A través del decreto Nº 1.935, se estableció el 23 de septiembre como el Día de las Bibliotecas Populares, en conmemoración a la promulgación de la ley Nº 419, del año 1870, que creó la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares. Un espacio responsable del fomento, inspección e inversión de los fondos destinados a las bibliotecas populares, a establecerse bajo su amparo como asociaciones de particulares, en ciudades y demás centros de población de la Argentina.
Las bibliotecas populares son asociaciones civiles sin fines de lucro, creadas por personas de una comunidad que vieron la necesidad de tener una en su barrio. Es mucho más que un lugar de préstamo de libros. Brinda acceso a la información, a la educación, a la recreación, a la cultura en forma amplia, libre y pluralista. Desempeñan un rol social fundamental en la sociedad, ya que existen bibliotecas populares en nuestra ciudad de más de cien años de vida, como la Biblioteca Popular Estímulo al Estudio o la del Concejo de Mujeres, que en mayo cumplió 150 años. Se han ido adecuando, utilizando las distintas herramientas que se le ofrecen. Son un reflejo de la adaptación a lo largo del tiempo, muchas veces atravesado por dificultades sociales o económicas, pero siempre con el objetivo claro de acercar la información a la comunidad.
En el caso del cierre de las mismas durante la pandemia, muchas bibliotecas populares han sido el acompañamiento de quienes tenían que quedarse en sus casas con diferentes actividades, encontrando en el libro —en los distintos soportes— y la lectura, un refugio para esa realidad que nos tocó vivir recientemente.
Las bibliotecas populares son acompañamiento, son un espacio de cultura en los barrios de la ciudad. Puede verse en las distintas actividades que realizan como talleres varios: el de italiano en cuatro niveles en La Florida; de lectura y recreación de cuentos, idiomas y ferias como la de la Mitre; espectáculos diversos que apuntan a distinto tipo de público como el infantil (magia, payasos, murga, canciones) en la Amor al Estudio, Cachilo o la Gori. O espacios para adultos, como degustación de té amenizado con poesías como en la Alfonsina Storni, o las peñas folclóricas de la Homero.
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Archivo Diario La Capital
También los concursos literarios como el auspiciado por la Asociación de Bibliotecas Populares, los coros con público de diferentes edades como en la Franzini Herrera, el teatro en el auditorio de La Vigil, y las valijas viajeras que llegan a distintos ámbitos como geriátricos, escuelas, salas de espera de centros de salud y hospitales. O la bebeteca viajera a los jardines de infantes y taller agroecológico interstitucional como el de la Primera Ambiental y Ecológica de Rosario. El ajedrez como lugar de encuentro entre bibliotecas como la Homero, Mariano Moreno, Florida o Alberdi, los laboratorios como en la Mariano Moreno. Pero también, asesoramiento a los ciudadanos que no cuentan con internet, ni computadoras, para poder realizar trámites en Ansés, Afip, Pami. En muchos casos ayudan a sacar turnos y le hacen fotocopias a quienes los necesitan.
Pero además se involucran en reclamos sociales como el que surge a partir de los incendios en las islas y la dificultad para respirar durante varios días, apoyando junto a otras organizaciones la sanción de la ley de humedales. La difusión en la comunidad de estas y otras actividades se da a través de las distintas redes sociales, incluso acercando materiales bibliográficos autorizados legalmente o como en otros casos recomendando libros.
También cumplen una función educativa, buscando la información que el usuario necesita y facilitándole de ese modo el acceso a fuentes confiables y actualizadas. Tienen además bibliografía que ya está descatalogada en las editoriales y que no ha sido digitalizada, ayudando a los investigadores en su tarea.
Tienen material facilitado por sus propios escritores con dedicatorias para ellos, como es el caso de la Fontanarrosa, única biblioteca popular inaugurada por el propio escritor, quien donó una porción de su biblioteca en vida y que son parte del acerbo cultural de la ciudad. La que necesita un espacio propio para llevar a cabo su tarea.
Las bibliotecas populares son fundamentales dentro de su comunidad y participan de reuniones con otras instituciones del territorio, siempre para buscar soluciones a los problemas, aportar ideas y colaborar con otras organizaciones. Por ejemplo, para ayudar a los centros de salud, socializando la información de la vacunación o días y horarios de atención, o facilitando el espacio para los dispositivos. Algunas colaboran con las escuelas ofreciendo visitas guiadas, en otros casos yendo a leer con proyectos como el de la “Abuela cuentacuentos” o aportando material de consulta, actualizado siempre que lo requieran en reuniones plenarias docentes. O con la creación de un jardín de infantes como en la Pocho Lepratti, con radios comunitarias que colaboraron con los docentes para que tuvieran clases los niños y niñas de los barrios más humildes durante el tiempo de aislamiento social (Aspo), con editoriales como la de La Vigil, o brindando apoyo escolar gratuito como el que se dicta en la Roberto Fontanarrosa, gracias al convenio realizado con uno de los profesorados de la zona. En otros casos, reciben a estudiantes secundarios que realizan pasantías y en otros cuentan con centros de alfabetización, cursos de RCP o de incentivación de la lectura para mediadores y docentes, como en La Cachilo. Estas son solo algunas entre las tantas actividades que tendrán que descubrir y que cambian de acuerdo a las necesidades que observan en su barrio.
En el marco de los festejos de este día, esperamos poder celebrar la aprobación en el Senado nacional de la prórroga del artículo 4 (inciso b) de la ley 27.432 aprobada en Diputados el 16 de junio de 2022. Esto implicaría la continuidad del Fondo Especial para las Bibliotecas Populares a través de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip).