Néstor Ciarniello dice que cuando fue cura tercermundista aprendió a mirar al pobre de carne y hueso en lugar de la pobreza en abstracto. Que una cosa es verla pasar de lejos y otra muy distinta tocarla, abrazarla, olerla en un pibe o en una persona mayor. Desde entonces su preocupación son los chicos más vulnerables, sobre todo los que viven encerrados en un espiral de drogas y violencia. Los pibes chorros, los nombra sin eufemismos. Y marca una distinción: el Estado se ocupa con asistencia social de aquellos considerados “pobres buenos”. Pero para los “pobres malos”, sólo bala y represión. Por el contrario, entiende que hay que dotarlos de un sentido con capacitación en oficios, educación y sobre todo con un horizonte que transite la vereda opuesta del delito. “El pibe que tiene un proyecto de vida está salvado”, sostiene Ciarniello. Propone desde la Asociación Civil Padre Mugica, que coordina desde el barrio Ludueña, armar pequeños emprendimientos productivos en distintos barrios de la ciudad: con los chicos pescadores del Mangrullo, en Tablada, Bella Vista y Ludueña mismo. Entrar hasta el último pasillo donde casi nadie, que no sea de la cuadra, ingresa. Y hacerlo de la mano de los adolescentes del barrio. Comprometerlos a ser protagonistas de otro rumbo en sus vidas.
El primer taller es pequeño pero de a poco comienza a caminar. Unos caballetes sostienen algunas herramientas de herrería. Funciona debajo de un cobertizo, en el patio de una casita de Conesa al 6400, a casi una cuadra del asentamiento que se asoma en Cullen y las vías. El espacio fue prestado por una familia del barrio, pero sueña con poder alquilar dentro de poco un galponcito por la zona.
Empezó a funcionar a fin de año, con tres chicos de Ludueña, todos de entre 17 y 19 años y con horarios que cumplir. Tenían pensado sumar a dos más, pero el arribo del nuevo gobierno nacional y las medidas que afectaron a la industria y la producción también los golpeó. Mientras tanto esperan volver a trabajar en poco tiempo para una empresa que los había contratado: “La idea es capacitar a estos pibes en producción o servicio. Aberturas de aluminio, soldadura o herrería, como ya empezamos acá. Y enseñarles además del oficio que sepan manejarse como una pequeñísima empresa. Porque si querés hacer un proyecto de vida tenés que vender el producto que hacés. Entonces tienen que aprender también a llevar la contabilidad, que alguien los asesore además en eso. Sino a los pibes chorros y pobres les terminamos tirando un hueso y así nunca los vamos a incluir. Sólo sirve para sentirte bien lavando tu culpa”.
El día a día. La voz gastada de Ciarniello fluye lenta con la contundencia de sus conceptos. No tiene rodeos a la hora de describir lo que ve a diario en el barrio. Y se enoja con quienes ven en la baja de edad de imputabilidad la solución mágica para contener a los pibes que delinquen. De hecho cuando el año pasado presentó el proyecto de emprendimientos productivos en los barrios lo enmarcó en un “plan contra la inseguridad”: “El plan es el rescate de los pibes, porque son ellos los que nos piden «Néstor si me das trabajo no robo más»”.
Cuando llevó la propuesta en marzo del año pasado al entonces presidente de la Legislatura provincial, Luis Rubeo, lo hizo acompañado de otros referentes religiosos que integran con él el Movimiento Padre Mugica, como Daniel Siñeriz (Nuevo Alberdi), Oscar Lupori (Emaús), Edgardo Montaldo (Ludueña) y Joaquín Núñez (Bella Vista Oeste). Este último dijo en aquella oportunidad: “La situación de los chicos es lacerante, están totalmente expuestos a que se les ofrezcan tareas que los llevan en un alto porcentaje a la muerte ”.
Capacitación y educación
—¿Cómo entendés que debe ser ese rescate de los pibes?
—Nosotros planteamos capacitación unida con la educación. Juntas, no una antes que la otra. Porque la mayoría de ellos ya tienen familia y no quieren la beca de mil pesos, quiere ganar lo mínimo para poder subsistir.
—¿A qué chicos apuntan llegar?
—A los pibes más entramados con la droga y el delito. Los que están bien abajo en la pobreza. La prioridad de trabajo es con ellos. Porque hay cosas que van bien para los pibes pobres, pero no para los pibes pobres considerados malos, que son a los que nos dedicamos, y a quienes la sociedad siempre quiere reprimir.
—Es decir que ves una doble segregación.
—Exacto, a los pobres buenos se los ayuda. A los malos los quieren encerrar, reprimir o linchar directamente cuando los agarran en la calle cometiendo un robo. Y ya lo dijo Françoise Dolto en “La causa de los adolescentes”, el pibe que tiene un proyecto de vida está salvado.
—¿Por qué lo enmarcan también como respuesta a la inseguridad?
