Una guerra regional en Medio Oriente podría desencadenarse en cualquier momento. La alarma suena en todas las cancillerías. Para el prestigioso think tank británico Chatham House, la escalada, de darse, será en Líbano, entre Israel y el grupo extremista islámico Hezbolá. Los combates entre ambos ya se dan desde el inicio de la agresión de Hamás al sur de Israel el 7 de octubre, pero están escalando. Para una analista de Chatham House, EEUU debe hacer todo lo que esté a su alcance para evitar una guerra a gran escala entre Hezbolá e Israel.
Sobre el líder de Hezbolá, jefe Hassan Nasrallah, se recuerda que dirige un ejército de más de 100.000 combatientes dedicados y curtidos en la batalla, equipados con miles de misiles, cohetes y drones armados que pueden alcanzar objetivos en las profundidades de Israel "con precisión milimétrica". Inspira y exige la lealtad de las milicias respaldadas por Irán en todo el mundo árabe. Así que cuando Hassan Nasrallah y Hezbolá, el actor no estatal más poderoso del mundo, dice que no desea ampliar la guerra en Gaza para ayudar a su aliado palestino Hamás, la región debería dar un suspiro de alivio, afirma Chatham House.
Pero las intenciones de Nasrallah por sí solas no son suficientes para evitar una escalada regional. La voluntad de Israel de evitar otra guerra con Hezbolá como la de 2006 también es fundamental. Sin embargo, no se sabe qué piensa el gabinete de guerra israelí ni qué quiere hacer. Hay quienes en el gobierno israelí, incluido el ministro de Defensa, Yoav Gallant, quieren castigar más agresivamente a Hezbolá por su bombardeo de posiciones israelíes, civiles y militares, a lo largo de la frontera. También ven una oportunidad de neutralizar de una vez por todas la amenaza al frente norte de Israel. El primer ministro Benjamín Netanyahu aún no ha llegado a esa conclusión, pero si Gallant y otros amenazan con dimitir por esta cuestión, podría cambiar de opinión.
La preocupación en Washington por las intenciones de Israel es tan palpable que el secretario de Defensa, Lloyd Austin, tuvo que llamar por teléfono a Gallant e instarlo a calmar los ánimos a lo largo de la frontera. Anteriormente, durante las recientes visitas del presidente Joe Biden, Gallant compartió con el secretario de Estado Antony Blinken su deseo de atacar a Hezbolá de forma preventiva. Blinken viajó este lunes a Israel.
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El ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, recibe al secretario de Estado, Anthony Blinken.
El secretario de Estado visitó Israel y le pidió al primer ministro Benjamin Netanyahu que evite infligir “más daños a los civiles” en Gaza. Fue su cuarta gira por la región desde los ataques de Hamás a Israel del 7 de octubre. “El secretario reafirmó nuestro apoyo al derecho de Israel a impedir que se repitan los ataques terroristas del 7 de octubre y subrayó la importancia de evitar más daños a los civiles a la población civil y de proteger las infraestructuras civiles en Gaza”, dijo el portavoz Matthew Miller.
Blinken y Netanyahu también discutieron sobre “los esfuerzos en curso para asegurar la liberación de todos los rehenes” que permanecen en cautiverio en Gaza, y que según un recuento de las autoridades israelíes son cerca de 130. “El secretario reiteró la necesidad de garantizar una paz duradera y sostenible para Israel y la región, incluida la creación de un Estado palestino”, agregó el vocero. Blinken también mantuvo un encuentro con el ministro de Defensa, Yoav Gallant. Gallant le comunicó que “se intensificarán y continuarán” las operaciones israelíes en la ciudad de Jan Yunis, en el sur de Gaza, hasta que se encuentre a los dirigentes de Hamás y se libere a los rehene. Gallant informó a Blinken sobre la evolución de la guerra y señaló los “cambios en las tácticas de combate” de Israel en el norte de Gaza.
