Pedro Almodóvar expuso toda su vulnerabilidad en la película semiautobiográfica “Dolor y gloria”. Ahora regresa a la femineidad no sólo con el cortometraje que aspiró al Oscar, “La voz humana”, sino con una próxima producción que lo reúne nuevamente con su musa Penélope Cruz. “Madres paralelas” comenzará a rodarse hoy en Madrid, reveló el maestro manchego del cine, quien aprovechó el confinamiento para escribir un nuevo guión al ver frustrados sus planes de filmar el año pasado por primera vez en Estados Unidos debido a la pandemia. Cruz y Almodóvar ya habían trabajado juntos en “Los amantes pasajeros” (2013), “Los abrazos rotos” (2009), “Volver” (2006), “Todo sobre mi madre” (1999) y “Carne trémula” (1997).
“Vuelvo al universo femenino y a la maternidad también, que es un tema que siempre me ha apasionado. Pero en este caso la maternidad, las madres que aparecen, son muy distintas de las que ha interpretado antes Penélope”, dijo Almodóvar. “Son madres digamos muy imperfectas, y es la parte casi que como autor más me ha interesado, sobre todo porque madres abnegadas y heroicas ya he hecho varias. Y va un poco sobre la descendencia, sobre los hijos, pero también sobre los ancestros y bueno pues, sobre la familia”, agregó.
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Penélope Cruz y Almodóvar en “Los abrazos rotos” (2009).
Y eso no es todo lo que tiene entre manos. Tras haber filmado su primera producción en inglés con Tilda Swinton, una adaptación de la obra teatral “La voz humana” de Jean Cocteau sobre una mujer desesperada tras el abandono de su pareja, planea aventurarse con otro corto en inglés y en un género que aún no ha explorado: el western.
Y es que la experiencia de hacer un cortometraje “ha sido muy refrescante para mí”, expresó Almodóvar, cuyo último corto había sido “La concejala antropófaga”, de 2009. “He recuperado un poco esa sensación lúdica que para mí era el rodaje de las primeras épocas, de las primeras películas, porque me he permitido más libertades de las que últimamente he podido permitirme”, dijo.
El cineasta de 71 años, quien tuvo Covid justo antes de que la cuarentena comenzara en España hace un año, conversó con AP sobre el confinamiento de la protagonista en “La voz humana” y las libertades técnicas que se tomó, además del papel del streaming en la pandemia y su deseo de trabajar con la estrella de “Gambito de dama”, la argentina Anya Taylor-Joy (ver aparte).
Yo soy partidario de las plataformas. Mi lucha es que el modelo de los cines no desaparezca, sino que debe convivir con la ficción por streaming Yo soy partidario de las plataformas. Mi lucha es que el modelo de los cines no desaparezca, sino que debe convivir con la ficción por streaming
—Hace menos de dos años me contaste que esperabas filmar tu próxima película en inglés, entre Texas y México. También dijiste entonces, palabras sabias, que “hasta que no estás rodando nunca sabes si esa es la próxima película”. ¿Quién iba a pensar que el impedimento iba a ser una pandemia?
—Pues sabes que justamente iba a empezar a preparar ese western del que te hablé, pero claro, como es un año donde no se puede viajar, no he podido buscar las locaciones... Entonces he escrito otro guión y es el que voy a hacer ahora. En español, en Madrid, y de un modo asequible. Con actores de aquí. Porque durante este año todo lo que tenga que ver con un viaje internacional es imposible.
—Y vuelves a tener a Penélope Cruz como madre...
—Sí, vuelvo a tener a Penélope como madre, únicamente que ella que es muy buena madre, así que en este caso le va a resultar más difícil. El papel es más duro comparándolo con las madres del pasado. Pero ya hemos ensayado mucho y yo espero que esté muy bien. No en vano ya nos conocemos mucho.
—Has dicho que habías coqueteado con la idea de adaptar “La voz humana” desde hace muchos años. ¿Tuvo algo que ver que la historia se desarrollara en confinamiento con la decisión de hacerla en ese momento?
