Cuando era pibe Marcelo Márquez pasó muchísimas veces por la puerta de la Escuela Secundaria Nº 432 "Bernardino Rivadavia", el ex Liceo de Señoritas donde se graduó su hermana María Cristina, víctima de la última dictadura. En una de esas ocasiones quiso entrar para preguntar algún dato que le permitiera reconstruir la historia de "Tina", secuestrada y asesinada cuando él aún era un niño. Pero el recuerdo de aquel primer acercamiento a la escuela de calle Oroño al 1400 no es bueno. Por eso cuando se enteró que un grupo de alumnas y alumnos de 5º año habían realizado un trabajo sobre su hermana y lo invitaban a charlar con ellos no lo dudó ni un instante. El encuentro se realizó a fines de julio en un salón repleto de jóvenes para recordar a Cristina, aquella chica portadora de una "rebeldía dulce" que militó en Villa Banana y cuya historia fue rescatada en un proyecto escolar.
"Esta es la primera vez que estoy acá en la escuela, por acá Cristina caminó, jugó y tuvo sus amigas", dijo poquito después de entrar a la Rivadavia, donde docentes, directivos y estudiantes lo esperaban para hablar sobre Cristina "Tina" Márquez, quien cursó cuarto y quinto año en la escuela, y de dónde egresó en 1974, cuando tenía 19 años. Cristina trabajaba en el frigorífico Swift, militaba en la Juventud Peronista y Montoneros y desarrollaba su militancia barrial en Villa Banana. Allí iba con sus compañeros a realizar tareas de alfabetización con los chicos y chicas del barrio. También organizaban jornadas de juego y chocolateadas.
Marcelo tenía 10 años pero recuerda con precisión cómo era su hermana: "Yo la endiosaba por sus actividades, la veía con mucho entusiasmo hacer las cosas que hacía". Se le dibuja una sonrisa pícara cuando cuenta que él era una especie de cómplice de Tina cuando se llevaban de su casa de barrio Agote frazadas o un sol de noche para la villa, porque "ahí iban a ser más útiles". La última vez que Marcelo vio a su hermana fue en mayo de 1976. El 2 de octubre de ese año fue secuestrada en San Nicolás y llevada al Servicio de Informaciones de Rosario. Allí permaneció cautiva hasta que el 17 de octubre —el Día de la Lealtad_ fue sacada maniatada junto a otros seis militantes. Los siete jóvenes _entre ellos, su pareja Daniel Barjacoba— fueron hallados acribillados en un camino rural de la localidad cordobesa de Los Surgentes. Al momento de su asesinato, María Cristina Márquez tenía 21 años estaba embarazada.
Micaela Andreoni tiene 18 años, está en 5º E de la Rivadavia y recuerda que durante el trimestre pasado, en una clase de historia, el profesor Carlos Cárdenas les sugirió la posibilidad de realizar una investigación de campo sobre el pasado reciente. Aprender no sólo de los libros sino de las huellas que pueden encontrarse en la historia en la propia escuela. Así comenzó el proyecto de investigación sobre las alumnas que pasaron por el Liceo Nacional de Señoritas (como se llamaba entonces a la Bernardino Rivadavia) entre 1970 y 1977. Revisaron los legajos escolares de esos años y se toparon con la historia de María Cristina Márquez, su paso por la institución, su militancia y su cruel final como víctima de la Masacre de Los Surgentes.
marquez7.jpg
Foto: Leonardo Vincenti / La Capital
Rebeldía dulce
Pero en el proyecto, la idea era armar el rompecabezas de la vida, gustos, sueños y sensibilidades de esa chica nacida en la Navidad de 1954 y que cursó la primaria en la Pedro Goyena. En el encuentro que tuvieron las chicas y chicos de quinto con Marcelo Márquez, él les contó que a su hermana le gustaba cantar y bailar. Que tenía una "rebeldía dulce", porque así como de los tres hermanos era la que su casa más discutía con su padre Héctor, también era la que después estaba más pegada a él y a sus abrazos. También recordó que disfrutaba mucho de la natación, que era buena en el estilo mariposa y que practicaba ese deporte en el Club Rosarinos Estudiantil, de Iriondo y Tucumán. Les habló también de su militancia en Villa Banana, juntando juguetes y haciendo actividades para los chicos. Pero también dijo que seguramente fue en la escuela donde encontró incentivos para reforzar su compromiso social.
"Ahora no se piensa en una lucha como en los 70 —dijo—, pero uno puede sostener esas ideas con mucha autenticidad y saber que se puede mantener una idea firme, con presencia, si dejar que a uno lo lleven por delante. Y eso también se aprende en un colegio como este". Mientras fluye el testimonio de Marcelo, una foto de Cristina circula de mano en mano por el salón. Allí está ella, con una camisa azul a cuadritos y mirando a cámara. Viva a sus veintipico de años. Como más la recuerda su hermano.
