Buena información y una logística destacable caracterizaron un golpe que pudo ser más
significativo aún si no fuera por un hecho fortuito. El miércoles por la noche, cuando en la
sucursal del supermercado La Gallega de Urquiza al 1000 ya había finalizado la atención al público,
delincuentes armados y uniformados con ropa de esa empresa ingresaron al lugar y cometieron un
fugaz asalto. Los maleantes —cuatro o cinco según se hable con la policía o las
víctimas— redujeron a seis empleados y en menos de 10 minutos se llevaron unos 15 mil pesos
recaudados en siete de las ocho cajas del comercio.
Urquiza entre Mitre y Sarmiento. Sobre esa cuadra, frente al boliche El Rey, está ubicada una de
las 14 sucursales que tiene La Gallega en el departamento Rosario. El súper, que no tiene cámaras
de seguridad, está conectado con un depósito con entrada y salida por calle Sarmiento al 500 y en
el frente tiene una línea de ocho cajas, de las que habitualmente funcionan siete. El miércoles,
como es costumbre, el negocio cerró su atención al público a las 22, aunque hubo clientes en su
interior hasta pasadas las 22.15.
A partir de ese momento comenzó el trabajo del arqueo, lo que en la jerga se conoce como
“rendir la caja”. Pasada la hora de cierre se bajaron las persianas del local aunque
una quedó semiabierta para permitir que los seis empleados que quedaban en el lugar (un encargado,
un custodio privado y cuatro cajeras) se fueran retirando.
Pero cerca de las 23, un hombre con remera blanca de las que le provee la empresa a sus
empleados, se acercó a la puerta vidriada y golpeó. “Lo miré y tenía ropa de La Gallega.
Pensé que podía ser un empleado de reparto de otra sucursal que necesitara algo. Cuando el hombre
de seguridad le abrió la puerta, sacó un arma y me metió”, recordó Raúl, encargado del
comercio. Así comenzó el atraco.
Todos al piso. Tras esa avanzada ingresaron más delincuentes. Todos vestidos con uniformes del
súper: algunos con remeras y otros con chalecos y buzos. Para los pesquisas eran cuatro, pero los
empleados hablan de cinco ladrones. “Estaban muy tranquilos y sabían lo que buscaban”,
recalcó el encargado. “Sabían detalles del local, mi nombre y que yo me quedaba la noche el
miércoles, algo que no hago todos los días. Tenían mucha información específica”,
explicó.
Los ladrones se dividieron las funciones. Dos llevaron a los empleados hasta la zona del
mostrador de admisión, donde se había concentrado el recuento de las cajas. Los hicieron pasar del
otro lado y tirar al suelo, aunque no los ataron. A los empleados varones los golpearon como para
hacerles sentir el rigor del poder. “Yo vi que dos de los ladrones estaban armados con
revólveres, pero las chicas dicen que todos tenían armas”, recordó el encargado.
“Querían que los llevara hasta la caja fuerte”, relató Raúl. Pero ahí entró a jugar la
suerte.
Llamado preciso. Cuando los ladrones entraron al local, una de las empleadas hablaba por celular
y con el altavoz encendido con otro encargado del súper que estaba de franco. “El empleado
escuchó que estaban robando y llamó a la policía. Uno de los ladrones se dio cuenta de eso y dio la
alarma: «Vamos, vamos que llamaron a la cana». Y se fueron sólo con el dinero de las cajas”,
explicó Raúl. “Es muy difícil saber cuánto se llevaron. En las cajas había dinero de la
recaudación del día, pero periódicamente se van realizando retiros. El último fue a las 21.30. Pero
el miércoles fue un día de mucho movimiento”, precisó.
“Conocían bien cuáles eran los movimientos. El novio de una de las empleadas, que la
esperaba en la vereda, dijo que vio a varios hombres vestidos con ropa del súper en la entrada del
depósito, pero como tenían ropa del negocio no le resultó raro”, aportó otro trabajador.
“Venían preparados para llevarse más plata, todos tenían mochilas”, comentó. El golpe
duró menos de 10 minutos y ninguno de los empleados pudo ver en que vehículo huyeron. El atraco fue
denunciado en la comisaría 3ª aunque también participó en un primer momento un móvil del Comando
Radioeléctrico.