La mano del pibe agita los dados y con ese gesto pone en manos del azar su destino en el juego. Abre la mano, sale el cinco, avanza la misma cantidad de casilleros con su ficha verde y saca una tarjeta que dice: “En la Argentina durante los años 1976 a 1983 hubo una dictadura militar donde no se respetaron los derechos humanos. Nombra tres derechos que se hayan violado durante este período. Si puedes nombrar tres derechos, avanza 3 casillas, de lo contrario te quedas 1 turno sin tirar”. Afuera llueve, pero dentro del salón tibio de la Escuela Secundaria N° 551 Sonia Beatriz González los estudiantes y sus docentes aprenden con “La democracia versus la dictadura”, un juego de mesa que sirve como disparador para abordar el pasado reciente y la lucha por los derechos desde un dispositivo lúdico. Un juego al servicio de la enseñanza que acaba de ser declarado de interés por la Legislatura provincial.
El proyecto nació en 2012, en el marco de un seminario de ciencias sociales creado con alumnos de 2° D de la escuela de Ayolas y Grandoli, en barrio Tablada. A ellos se sumó el aporte de alumnos de 5º año de la Eempa Nº 1.306 Roberto Fontanarrosa. “Yo daba clases a la tarde y veía que estos temas eran muy duros y complejos para trabajarlos en esta comunidad. Temas como derechos humanos y los desaparecidos. Y nos sirvió mucho que ellos tuvieran algo concreto como el nombre de la escuela”, recuerda Carlos Cárdenas, quien por esos años era docente de ambas escuelas. Junto con el profesor Gabriel San Sebastián fueron parte de quienes impulsaron la incorporación de este juego en las aulas.
Cuando habla del nombre se refiere a Sonia Beatriz González, tal como la comunidad educativa decidió en 2012 bautizar a la escuela secundaria. Sonia era una joven vecina del barrio y el 14 julio de 1976 un grupo de tareas de la dictadura la secuestró cuando estaba en su casa de Centeno al 100. La joven tenía 18 años, trabajaba y era delegada gremial en el frigorífico Swift, y militaba en el Partido Revolucionario del Pueblo (PRT - ERP).
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Desde 2012 la institución lleva el nombre de la militante desaparecida.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Fue a instancias del Ministerio de Educación provincial que en 2012 la secundaria de Tablada se dio a la tarea interna de buscar cómo llamarse. Había comenzado a funcionar hacía pocos años, en 2009, creada sobre los 8º y 9º años de la primaria Nº 6.430 Isabel La Católica. Surgieron entonces varios nombres que se fueron proponiendo por parte de alumnos, docentes y familias. Al final se votó entre Sonia Beatriz González, María Elena Walsh, León Gieco y Tablada. Y por amplia mayoría eligieron el de la joven militante y obrera desaparecida. El camino no fue sin lucha, ya que tal como publicó La Capital por aquellos años, en un principio el Ministerio de Educación de Santa Fe rechazó el nombre con el argumento de que no se encuadraba en la reglamentación vigente. El 16 de octubre de 2012, por Resolución Ministerial Nº 072, se aceptó el nombre votado por la comunidad educativa y la 551 se transformó en la primera secundaria pública de la provincia en llevar el nombre de una víctima del Terrorismo de Estado.
“Yo entonces era docente acá en la institución y recuerdo que fue una lucha, porque el de Sonia no era el nombre de un prócer. Y fue una pelea por hacer entender que la historia se construye no desde un prócer sino desde la lucha colectiva”, apunta Melina Barsola, directora de la escuela de Tablada, a la que actualmente asisten unos 300 estudiantes, de primero a quinto año. Entre risas la directora dice que muchas veces confunden su nombre y la llaman Sonia: “Todos los días alguien llama y me dice así, entonces les explico que ese es el nombre de la escuela. Eso pasa quizás porque están acostumbrado a que las escuelas se llamen Belgrano o San Martín”.
Tanto Melina como Carlos recuerdan que hace diez años hablar de Sonia en el barrio era casi un tabú. El “algo habrá hecho” estaba latente. Y que cuando la escuela logró imponer su nombre, familiares de la joven desaparecida se acercaron a la institución y celebraron la decisión. “Remontar esta historia de una trabajadora del Swift, en un barrio con muchos miedos y prejuicios, fue muy duro”, recuerda Cárdenas.
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Carlos Cárdenas y Melina Barsola, junto a un mural en el patio de la escuela que recuerda a Sonia González.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Una historia cercana
En tren de hacer memoria escolar, Cárdenas destaca el trabajo de Mónica Evangelisti, quien entonces era la directora de la escuela. “Lo del juego y el nombre se dio casi en simultáneo. Y el tema central fue ver cómo hacer para que estos pibes se interesen por un tema de derechos humanos, porque muchos lo veían como algo lejano. Y cuando encontramos a una desaparecida que era del barrio fue ahí que se engancharon con esa parte de la historia”, recuerda el docente, quien hoy da clases en la Escuela Nº 432 Bernardino Rivadavia, donde incorporó el juego para trabajar el pasado reciente y los derechos del presente en sus clases con quinto año.
El juego es simple: se dividen en equipos, con un vocero y hasta cinco asesores por grupo. Como en el juego de la oca, cada equipo elige una ficha, tira los dados y avanza ese número de casillas. Luego saca una tarjeta del mazo con preguntas vinculadas a la dictadura y la democracia. Si se contesta correctamente se avanzan dos o tres casillas, de lo contrario se retrocede o se pierde el turno. También hay comodines que permiten inmunidad, pasar la pregunta a otro grupo o hacerle retroceder casillas. Así se va avanzando hasta llegar a la meta, que en este caso es la foto de un stencil con las siluetas de los tres comandantes de la Junta Militar —Videla, Massera y Agosti— y la leyenda “Nunca Más”. “Este juego —agrega Cárdenas— viene a resumir un trabajo de todo el año, entonces en vez de tomar un examen tradicional vos sacás el juego, los chicos sacan una tarjeta y responden, por ejemplo, qué es un desaparecido o cómo se llamó el informe de la Conadep”.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
En la sala de dirección de la escuela hay un tablero gigante del juego. Es la primera versión, la de 2012. Desde entonces hasta hoy fue mutando. Varios casilleros y tarjetas se fueron incorporando a medida que era usado en clases y recibía los aportes de los alumnos y las alumnas. “Por eso decimos que estamos ganando, porque si a ese juego tuvimos la posibilidad y el compromiso de ir cambiándolo y agregándole cosas es porque con los años se hizo un trabajo con la memoria y la democracia, no solo institucionalmente sino a nivel país, con políticas que fueron en este camino”, apunta la directora. Explica que el juego hoy lo trabajan en distintas materias y espacios curriculares de la secundaria, como construcción de ciudadanía y derechos (CCD), construcción de ciudadanía y participación (CCP), y construcción de ciudadanía e identidad (CCI), así como desde el seminario de investigación. “El juego se usa en toda la escuela, pero con cada año se hace un trabajo diferente, porque para 1º y 2º año no podemos llevar a cabo todo el juego completo, pero quizás se empieza con la lectura de las tarjetas, algunas sí y otras no”, agrega Barsola. La respuesta de los chicos y chicas con esta propuesta es para la directora motivo de satisfacción, al punto que en días de lluvia o en horas libres hay quienes piden el tablero para jugar.
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Chicas y chicos de los últimos años de la institución, junto a un tablero gigante que también suelen usar para jugar en clases.
Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Melina cuenta que este camino permitió también enlazar a las y los estudiantes con la memoria del barrio: “Para ellos fue reconocer que alguien de su edad y del barrio es parte de la historia y cuando el nombre de Sonia apareció en los juicios (causa Díaz Bessone) para los chicos de la escuela fue toda una conmoción, porque el nombre de su escuela era nombrada en los medios. Y eso los moviliza y reactiva para que puedan entender que desde estos lugares pueden proyectarse”.
Es martes por la mañana, afuera llueve y sobre el pizarrón del aula hay un banderín con la cara de Sonia. Es el único retrato que hay de ella. Una foto carné. Es el rostro de una casi adolescente que mira de costado, hacia el infinito. Adentro del salón, alumnos de cuarto y quinto año reciben la visita de la diputada provincial Matilde Bruera, quien presentó ante la Legislatura santafesina el proyecto para declarar de interés provincial al juego pedagógico “La democracia versus la dictadura”. La intención es hacer más copias para que este juego se distribuya y llegue a más escuelas de la provincia. En el salón, además de Gabriel, Carlos y Melina están las docentes Marina Jañez y Griselda Benvenutti, y la vicedirectora Nancy Ramírez. Todas dicen unas palabras. También Mario Cárdenas, el preceptor, que lee un poema en homenaje a Sonia. Sus últimas líneas dicen: “No encuentro un lugar para esta flor. Estoy triste pero entero, los nombres se mezclan, pero no se me escapan en el tiempo. Treinta mil nombres y una flor, que estarán conmigo para siempre”.