Recuerdo la espera de mi sorteo para el servicio militar; tal vez lejos de la opinión de muchos, deseaba hacerlo. Pero Dios quiso que el número fuera el 175, me salvé. Alegría de todos y decepción para mí. Llegó la hora de defender nuestra patria y con tan sólo 17 años, fui solo a pedirle a la Armada que me tomara como voluntario. Mi madre no lo sabía; claro, cómo explicarle. Me echaron como si fuera un loco, sin rumbo. Tenía todo lo que un adolescente deseaba tener, una familia, mi trabajo, un padre comerciante y asegurado mi futuro, educación, bienestar y una novia. Pero Malvinas me llamaba, dentro de mí sentía un gran compromiso, ese mismo que los borrachos de turno no tenían: humillaron a nuestros soldados, deshonraron nuestra bandera, se atrincheraron en su locura y pusieron a todo un pueblo detrás de una cortina de humo, que no supimos despejar. "Dos de abril, prohibido olvidar", reza un cuadro que me regaló un ex combatiente. Y es así, la memoria no debe ser ignorada, porque hay sangre en nuestras islas, sangre de argentinos y lágrimas de madres. Gracias soldados, no importa los gobiernos de turno, Malvinas no se olvida, porque ustedes la defendieron, lucharon contra el enemigo. Y no hablo de los ingleses, hablo de nuestra propia cadena de mando. Ellos perdieron la guerra y ustedes ganaron el honor. Materia pendiente, incompetencia gubernamental, podrán clavar en nuestra tierra muchos monumentos, pero sólo son piedras. El mejor monumento es la valentía y entrega contra toda adversidad de parte de ustedes y de la sangre y lágrimas de los caídos y de las madres del dolor. A ellas va mi carta, yo no olvido y mas allá del dolor, quiero que sepan que hay un argentino que las acompaña y agradece a todos los ex combatientes que lucharon, a los que sobrevivieron y a los caídos por una Argentina digna. Hoy en Malvinas no flameará nuestra bandera, pero está regada de valor y entrega, y cada cruz es la semilla de la recuperación. Volveremos a buscar a nuestros caídos, sé que algún día será así y viviré para ver flamear sus corazones.