En un momento de la charla, Marcelo le pidió a Sandra Bembo, la directora de la Rivadavia, que lea un texto breve escrito por Carlos Usinger, un compañero de militancia de Tina. Mientras intentó contener las lágrimas, la directora leyó el texto donde recuerdan a Tina por "sus grandes ojos oscuros y su pelo negro, largo, que solía peinarse tirante hacia atrás, lo que le otorgaba un cierto parecido a Evita, a la que admiraba profundamente y trataba de imitar con su militancia". En el relato también se dice que "todas las injusticias la ofendían, fundamentalmente la pobreza".
Las banderas
En medio de la charla Micaela Andreoni tomó la palabra. Se mostró conmovida de haber participado de un proyecto donde pudo descubrir, junto a sus compañeros de curso, que hace 40 años en su escuela estudió una chica a la que la une la mismas preocupaciones que ella y que se metía en los barrios. "Lo tomo como una camino a seguir", dijo la adolescente. Y tras agradecer la presencia de Marcelo para esta charla se quebró de emoción. Al instante él se puso de pie y se fundieron en un abrazo. Luego ella apuntó que es necesario "entender lo que significa levantar esas banderas y reivindicar esas luchas" y el valor de la escuela en sumar a los chicos y chicas a un proyecto de recuperación de la memoria histórica.
marquez3.jpg
Foto: Leonardo Vincenti / La Capital
Rosa Portillo tiene 17 años, está en 5º E de la escuela y afirmó que lo que más le quedó de Cristina fue "que se interesaba por los que menos tenían y militó por el otro en un tiempo re peligroso". "A mi edad —agregó— ella estaba alfabetizando a chicos o dándoles de comer".
Para el 14 de agosto, la escuela proyecta una jornada en homenaje a María Cristina Márquez, con charlas y actividades pensadas para los chicos y chicas de los distintos cursos. También está en carpeta la realización de un mural y la colocación de una placa en algún sitio del establecimiento, al que hoy asisten cerca de 950 estudiantes.
El profe Carlos Cárdenas, a cargo del proyecto escolar, reivindicó a María Cristina y a sus compañeros como militantes "a quienes les importaba el otro" y que es innegable "su compromiso por cambiar la situación de los que sufren injusticias". Por eso, y citando a Mario Benedetti, destacó la importancia de no olvidar estas historias, porque "el olvido esta lleno de memoria".
marquez1.jpg
Foto: Leonardo Vincenti / La Capital
El abrazo
Marcelo Márquez es una figura reconocida en el mundo del fútbol. Es profesor de educación física, psicólogo y trabajó en Central y Vélez como psicólogo deportivo. Bajo las órdenes de Ricardo Gareca, integró por cinco años el cuerpo técnico que llevó a la selección de Perú a un Mundial, después de 36 años de ausencia. Frente a los y las adolescentes de la Escuela Rivadavia les contó una anécdota de aquella experiencia que ayuda a entender que las salidas no son individuales, sino colectivas. Recordó que durante los primeros partidos con la selección notó que los jugadores cantaban el himno de forma solemne, con la mano izquierda en el pecho y la vista al frente. Cuando indagó le contaron que era una práctica arrastrada desde la época militar. Entonces propuso cambiar ese momento individual por uno más colectivo, abrazándose en fila para cantar el himno, juntos, e invitando a los hinchas a imitar esa acción. Había un gran peso por esos 36 años fuera del Mundial y la idea era lograr un abrazo que los hermane.
"Ahora te dicen que si no salís adelante es culpa tuya, pero no se sale adelante sin el otro, sin esa fuerza que genera estar juntos con otros", destacó el psicólogo deportivo. Antes del encuentro para hablar de Cristina, Márquez pasó por un salón de la escuela. Allí vio una inscripción que decía: "Lo importante es ser". Eso le quedó grabado. Por eso, frente a los chicos, chicas y docentes del ex Liceo de Señoritas, dijo que de eso se trata de este recuerdo por su hermana. Del ser auténticos, "a diferencia de ahora, donde nos quieren vender que lo importante es parecer o tener".
"Este tipo de cosas —completó Márquez— reivindica lo que somos. No hay que renegar ni olvidar, sino aceptar y traerlo al presente. Me parece que una manera de morir es el olvido. Y Cristina y sus compañeros, los 30 mil compañeros, en la medida que sean recordados por ustedes y por los que vienen no mueren nunca".