, según advirtió, “del diablo vienen la opacidad y la falsedad, de Dios la luz y la verdad”. De este modo, insistió en que “la raíz de todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos, es creerse justos”. “Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera de casa”, afirmó.
“¡Cuántas veces vemos que se cumple esta dinámica en la vida y en la historia! Cuántas veces quien está delante, como el fariseo respecto al publicano, levanta muros para aumentar las distancias, haciendo que los demás estén más descartados aún”, argumentó. Así, advirtió que mientras la oración de quien presume ser justo se queda en la Tierra, aplastada por la fuerza de gravedad del egoísmo, la del pobre sube directamente hacia Dios. “El sentido de la fe del Pueblo de Dios ha visto en los pobres ”los porteros del cielo”. Ellos son los que nos abrirán, o no, las puertas de la vida eterna; precisamente ellos que no se han considerado como dueños en esta vida, que no se han puesto a sí mismos antes que a los demás, que han puesto sólo en Dios su propia riqueza. Ellos son iconos vivos de la profecía cristiana”, dijo.
Francisco subrayó que la Iglesia pudo poner el foco en la Amazonia y en sus habitantes en “la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores”. Y, sin embargo, aun en esta situación, muchos testimoniaron que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para explotar sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios.