Tiene 19 y cursa el 2º año del profesorado de nivel primario en el Colegio María auxiliadora. Le falta muy poco para ejercer la docencia y mientras se forma en ello dedica su tiempo a otra de sus pasiones: escribir. Se trata de Oriana Molli, la estudiante que ganó el 2º premio en la categoría sub 20 del concurso Cuento Digital de la Fundación Itaú. Además, fue galardonada con la mención Esther Kolonsky/Ashoka “Democracia” en alianza con la Fundación Bunge y Born, por lo que su relato será publicado el año que viene en Argentina, Uruguay y Paraguay, en un libro que compilará los mejores 20 cuentos del concurso.
El relato de Oriana se titula Nos. La misma autora aclara es “pura ficción”, aunque inspirada en un recorrido por la muestra Proyecto Umbra de Victor Hugo Bravo en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro). “Una muestra escalofriante de algo escalofriante, la dictadura de Augusto Pinochet en Chile”. Con este texto, la joven escritora también hizo honor a los 40 años de democracia, ponderando su valor en contraposición al horror.
“Encanta la forma original de contar una experiencia, yendo y viniendo, interpelando al lector con preguntas, y en la descripción de sensaciones”, apuntó un jurado integrado por el argentino Mariano Quirós, la paraguaya Susana Gertopan y la uruguaya Mariana Casares. Y agregaron: “Un cuento en el que todo lo que no está dicho cobra dimensiones sumamente significativas”. “Nos” fue seleccionado entre más de 2100 obras postulantes, y distinguido por relatar una historia en favor de un mundo más democrático.
Desde la infancia
Oriana nació en Rosario, pero desde pequeña vive en Villa Gobernador Gálvez. En diálogo con La Capital comparte sus memorias familiares y escolares. Una serie de recuerdos que explican su vínculo estrecho con la lectura y la escritura.
“¿Desde cuándo me gusta escribir?, desde que comencé la secundaria, no sé si por la adolescencia, la escritura fue un medio de expresión, aún escribo diarios. Desde chica tuve el hábito de escribir diariamente, me sirve para darle rienda suelta a la imaginación, me encanta escribir poemas y microrelatos”, cuenta la joven, y confiesa que hasta hace poco se trataba de una pasión secreta, porque ni su familia ni sus amigos sabían de sus escritos cotidianos y de su participación en concursos, hasta que recibió la noticia de este premio.
Como todo buen escritor, Oriana es una buena lectora. Una pasión que comenzó a desarrollar desde muy pequeña. “Desde chiquita mis padres me leyeron. Tengo recuerdos desde antes de mis 5 años, cuando el cuento a la noche era clave y mis abuelos también participaban”, recuerda, y agrega: “Iba a la primaria a las Oblatas —Escuela Jesús de Nazaret—, pasábamos siempre por un kiosco de diarios de La Capital, en ese tiempo estaban los libros de Barbie de tapa dura y con mi mamá los íbamos a buscar, también estaban los cuentos de Navidad. Siempre estaba el cuento presente, todas las noches”.
Sobre estos cimientos, la lectura se transformó en un hábito cotidiano. Aunque reconoce que la escuela también jugó un rol clave, como aquella consigna que le dieron en 7º grado en el que cada uno debía elegir un libro, que luego rotaría entre todos los chicos del grado. “El resto corre por cuenta propia”, dice.
En la charla dice que la convocan los temas históricos, y menciona algunas de sus obras favoritas: “Amo los libros de Jane Austen como Orgullo y prejuicio, también me gustó mucho El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Hay uno de Paulo Coelho que se llama Verónica decide morir, Otra vuelta de tuerca de Henry James, Un mundo feliz de Aldous Huxley, y ahora estoy leyendo 1984 de Orwell. Estoy tratando de leer más clásicos pero mis lecturas van por ahí”, dice.
La escuela también tuvo mucho que ver en el impulso de participar en concursos de escritura. Oriana se presentó por primera vez en el certamen de Itaú cuando estaba en 4º año de la secundaria Santa Ana. “Estábamos en plena pandemia en 2020, y mi directora nos envió información sobre el concurso y nos invitó a participar. Era de cuento digital pero yo ante la emoción mandé una novela juvenil que no fue aceptada”, recuerda entre risas, y afirma que ese fue un punto de partida de tres presentaciones más, hasta lograr este año el merecido reconocimiento.
Mostrar horizontes
En el relato de Oriana aparecen los docentes que animan y muchas veces dan algún empujón. En su primer año del profesorado jugaron un rol clave las profesoras Paula Beltramino y Rosana Guardalá, como aquellas referentes que la ayudaron a reforzar su vínculo con la escritura. “En sus materias logré encontrar nuevas herramientas y hasta a descubrir mi propio modo de relatar y expresar”, dice y reafirma la importancia de la tarea docente: “Me ayudaron a encontrar un horizonte, me marcaron un camino”.
En el marco de su segundo año de cursado el profesor Lautaro Dapelo, de la cátedra filosofía de la educación, también hizo lo suyo. Llevó a sus estudiantes al Macro bajo la consigna del escribir un texto sobre la muestra. Así nació Nos, el cuento de Oriana que el mismo profesor le recomendó enviar al concurso Itaú.
Como estudiante de un profesorado, Oriana tiene una mirada maestra que le permite reconocer la importancia de la escuela a la hora de dar impulsos, sobre todo en determinados contextos y situaciones adversas. “Hay muchas carencias y familias sin posibilidades, ante esta realidad el rol de la escuela es fundamental. La familia es muy importante, pero si no está, es la escuela la que debe mostrarle a ese niño que existen otras posibilidades y horizontes. Por eso creo que es tan importante la estimulación de la lectura y la escritura en las aulas”, sostiene.
Cuenta que en el profesorado se hace hincapié en considerar el contexto social y cultural de los estudiantes, y recuerda que la educación debe ser entendida como un acto político que requiere del docente una toma de posición, en la medida que busca que todos tengan acceso a lograr una mejor calidad de vida. “La educación es un derecho que abre derechos”, afirma contundente, y se explaya: “Hay muchas personas que transitan la escuela con una escolaridad de baja intensidad, que no da cuenta ni de la mitad de los derechos que tienen, simplemente porque no se los ha invocado”.
Las reflexiones de Oriana se proyectan a modo de promesa: “No se trata de romantizar la docencia, sino de dar cuenta de la importancia que tiene una profesión que abre la posibilidad de transformar realidades. Mi idea es pararme desde el lugar de decir «necesitás aprender esto porque te abre estos caminos». Sobre todo en los adolescentes, en los que resuena el tema del para qué sirve la escuela. Claro que la escuela sirve, hay que enganchar al alumno y lograr que no pierda el interés”.
La joven escritora se deja ver como una futura docente ofreciendo muchas posibilidades: “Me veo promoviendo la lectura y transponiendo mi propia trayectoria. Amo primer ciclo, creo que ahí está la clave, en incentivar a los niños desde chiquitos para que ellos formulen el hábito de la lectura”. Oriana reconoce que actualmente muchas infancias no cuentan con espacios en los que puedan desarrollar ese hábito. “No porque sus padres no lo quieran, hay otros factores que influyen en ello, cada contexto tiene su particularidad, por eso mismo la escuela debería promover y acercar a los niños y niñas a ello. La idea es ofrecer oportunidades que puedan derivar en futuros más justos y mejores”, concluye.