Chile elegió este domingo a su futuro presidente: José Antonio Kast, abogado de 59 años, líder del Partido Republicano, de extrema derecha, que obtuvo un 58,6% de los votos, con el 83% escrutado. Su contrincante en esta segunda vuelta, la comunista Jeannette jara, abogada de 51 años, candidata de la izquierda, alcanzó un 41,3%, el peor resultado que haya tenido el progresismo desde el retorno a la democracia en 1990.
El triunfo supone la llegada del primer dirigente que no ha tomado distancia de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) a La Moneda, donde sucederá a Gabriel Boric, referente de una nueva izquierda, que dejará el cargo con 40 años.
El triunfo de Kast no solo afianza el giro conservador del país, también de gran parte de América del Sur, y pone a prueba la institucionalidad de Chile en la medida en que es una incógnita el grado de brusquedad en sus políticas que quiera aplicar Kast a partir del 11 de marzo.
Jara ha reconocido rápidamente la derrota: “La democracia habló fuerte y claro. Me acabo de comunicar con el presidente electo José Antonio Kast para desearle éxito por el bien de Chile”, escribió la candidata de la izquierda, que llamó a Kast para felicitarlo. “A quienes nos apoyaron y fueron convocados por nuestra candidatura, tengan claro que seguiremos trabajando por avanzar en una mejor vida en nuestra patria. Juntos y de pie, como siempre lo hemos hecho”, agregó la abanderada del oficialismo de Boric.
El presidente electo chileno ganó de la mano de los otros dos sectores importantes de la derecha -la histórica y la ultra del Partido Libertario-, y lo hizo holgadamente, como preveían las encuestas, con 17 puntos de distancia frente a Jara. Prometió orden y seguridad ante las principales preocupaciones de los chilenos, la delincuencia y la migración irregular.
El resultado de las elecciones constata que Chile ya no se explica según los bandos del plebiscito de 1998, cuando en las urnas los chilenos rechazaron la continuidad de Pinochet. El país andino ha dejado atrás la división entre el Sí y el No de aquel referéndum, es decir, entre dictadura y democracia, victimarios y víctimas, que ha ordenado el mapa político chileno en los últimos 35 años.
Hoy en día, Chile se entiende mejor según los bandos que dejó el estallido social de octubre de 2019 y el primer intento de cambiar la Constitución, que fue rechazado en septiembre de 2022 por un 62% contra un 38%: restauración y refundación, que era lo que buscó la izquierda empujada por sectores radicales. Fue un golpe irrecuperable para el Gobierno de Boric que iniciaba su primer año de mandato.
Es la primera vez que llegará a La Moneda un presidente de extrema derecha, nostálgico del pinochetismo. Desde el retorno a la democracia, en dos ocasiones gobernó el derechista Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022), pero era un rara avis en su sector político: había votado por el No a Pinochet en el plebiscito de 1988, venía de una familia democristiana -que en Chile estaba identificada con la centroizquierda- y gozaba de libertad frente a los grupos económicos porque el mismo Piñera era un millonario, aunque de primera generación. En sus gobiernos dio pasos importantes, como cuando habló de "los cómplices pasivos" de la dictadura, en referencia a los civiles que apoyaron el régimen, lo que provocó un terremoto político entre sus aliados.
Kast, en cambio, participó apoyando la opción Sí de aquel plebiscito y durante su vida pública -fue por 16 años diputado del partido de la formación doctrinaria UDI, de la derecha histórica- no ha roto con el régimen de Pinochet: defiende la dictadura (en 2017 dijo que si Pinochet estuviera vivo votaría por él, aunque en 2021 aseguró que cualquier persona que haya violado los DDHH, sea militar o no, no contaba con su respaldo). En esta campaña, su tercer intento, optó por no enfocarse ni en el pasado reciente ni en sus posiciones contrarias al aborto, el matrimonio igualitario o en iniciativas que presentó en el pasado como la eliminación del Ministerio de la Mujer. Ha prometido concentrarse en un Gobierno de emergencia.
Llega al poder por cuatro años, hasta marzo de 2030, con la promesa de orden y seguridad, en una sociedad que está preocupada por el aumento de los homicidios -la tasa ha subido al doble en los últimos 10 años, aunque sigue por debajo de la mayoría de los países de Latinoamérica- y nuevos tipos de delitos.
Chile es el sexto país del mundo con más miedo, según el reporte global de seguridad 2025 de Gallup. La ciudadanía tiene más temor que en todos los países latinoamericanos (salvo Ecuador), aunque la mayoría de estos países tienen niveles más altos de inseguridad.