Los 15 mil habitantes de La Punta pueden sentarse todos juntos en el estadio de fútbol de su ciudad. También pueden filmar una película en el estudio que tiene, pero no hay cine para verla. Pueden visitar el Cabildo sin moverse de su provincia y, a fines del verano, hasta pueden ver pasar por su avenida principal las carrozas del carnaval de Río sin salir del país.
No es broma. En La Punta, la pequeña localidad de San Luis fundada en 2003 por Adolfo Rodríguez Saá y ubicada a sólo 20 kilómetros de la capital provincial, pueden pasar éstas y muchas cosas más. La Capital viajó para conocerla después de haber sido elegida sede argentina a la hora de competir por la organización de los Juegos Panamericanos 2019.
Esta localidad seca, ventosa, rodeada de bellas sierras y quebrachos blancos que se salvaron del impiadoso incendio de 2009, está salpicada de construcciones monumentales costosísimas. Es surrealista, controvertida y polémica.
Compitió con Rosario para organizar el acontecimiento deportivo y ganó. Prometió en su proyecto construir una villa olímpica para 9 mil atletas, ecológica y casi futurista por la que la provincia asegura que pagará más de 2 mil millones de pesos de su propio bolsillo. La mayoría de sus habitantes, que viven en uniformes y pulcras casas de planes de vivienda provinciales, están felices con el triunfo y también con el proyecto.
Antes de ingresar a la ciudad, quien visita La Punta debe pasar frente al único hotel del lugar: de 4 estrellas, con casino, lago e hipódromo; un complejo que evoca a Las Vegas en medio del paisaje desértico.
La localidad está atravesada por impecables y luminosas avenidas, un sello de San Luis, que muchos halagan y otros tantos interrogan llenos de sospechas. La actitud deriva inevitable de la asombrosa obra pública y de las faraónicas construcciones de los hermanos Rodríguez Saá.
La Punta no está ajena a ambos atributos. La localidad está poblada desde hace nueve años por familias que migraron desde distintas provincias en busca de una vivienda digna y una vida tranquila. Los habitantes se sienten agradecidos y punteños de alma aun sin serlo. Porque aseguran que lograron ambas cosas y más. Dicen que no lidian con el tránsito saturado, la falta de trabajo, la inseguridad urbana, la maraña del cableado aéreo, ni con la falta de agua, gas y luz. Reconocen que ganan poco y que no tienen gremios donde nuclearse ni defener sus derechos laborales, pero lo justifican al marcar que tampoco tienen muchas opciones para usar el dinero.
Y así, sin preguntar demasiado por qué y cómo, conviven con una anacrónica réplica del Cabildo de Buenos Aires y con un campus universitario que varias capitales de provincia envidiarían, pero donde sólo se dictan tecnicaturas. También coexisten con un set de cine, que se presenta como el más grande de Latinoamérica y donde desde hace unos años, tras el carnaval carioca, decenas de brasileños replican allí sus carrozas para lucirlas en una localidad cercana, Potrero de los Funes.
No obstante, no tienen sala de cine, pero no se quejan, aun cuando la carencia los privará de ver en julio el estreno de la última producción local: el filme "Soledad y Larguirucho". La película está protagonizada por la cantante de Arequito y el clásico personaje de García Ferré, quien también creó para San Luis el indiecito del logo de los Panamericanos.
Quedan cosas por hacer, pero los punteños están acostumbrados a los sueños que parecen inalcanzables y a las obras. A lo que no lo están es a que sus triunfos tuvieran eco en todo el país. Esta vez se les dio y no tienen ganas de hacer preguntas, sino de celebrar. Lo hicieron esta semana sin alardes, en su plaza. Y piensan volver a hacerlo si se convierten en la sede de los juegos.