Tiempos violentos
En estos tiempos de violencia e inseguridad, muchas voces se alzan pidiendo pena de muerte. Ahora
bien, quisiera que antes de emitir un juicio, hiciéramos un pequeño razonamiento. Esa persona que
hoy queremos sacar de nuestra sociedad, ¿qué infancia tuvo?
20 de abril 2009 · 01:00hs
En estos tiempos de violencia e inseguridad, muchas voces se alzan pidiendo pena
de muerte. Ahora bien, quisiera que antes de emitir un juicio, hiciéramos un pequeño razonamiento.
Esa persona que hoy queremos sacar de nuestra sociedad, ¿qué infancia tuvo? Seguramente un padre
encarcelado en Coronda, un abuelo en Batán, un tío muerto por la policía, una madre prostituyéndose
por las calles para traer algo de dinero a casa, unos hermanos (por docena) muertos de hambre y
frío, dándole al paco en las esquinas. ¿Tuvo las mismas oportunidades que tuvimos usted y yo? ¿Pudo
ir todos los días a un colegio, tuvo la oportunidad de aprender y crecer? ¿Tuvo un padre trabajando
en una fábrica o un taller, una madre que lo esperara en casa preparándole la merienda, revisándole
la tarea? ¿Tuvo, en definitiva, un hogar? La Madre Teresa de Calcuta dijo: "La paz del mundo
comienza en el hogar". Con hogares destruidos, con falta de fuentes dignas de trabajo, con
ayudas indignas y esclavizantes por parte del Estado, con una educación cada vez
más ocupada en la copa de leche que en los contenidos, ¿qué podemos esperar que salga de nuestra
sociedad? Es como tener un perro en el fondo de la casa, encadenado. Y salir todos los días a
pegarle, manteniéndolo medio muerto de hambre, sed y frío. Y al primer día que, enloquecido de
furia y dolor, nos muerda, querramos matarlo "porque es un peligro". ¿Quién lo crió, y cómo? Qué
podemos seguir esperando de esta sociedad, de nosotros mismos, si no cambiamos desde la base. No
pido pena de muerte. Pido justicia. Pido educación. Pido trabajo digno. Pido igualdad de
oportunidades. Pido que, como sociedad, dejemos de condenarnos a muerte con cada chico pidiendo en
las calles, con cada joven sin ocupación, con cada adulto sin trabajo, con cada anciano sin
jubilación digna. Comencemos a exigir y a construir un país de provecho. Y ya no será necesaria la
pena de muerte, porque estaremos todos ocupados en ser útiles a nuestra sociedad.