—La verdad es que la tenía pensada antes de que llegara el confinamiento, pero sí que la película, además de una historia de una mujer desesperada por el abandono de su amante, ese sí que es un confinamiento, el hecho de no ver la luz más allá del túnel cuando alguien está tan locamente enamorado como Tilda Swinton en la película. Se convierte en una metáfora de esta época, porque ella está confinada primero en el decorado que hemos hecho para su casa, pero después ese decorado forma parte de otro lugar también cerrado en el que se mueve como un fantasma, que es el estudio donde se rueda.
—La cámara se sale en más de una ocasión de las paredes del apartamento para mostrar el set y los equipos como si se tratara de exteriores. ¿Es un guiño al teatro y un énfasis a ese confinamiento en el que nos encontramos?
—En efecto. Como experimento tenía muchas ganas de salirme del decorado y mostrar, digamos, la materia del artificio cinematográfico, como las maderas, la construcción, las paredes vacías. Pero además también no era sólo un capricho visual sino, por ejemplo, el hecho de que una mujer esté en una terraza mirando el “skyline” (la línea del horizonte) y comprobemos que no existe “skyline” sino lo que hay es una pared, da la impresión de que su soledad es mayor, que vive dentro de la oscuridad y vive casi como un fantasma. El hecho de tener también la conversación (telefónica) en movimiento con los “earphones” (auriculares) y no ver a quién se dirige le da un aire de soledad mucho mayor al personaje y resulta también más fantasmagórico. He tratado de unir lo puramente teatral, que es el monólogo, con también algo esencialmente cinematográfico, que es el lugar donde se rueda y los materiales con los que se rueda. No es teatro filmado, pero es teatro dentro del cine.
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Almodóvar junto a Tilda Swinton, protagonista del cortometraje "La voz humana".
—Tilda es completamente magnética en esta película. ¿Qué tal fue trabajar con ella?
—Pues yo tenía un poquito de miedo por el hecho de enfrentarme al inglés, pero por otra parte también era una de las razones de hacer el corto, que el hecho de que durara 30 minutos era una especie de ejercicio para descubrir si era capaz de dirigir en inglés. Entonces iba un poco con aprensión, pero la verdad es que ha sido clave la intervención de Tilda porque desde los primeros ensayos se creó una química increíble entre los dos. Nos hemos entendido desde el primer momento y yo no he tenido la sensación de estar hablando en otro idioma. En definitiva, el idioma que hablábamos los dos era el idioma del cine.
—Tu último cortometraje había sido “La concejala antropófaga” de 2009. ¿Qué tal fue retomar este formato?
—Pues fíjate que cuando yo terminé “Dolor y gloria” había una pregunta que nos hacían siempre que era cuál es tu próximo proyecto o qué es lo que te gustaría hacer. Se desconcertaron un poco cuando yo dije que lo que a mí me apetecía y con lo que soñaba era con hacer un corto, y con hacer justamente este. No es que yo hubiera perdido la libertad haciendo “Dolor y gloria”, en absoluto. “Dolor y gloria” es una película absolutamente libre en todos los aspectos, pero el metraje de hora y media o dos horas te obliga a unas cosas que no tienes por qué tenerlas en cuenta. Quiero decir, al ser 30 minutos yo me he permitido muchas más libertades de los que me permitiría un largometraje.
—Siempre has sido un defensor de la experiencia cinematográfica. Bajo las circunstancias actuales, ¿qué opinas del formato de streaming? ¿Ha cambiado tu percepción del streaming en este momento?
—El streaming ha llenado el vacío que en mí dejaba el hecho de no poder ir al cine. En Madrid hay cines abiertos, pero la programación es modesta. Aun así, sigo yendo por lo menos una vez a la semana. Yo soy partidario de las plataformas. Mi lucha es que el modelo de los “theaters”, de las salas de cine, no desaparezca sino que debe convivir con la ficción en plataformas. Es muy importante estar en una sala donde la pantalla es mucho mayor que la casa donde vives. Las grandes películas, las buenas películas, merecen absorberte por entero.