La “línea roja” de Hezbolá es que no sea derrotado Hamás en Gaza, pero por ahora eso está ocurriendo La “línea roja” de Hezbolá es que no sea derrotado Hamás en Gaza, pero por ahora eso está ocurriendo
En cuanto a Hezbolá, dentro de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), muchos oficiales de alto rango creen que una guerra en el norte es inevitable, lo que aumenta la probabilidad de un ataque israelí preventivo. Lo último que quiere Biden durante este año, en el que buscará su reelección, es una guerra total entre Israel y Hezbolá que podría arrastrar a Estados Unidos al conflicto y a una confrontación directa con Irán. Esto no sólo será terrible desde el punto de vista estratégico, sino también político. El electorado progresista de Biden ya está ejerciendo una intensa presión para que ponga fin a la guerra de Gaza.
En un intento por disuadir a Hezbolá de lanzar ataques más mortíferos contra el norte de Israel, Biden ordenó el despliegue de una cantidad sustancial de tropas adicionales, así como un portaaviones y otros buques de guerra, helicópteros de ataque y aviones de combate en Medio Oriente.
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El 2 de enero, Israel eliminó al número dos de Hamás, Saleh Arouri, durante una visita que hizo a Beirut, bastión de Hezbolá.
El compromiso de Hezbolá de no intensificar la situación no es definitivo, ni mucho menos. Nasrallah fue claro en sus últimos discursos del 3 y 11 de noviembre. Su línea roja es la destrucción de Hamás como organización militar. Cuanto más se acerque Israel a lograr ese objetivo, más probable será que Nasrallah ordene a sus tropas que ataquen a Israel y amplíen la guerra. Y por ahora la guerra en Gaza corre en un solo sentido: a favor del aplastante poder de las FDI. Hamás no ha dejado de retroceder y perder miles de hombres desde que Israel ingresó a la Franja, el 28 de octubre, y también antes, con los bombardeos que los israelíes iniciaron el mismo 7 de octubre en represalia por la feroz matanza de civiles que perpetró Hamás en el sur de Israel.
Las tensiones a lo largo de la frontera entre Israel y el Líbano ya son altas. Diez soldados y civiles israelíes han muerto, al igual que 70 combatientes de Hezbolá y 10 civiles libaneses. Hezbolá declaró este lunes que alcanzó “el centro de mando de la región norte del ejército” israelí con “varios drones”. Israel mató hace pocos días a un alto mando militar de Hezbolá, que fue sepultado este lunes en una ceremonia con masiva asistencia.
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El jeque Hassan Nasrallah, líder indiscutivo de Hezbolá. Podría desencadenar otra guerra contra Israel, como la de 2006.
El perímetro de enfrentamiento se ha ampliado de una milla a 40 millas (unos 60 km) en cuestión de semanas. Israel ataca duramente desde el aire, mientras que Hezbolá utiliza misiles antitanque rusos para dañar puestos de avanzada israelíes, así como drones para atacar la ciudad de Eilat, a 350 millas de distancia. Es muy incierto si la situación actual en la frontera entre Israel y el Líbano es sostenible. Desde 2006, ambas partes han respetado reglas de enfrentamiento no escritas donde ciertos niveles de confrontación dentro de áreas geográficas bien definidas eran aceptables. Hoy esas reglas están desapareciendo. El ataque de Hezbolá a Eilat desde Siria es una prueba.
Las oportunidades de errores de cálculo y accidentes son altas. En 2006, ni Hezbolá ni Israel querían una guerra, pero terminaron chocando ferozmente durante 34 días. Israel dañó gravemente la infraestructura civil libanesa y desplazó a un millón de libaneses. Hezbolá atacó objetivos civiles y obligó a la evacuación de medio millón de israelíes. El conflicto provocó la muerte de 1.300 libaneses y 165 israelíes. Una nueva guerra eclipsará la de 2006 debido a las mejoradas capacidades militares de Hezbolá.
Irán tiene interés en preservar la “disuasión estratégica" de Hezbolá contra un ataque israelí a su programa nuclear y preferiría que su aliado libanés no se debilitara o desarmara después de una guerra con Israel. Pero Irán no tiene un control estricto sobre Hezbolá. No pudo impedir que Hezbolá lanzara la guerra contra Israel en 2006.