El senador demócrata Bernie Sanders y el magnate republicamo Donald Trump ganaron ayer las elecciones primarias de New Hampshire, según las proyecciones de todos los medios estadounidenses. El magnate republicano lidera en los primeros recuentos con casi 20 puntos de diferencia con respecto al segundo, John Kasich. En el bando demócrata, Hillary Clinton queda a más de 10 puntos abajo.
El republicano Trump, quien nunca había votado en unas elecciones primarias del Partido Republicano, se reivindica como figura central en el proceso para elegir al sucesor del demócrata Barack Obama en la Casa Blanca. Sanders, que se sienta como independiente en el Senado de Estados Unidos, demuestra su capacidad para plantar cara a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, favorita en los papeles para la nominación en el Partido Demócrata.
La victoria de Trump y Sanders es el triunfo de dos políticos atípicos en sus partidos. Ideológicamente y en la forma tienen muy poco que ver, pero los dos recogen el descontento de los estadounidenses con el statu quo, con "Washington". El resultado en New Hampshire, un Estado de 1,3 millón de habitantes en el noreste de EEUU, refleja el carácter excepcional de esta campaña. Las élites de los partidos demócrata y republicano tienen serias dificultades para frenar el ascenso de los aspirantes heterodoxos.
Los dos ganaron un importante apoyo de los votantes que se sintieron traicionados por sus respectivos partidos y no están satisfechos (o directamente están enojados) con el gobierno federal.
En New Hampshire, Trump se resarce de la derrota en los caucus (asambleas electivas) de Iowa, la semana pasada. Iowa abrió el proceso de caucus y primarias que se prolongará hasta junio y que servirá para que los estadounidenses elijan al demócrata y al republicano que se enfrentarán en las presidenciales del 8 de noviembre.
Hace un año hubiera sido inimaginable pensar que Trump, un magnate de la construcción y los casinos, estrella de los reality shows, y proclive al insulto y al exabrupto xenófobo, ganase las elecciones primarias de New Hampshire. Que su victoria, anticipada en los sondeos, no sea una sorpresa indica hasta qué punto cambió el panorama eleccionario.
A Trump lo impulsó en New Hampshire el voto de los ciudadanos preocupados por los inmigrantes ilegales, la agitación económica incipiente y la amenaza de un ataque terrorista en los Estados Unidos.
New Hampshire no cierra el cisma en el Partido Republicano entre el ala del establishment y el ala díscola. El problema de los candidatos preferidos por las élites del partido es que son demasiados y dividen el voto. Trump confía en consolidar su posición con victorias en los Estados sureños que votarán en las próximas semanas.
Lo más sorprendente entre los republicanos, sin embargo, es el hundimiento sin paliativos de Marco Rubio, al que muchos esperaban ver alzarse con un segundo puesto a una distancia relativamente corta de Trump. En lugar de eso, Rubio ha confirmado las peores expectativas sobre sus habilidades políticas, en parte debido a su catastrófica actuación en el debate republicano del sábado. Los resultados también confirman la tremenda división del ala del centro de ese partido, que cuenta con tres candidatos, John Kasich, Jeb Bush y el gobernador de Florida, Chris Christie, que, juntos, suman tantos votos como Trump.
Los demócratas tampoco la tienen más fácil. La última vez que concurrió a unas primarias, en 2008, Hillary Clinton ganó en New Hampshire, tras haber perdido en los caucus de Iowa, aunque finalmente fue Barack Obama quien se hizo con las primarias y ganó la Casa Blanca para el partido. Esta vez ha ocurrido al revés. La ex secretaria de Estado casi empató con Sanders la semana pasada y ahora ha quedado segunda, pero en la carrera de fondo sigue siendo la favorita.
Asesores de Clinton dijeron que estaban especialmente preocupados por el escaso apoyo de las mujeres. La estrategia de Clinton depende de vencer a Sanders con el voto de ellas y la atracción de un gran número de votantes de las minorías, los hispanos en Nevada y los afroamericanos en Carolina del Sur, Estados que siguen en la agenda de las primarias a finales de este mes.
"Una gran victoria en Nevada es realmente importante para Clinton, ella podría mostrar que representa la cara cambiante de Estados Unidos", dijo Jim Manley, un patrocinador Clinton y ex asesor del senador Harry Reid, el líder de la minoría.
Sanders llegó con viento a favor en New Hampshire. Aunque creció en el distrito de Brooklyn, en Nueva York, fue alcalde de Burlington, en el Estado vecino de Vermont, en los 80, y senador por ese Estado desde 2006. Su cantidad de votantes aumentó en los últimos meses a lomos del descontento de la clase media, cada vez más alejada del 1 por ciento de la élite económica del país, y por el empuje de un gran número de jóvenes volcados en la campaña.
Aun así, en EEUU, la posición de Sanders no deja de ser heterodoxa (mano dura contra la banca y Wall Street, impulso a la sanidad y la educación universal y gratuita, especialmente, por manifestarse sin complejos como "socialista", ya que en el imaginario americano el término se suele asociar al comunismo. Esto lleva al precandidato a aclarar que es un "socialista demócrata", es decir, un socialdemócrata.
Cuando la campaña viaje al sur y al oeste, probablemente Clinton recuperará terreno. Aun así, el empuje de Sanders y el discurso de Clinton desde que arrancó la campaña en 2015 reflejan en todo caso una inclinación del Partido Demócrata hacia la izquierda.