Le hubiera gustado tener un pequeño departamento, quizás incluso un jardín. Sin embargo, la calle es su casa desde hace casi 30 años. Ahora, Richard Helmut Brox comparte su experiencia para ayudar a otros sin techo con su portal de internet ohnewohung-wasnun.de, que califica de “comparador de hoteles para pobres”.
Brox cumplió 50 años hace un par de semanas. Con una madre que no se podía hacer cargo de él, este alemán nacido en 1964 en Mannheim se convirtió en un chico amparado en hogares de tránsito y posteriormente en un niño tutelado tras la muerte de su padre, cuando apenas tenía 13 años.
Su paso por el sistema de acogida no fue un camino de rosas. En el orfanato golpeó en el abdomen a un educador que abusaba sexualmente de los jóvenes y acabó siendo castigado. Esa injusticia le persigue hasta hoy. “Con 14 era cocainómano”, recuerda el fornido hombre.
Muchos vagabundos tienen una historia similar: la culpa de su desahucio son las drogas, la culpa de las drogas una juventud sufriendo abusos y la culpa de una juventud en diversos orfanatos unos padres con problemas. En el caso de Brox, traumatizados sobrevivientes de los campos de concentración nazis que no podían cuidar ni de ellos mismos.
En 1985 su madre murió y poco después fue expulsado del departamento que compartía con ella desde hacía un tiempo. En ese momento comenzó su odisea ya como mayor de edad. Con todas sus pertenencias reducidas a dos bolsas de plástico, pasó su primera noche en un albergue para vagabundos. Por la mañana, las dos bolsas habían desaparecido. “No supe nada más de ellas”, indica.
Cinco años después, Brox se sometió a una desintoxicación. “Desde entonces estoy limpio y no fumo”. Ese hubiera sido el momento ideal para reinsertarse a la sociedad, pero, Brox lo dejó pasar. “No estaba aún preparado para ello”, cuenta.
En 2008 ayudó al periodista alemán Günter Wallraff en su investigación para la película “Unter Null - Obdachlos durch den Winter” (Bajo cero - sin techo durante el invierno). Como agradecimiento Wallraff le regaló una computadora portátil y un modem USB para conectarse a internet.
Brox vivió durante medio año en la casa del periodista y después volvió a su vida en las calles. Aún hoy recuerda esa época con orgullo. Gracias a su reportaje consiguieron cerrar un horrible albergue en Hannover y mejorar algo los centros para acoger a vagabundos en un parque de Franckfort.
Ayuda desde la web. A lo largo de estos años, Brox ha recibido ayuda. “Y por eso ahora quiero también ayudar a los otros”, explica. En su página web tiene una completa lista de direcciones de centros de asesoramiento, alojamientos y personas que ayudan a los sin techo.
Junto con la web para buscar alojamiento también ha creado la página de búsqueda de ayuda suchthilfe-deutschland.de. “La mayoría de los sin hogar tienen hoy en día un smartphone o pueden acceder a internet en los albergues. Hoy en día hay que estar conectado”.
“Me he movido mucho”, asegura Brox mientras habla de alojamientos sin calefacción, camas con colchones llenos de vómitos, personas que deberían ayudar pero que la única cosa que les dicen a los vagabundos es “desaparece de aquí”.
Sin embargo, también hay excepciones como los alojamientos a los que llama “hoteles de cinco estrellas”, por ejemplo la residencia de hombres de Göttingen o la casa Weissenburg en Düsseldorf. Los albergues reciben en su web una valoración, “los peores ni los menciono”, apunta.
“Para las personas sin hogar, esta página ofrece una primera orientación”, declara Werena Rosenke del Colectivo Federal de Ayuda para los sin techo en Berlín (BAG).
La BAG calcula que existen en Alemania cerca de 300 mil personas sin hogar y que esta cifra aumenta con el tiempo. También Frank Kruse, encargado de la Fundación Bethel en el Norte de ayuda a las personas sin hogar, alaba esta iniciativa de Brox.
Pero, ¿cómo un hombre sin estudios, sin formación, sin dinero ni casa acaba creando su propia página web? “Pura casualidad”, dice Brox, y recuerda a cuatro jóvenes en cibercafé de Berlín.
El quería simplemente entrar en calor cuando entró en el cibercafé en 1999, “pero los jóvenes eran de la organización Chaos Computer Club y me dieron enseguida un curso. Tres horas más tarde tenía mi primera página web y una dirección de e-mail”.