Los desafíos impuestos por la pandemia dieron lugar a una amplia variedad de respuestas por parte de directivos y docentes, que se adaptaron con los recursos disponibles a las exigencias de la nueva situación. En todos los casos el objetivo fue el mismo: garantizar la continuidad de los procesos de enseñanza - aprendizaje y sostener los vínculos con el alumnado y sus familias. En muchos casos la ausencia de recursos conspiraron contra estas metas y los trabajadores de la educación tuvieron que redoblar esfuerzos y responder a problemáticas más urgentes. En otras situaciones, la disposición de recursos y mucho ingenio fueron suficientes para darle batalla a la distancia que impuso la crisis sanitaria. Este último escenario es el que se dio en el Complejo Solís, una institución escolar que logró poner en marcha desde inicios del 2021 un sistema de aulas híbridas.
¿Qué es un aula híbrida? Es una modalidad de enseñanza que combina aspectos de la educación virtual con la presencialidad. Mediante un cierto equipamiento tecnológico en las aulas, resulta posible que de modo simultáneo coexistan el docente y un pequeño grupo de alumnos en el espacio físico del aula, compartiendo la misma clase con estudiantes que participan en forma virtual desde sus domicilios.
“Un aula híbrida posibilita una situación de presencialidad en la virtualidad”, explica Marcelo de Miguel, director de la secundaria y de la Escuela de Enseñanza Media Para Adultos (Eempa) del Complejo Solís. En diálogo con La Capital, el docente se explaya sobre las características de la escuela que conduce, la nueva experiencia implementada y su impacto positivo en docentes, alumnos y familias.
El Complejo Educativo Juan Díaz de Solís está ubicado en Solís al 1100 y congrega a 300 alumnos en su nivel primario, 280 estudiantes en el nivel medio y 60 en la Eempa. El director de la secundaria para menores y adultos cuenta que la institución nació para dar respuesta a la ausencia de oferta educativa que existía en barrio Azcuénaga, por lo que hoy la escuela convoca en su mayoría a los chicos y chicas del barrio.
"De modo simultáneo coexisten el docente y un grupo de alumnos en el aula, con otros que participan en forma virtual desde sus casas” "De modo simultáneo coexisten el docente y un grupo de alumnos en el aula, con otros que participan en forma virtual desde sus casas”
El Complejo Solís es una escuela pública de gestión privada, que “se ha caracterizado por brindar una educación personalizada y enfocada a la integración”, dice el docente, que acompaña su afirmación con algunos números: “Tenemos 21 estudiantes en integración, chicos y chicas que tienen alguna necesidad de contar con un equipo integrador que lo acompañe en los distintos espacios curriculares. Esta situación se da en todos los años del nivel secundario, de 1º a 5º tenemos estudiantes integrados”.
Sobre como nació la idea de implementar aulas híbridas, cuenta que desde comienzos del 2021 el equipo docente ya se había abocado a pensar y diseñar nuevas metodologías de trabajo para afrontar la nueva realidad. “Se estaba planteando un esquema semipresencial, entonces empezamos a pensar en equipo como la imaginábamos y cada uno tenía una idea distinta. En esa instancia yo, que además de docente soy ingeniero en sistemas informáticos, planteé mi idea de aula híbrida. Creo que hay que contemporizar todo esto de la tecnología y la pedagogía”, explica.
El docente reconoce que estos procesos no resultan sencillos para todo el mundo, y que además la nueva propuesta debía implicar una forma de trabajo que pueda sostenerse en el tiempo. “Imaginamos un aula híbrida conectándonos con recursos mínimos, fue muy a pulmón, rescatando computadoras que teníamos en la escuela, compramos algunas cámaras, micrófonos, parlantes y fuimos encontrando soluciones tecnológicas en el camino”, recuerda. Para implementar esta nueva metodología no necesitaron de recursos demasiado sofisticados. Con una computadora que tenga 4 GB de memoria ram a veces abren dos aulas híbridas desde la misma computadora. Las sesiones se arman a través de Google Meet y se necesita una cámara apuntando al docente y al pizarrón, un micrófono corbatero para el profesor y parlantes para un buen audio.
La experiencia pudo llevarse a cabo hasta el 5 de abril, durante el tiempo que duró la semipresencialidad. El director de Miguel la describe: “Venían a la escuela en forma presencial la mitad del curso durante una semana, unos 13 chicos que conforman una burbuja. La otra mitad de ese curso estaban conectados en forma remota a la misma aula donde estaban los presenciales y el docente. De este modo, el profesor daba su clases tanto para la burbuja presencial como para los estudiantes en remoto, haciéndolos participar de la misma forma. Cuando participa un estudiante remoto su voz se escucha por los parlantes y los presenciales escuchan, del mismo modo cuando un presencial hace un aporte también lo escuchan sus compañeros que están en remoto. Cuando se iniciaba la próxima semana se cambiaba de burbuja, y de esta forma lográbamos una situación de presencialidad en la virtualidad”.
En aquel momento se lograron implementar un total de nueve aulas híbridas, con recursos propios de la escuela y una buena conectividad. Las necesarias para dictar clases en todas las materias de los cinco cursos que conforman el nivel secundario, en las dos especialidades que ofrece el Complejo: economía y administración, y comunicación.
Con respecto al acceso a los recursos con los que cuentan las familias de los estudiantes, el director confirma que en general tienen acceso a la conectividad, pero que igualmente en la comunidad educativa hay situaciones variables. “Si una familia tiene inconvenientes de acceso o un alumno de integración tiene dificultades buscamos la forma de que se acerque y le armamos una máquina especialmente en la escuela”.
La nueva metodología tuvo su impacto en la práctica docente. El director reconoce que aquellos profesores y profesoras que tenían una preparación desde lo tecnológico no tuvieron inconvenientes y vieron facilitada su tarea diaria, mientras que para otros la adaptación a los nuevas herramientas resultó un verdadero desafío. Por parte de los alumnos, la instalación de estas aulas híbridas tuvieron un impacto ampliamente positivo, del mismo modo que para las familias, que apoyaron el proyecto y lo agradecieron. “Mantuvimos el mismo esquema de horarios que las clases presenciales en la normalidad, y además les pedimos a los que estén en remoto que se conecten con el uniforme de la escuela. Creo que ellos necesitan de esa continuidad y de cierto control, sobre todo en los primeros años. Hemos descubierto el recreo virtual, porque como mantuvimos la misma estructura, entre módulo y módulo tenemos 15 minutos de recreo y los chicos se quedan conversando entre ellos como lo hacen en cualquier recreo”, cuenta.
Esta práctica se interrumpió cuando lo dispuso el Ministerio de Educación y actualmente se impone la virtualidad total. Aún así, concurren a la institución directivos y preceptores, mientras que docentes y estudiantes se conectan en remoto a las aulas virtuales que están implementadas desde la escuela. Para el director la pandemia implica un “pensarnos permanentemente” y destaca que en lo que va del año la escuela que conduce ha podido generar una experiencia ampliamente positiva, no solo por la continuidad lograda en lo académico sino también en lo afectivo. “Esta forma de trabajo —dice— nos da una gran sensación de presencialidad en la virtualidad y la posibilidad de sostener los vínculos con los estudiantes y sus familias”.