El ser humano que se precie de tal debe conocer el pasado, vivir el presente y proyectar el futuro. Acopiará en su mochila: orígenes que implican herencia genético-cultural, experiencias-aprendizajes cotidianos, objetivos claros que harán posible la meta. Sin embargo, hace medio siglo, obnubilado por la idea de que todo lo puede, empezó a desechar herramientas que le permitían ser artífice de su vida. Así alivianó su carga, pero perdió los medios que le aseguraban sus derechos. ¿Cómo resistirse a la oferta tentadora del facilismo y la banalidad, al triunfo sin esfuerzo, a la popularidad sin constancia, al bienestar económico sin trabajo, a la verdad "relativa"? Tentaciones que sólo contribuyeron a confundirlo y no advertir que si cae el sistema los archivos se borran y los valores tocan el piso. En este mar de tinieblas los oportunistas merodean, modifican todo sin oposición alguna. Situaciones similares vivimos en nuestro país desde hace tiempo, asistimos a la sucesión de feriados existentes, desplazados, creados o reubicados, pensando en el descanso y desconociendo la razón de los mismos. Así el feriado del 2 de abril (desembarco de las tropas argentinas en Malvinas 1982) reemplazó al del 10 de junio (decreto designando a Luis Vernet gobernador político militar de las Malvinas, 1829). Si la finalidad fue destacar la valentía de los jóvenes, la guerra se libró de mayo a junio y el día del hundimiento del Belgrano, en forma tan noble como fue su vida y la de su tripulación, hubiera sido una perfecta síntesis del espíritu que guiaba a nuestros compatriotas. Respetar el 10 de junio hubiera significado el sostenimiento de los derechos de soberanía sobre las islas y el reconocimiento de todos aquellos que "iluminados por el fuego" lucharon y lucharon aunque se sintieran vencidos. Lo que repugna es el "olvido".