—Es muy simple. Quien trabaja de noche a la mañana no va a robar. Y es una mirada distinta a las respuestas que se dan. Con la caída en el sector de la construcción quedaron todos colgados del pincel, porque se hacían una changa con el subcontratista y más o menos se la rebuscaban. Y hoy todo eso cayó. También está casi instucionalizándose la delincuencia con la corrupción policial que impide solucionar la inseguridad. Su modus vivendi es con los transeros. Los pibes son víctimas como soldaditos o directamente de la represión policial. Y también son violentos porque la sociedad cada vez más los lleva a eso. No estoy justificando nada sino explicando una realidad. Pero los ves ahí y como no tenés forma de sacarlos de eso te desesperás y decís cómo hago. Por eso faltan recursos para meter talleres en los barrios. También decisión política. En este día a día, te encontrás con una impotencia total: no tenés medios y tenés a cada paso el dolor de esas vidas. Me acuerdo de una poesía del poeta nicaragüense Juan Zavala, que termina diciendo: “Cipriano, yo pienso que primero debemos alfabetizar a los que saben leer los libros, pero no saben leer el dolor de los hombres”. Lo mismo cuando uno piensa en la educación y ve escuelas de la periferia que se van cerrando cada vez más por la inseguridad: ponen cámaras, guardias, rejas. La escuela debe ser un ejemplo de liberación de toda esta juventud y esos chicos. Es donde van las mamás, creen en las maestras y les vuelcan su confianza. Es donde la educación va a empezar a cumplir lo que dice este poeta Zavala: que la escuela sepa leer el dolor de esas mamás y no se queden sólo en lo instrumental. Las escuelas hacen muchísimo. Hay maestras abnegadas que se meten en la periferia. Pero desde la concepción educativa, el Ministerio debe saber que la escuela debe cumplir un rol fundamental para que el pibe tenga trabajo: educar en producción y servicio.
—En una entrevista con La Capital en 2004 dijiste que la exclusión es irreversible pero cada chico es recuperable ¿Pensás lo mismo hoy?
—Es irreversible en la medida que yo pasé a Martínez de Hoz, Alsogaray y dos veces a Cavallo ¿Cómo querés que entienda que el endeudamiento va a ser para derramar riqueza? Es una entelequia. La exclusión es estructural.
—Sin embargo opinás que los chicos son recuperables.
—El ser humano tiene una estructura que no es respetada. El pibe nace con una integridad metafísica que es verdad, amor y libertad. Pero si se la voy golpeando a medida que crece y la sociedad le saca el amor le termina sacando la libertad. Decimos que la educación libera, pero el más pobre no es libre, no puede ir a la escuela porque tiene que estar arriba de un carro de ciruja. La exclusión seguirá siendo estructural en la medida que no cambiemos el modelo o el sistema de entender el desarrollo humano y la economía de un país. Ahora, si a ese pibe le doy los materiales necesarios para que viva y se desarrolle entonces claro que se lo puede recuperar. Y en lugar de exponerse en el robo o la violencia va a pelear por un futuro mejor. Por eso es muy importante el rol que cumple la escuela en el barrio. Ningún pibe nace chorro. Pero cuando también dicen ningún pibe sin escuela no es sólo para que cobre la asignación universal, que es una ayuda y está muy bien, sino que el objetivo es que vaya a aprender y a tener todas las posibilidades de ir además a la universidad.
Néstor Ciarniello 1
Virginia Benedetto / La Capital
Descubrir al hombre pobre más que a la pobreza
Néstor Ciarniello integró en los 60 el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, cuyo principal referente fue Carlos Mugica, el cura de la Villa 31 de Retiro asesinado por la Triple A en mayo de 1974.
En Rosario, aquel espacio conformado por curas que hicieron carne la opción preferencial por los pobres tuvo a Ciarniello entre sus integrantes, junto con Juan Carlos Arroyo, Armando Amiratti, Néstor García y Oscar Lupori. También estaba allí Santiago Mac Guire, quien gracias a su tarea en la zona sur de la ciudad impulsó la creación del Colegio Nuestra Señora de Itatí, de barrio Las Flores.
“Le queremos poner el nombre de Mac Guire a una parte del proyecto, porque estuve muy cerca de él en aquella época y lo recuerdo con cariño”, confió Ciarniello, quien fue director de la Escuela de Servicio Social de Rosario (1974-1976) y director provincial de Minoridad (1994-1996). Además es autor de “El taller del diablo” y “Chicos delincuentes: reflexiones desde la pobreza”, libro en el que se pregunta doliente: “¿Será posible entender y hacer comprender que no es viable la construcción de una sociedad bien estructurada sobre una generación de adolescentes en ruina?”.
—Que el Movimiento lleve el nombre de Mugica también sienta una posición.
—Por supuesto que hay una reivindicación ahí, el nombre te va definiendo. Mi mirada nace en aquella época (fines de los 60, principios de los 70) de un compañero al que respetábamos mucho, que era Juan Carlos Arroyo. A partir de ahí empezamos a entender muchas cosas, vas descubriendo al hombre pobre más que la pobreza. Al tipo que no le duele un poquito la pobreza o no le hace cosquillas cuando la ve en un pibe que pasa por esa situación difícil que tenga un compromiso. Y si no hay compromiso no se llega fácil a una transformación.
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Virginia Benedetto / La Capital