Coudet habló, habla y seguramente seguirá hablando de que pretende un equipo intenso. Sus colaboradores, en especial el preparador físico Ernesto Colman, trabajan para que Rosario Central no pierda esa intensidad que hasta aquí lo ha caracterizado en el juego. Y si de intensidad se trata, al Canalla no le queda otra que seguir transitando el carril que eligió tomar en busca del protagonismo y que a la luz de los resultados viene usufructuando de la mejor manera. Pero más que el ímpetu que le mete a cada partido, lo que no deberá cesar de aquí en más es la intensidad que tiene que ver con esa fisonomía de equipo con pretensiones. Es que restan ocho fechas para el final del torneo y tres partidos (en el mejor de los casos) a todo o nada por Copa Argentina. ¿Qué quiere decir esto? Que el equipo de Chacho está (ahora sí) en medio de una recta final de semestre que incluye dos competencias, con posibilidades concretas en ambas, aunque con mayores chances en una (la Copa Argentina) que en la otra.
El principal aliado que puede tener hoy Central es ese convencimiento de que la pelea aún forma parte de ese ideal fijado a principios de temporada. Claro que en aquella época a lo que se hacía básicamente hincapié era al torneo local, precisamente la meta que parece un poco más lejana. Y lo de “lejana” tiene una explicación algo lógica. Porque Boca está a 7 puntos de distancia, por lo que el Canalla necesita al menos 3 partidos para darle alcance. Y en el medio está San Lorenzo (a 5) y Racing, que tiene pendiente la resolución del partido contra Godoy Cruz.
Poco más de dos meses separan a este Central de lo que realmente merecerá. Pero serán dos meses en los que aminorar la marcha significaría un pecado capital al que nadie querrá exponerse. En el medio estarán las contingencias propias del fútbol coqueteando con resultados que potenciarán el espíritu o castigarán alguna mala tarde, pero eso vendrá de la mano de la sabiduría, el temple y, por qué no, de ciertos imponderables.
Podría entenderse como ventaja contar con ocho rivales de poca monta, que hoy se encuentren de mitad de tabla hacia abajo. Pero, paradójicamente, para Central es una ventaja tener entre esos ocho equipos a enfrentar en el torneo a los dos mejores: Boca y San Lorenzo. La explicación es sencilla: es la única forma de sumar sin que el rival lo haga, con los riesgos que ello implica, claro. Y en el medio un clásico más, que puede arrojar un resultado desfavorable, pero que de la misma forma puede inyectar una alta dosis de confianza de cara a las últimas fechas.
Para todo ello la intensidad debe ser la misma que para lo que depare la Copa Argentina. Es que por estos días a ese desafío se lo mira de una manera distinta. Con mucha más saña que hace un tiempo. Porque al posar la vista al frente lo que se observan son 270 minutos para la obtención de un título y, además, la clasificación a la Copa Libertadores. También tiene su grado de complejidad. Por primera vez desde que se retomó la competencia en esta instancia (cuartos de final) quedan todos equipos que militan en primera división. De allí la alta exigencia que puedan llegar a poner cada uno de ellos. Central ya sabe que deberá enfrentar a Estudiantes, mientras que en una hipotética semifinal ya se anotaron San Lorenzo o Racing.
No obstante, a esta altura hay pocas cosas que puedan llegar a amedrentar a un Central que fijó pautas y estableció objetivos allá por febrero, antes de iniciarse todas las competencias.
Resultará decididamente más sencillo ensayar análisis y balances cuando todo llegue a su fin. Allí habrá ítems que se colocarán en la columna del haber y otros en la del debe. Lo que hay hoy es la visualización de un futuro que le abre sus puertas a una ilusión que debe encontrar sustento en el convencimiento, el juego, la inteligencia y hasta si se quiere la fortuna. ¿Algo más? Sí. La intensidad que se les puso a los 25 partidos disputados en el año es la que se les debe poner a los posibles 11 que restan.