“Lo que veníamos pensando era un espectáculo de terror”, sorprende Daniel Casablanca, integrante de Los Macocos, la tradicional agrupación conocida por hacer humor, cuando cuenta cómo surgió la obra “¡Maten a Hamlet!”. Esta versión con dirección de Sebastián Irigo cuenta la historia de cuatro bufones que llegan a Dinamarca con el sueño de ser recibidos por el gran Yorick, bufón de la corte de Elsinor, pero lo hacen justo cuando el rey fue asesinado y las cosas en el castillo no están nada bien. “Tiene tragedia, terror, un clásico muy popular que es menos conocido de lo que uno cree. Es una versión divertida, poética, pero muy rigurosa con el original”, adelantó el actor y director sobre la pieza que junto a Martín Salazar, Marcelo Xicarts y Gabriel Wolf estrena este sábado, a las 21, en el teatro La Comedia (Mitre y Cortada Ricardone).
¿Cómo surge esta idea hacer “Hamlet” por Los Macocos y la tragedia junto a la comedia?
Lo que veníamos pensando era un espectáculo de terror. Estábamos hablando de fantasmas, de aparecidos y de repente Martín dice, che, yo vengo leyendo “Hamlet” y me parece que podemos tener tragedia, terror, un clásico muy popular que es menos conocido de lo que uno cree, pero es el más conocido de todos. Hay muchos chicos jóvenes que les preguntamos che, ¿conocés “Hamlet”? No, pero ví el capítulo de “Los Simpsons” que habla de «Hamlet»” (risas). Y la verdad que es una opción divertida, poética pero muy rigurosa con el original. Es una puesta de “Hamlet” con la visión de los actores.
¿Cómo se relacionan los bufones con los personajes de Shakespeare?
Pensá en esos actores que llegan a un castillo para representar un obra y divertir al príncipe y en la mitad de la obra todos empiezan a gritar y a partir de eso a matar. Y uno de ellos dice ¡¿qué hicimos mal?!. La obra está vista desde el lugar de los actores que en este caso son bufones que se hacen pasar por actores que entran al castillo para hacer el desenlace de la obra. Se encuentran metidos en medio de una tragedia y ellos lo que quieren es cobrar y comer, nada más (risas).
Ustedes se formaron en el Conservatorio. ¿Cómo se encuentran con el humor?
Lo que pasa es que siempre hay un prejuicio con respecto al humor y la comicidad como un género menor o que podría no ser tan catedrático y en realidad, como decimos siempre, el humor es una cosa seria. Y alguien puede decir sí, pero cómo se divierten... nos divertimos cuando estamos haciendo la función pero cuando estamos trabajando es un complejo, muy serio. Hay distintos lenguajes de humor, uno físico, otro más gestual, otros de texto, de construcción de personaje, otro que tiene que ver con las idas y vueltas del texto, de la dramaturgia, además de la poesía que en realidad no está conectado con el humor. El contenido no es humorístico.
En esa escala que hacés del humor, ¿cómo definís el estilo de Los Macocos?
Creo que hacemos humor popular, intentamos ser masivos, no dejar nadie afuera. Sí tenemos capas, donde de repente hay guiños. La persona que conoce mucho “Hamlet” se puede reír con algunas cosas, la gente que vio un poquito “Hamlet” también y los que no lo conocen, lo pueden conocer y no quedan afuera. La idea es integrar públicos. Es un espectáculo familiar. Lo que sí, con respecto a otros espectáculos de Macocos, es un humor muy blanco donde puede venir un nene de 8 años hasta alguien de 80. Por otra parte, nuestros espectáculos pueden ser algunos de más crítica, o más ácidos, o con humor negro, pero en este caso es un humor blanco, para toda la familia. La verdad es una posibilidad de ver un Shakespeare, en este caso un “Hamlet” con un poco menos de solemnidad.
¿Cuál es la forma de abordar hoy los clásicos?
Más allá del humor creo que hoy la única manera de hacer los clásicos es quitándole el falso respeto y contar los textos a partir de la necesidad del artista y de lo que quiere contar utilizando como puente a Shakespeare. Si no uno ve algunas puestas medio muertas. Ahí todo lo académico y lo técnico si no está al servicio de hacer teatro hoy es medio un teatro muerto. Por supuesto que para que esté vivo no tiene que ser gracioso, pero lo que no tiene que tener es solemnidad. Ahora nosotros en Buenos Aires estamos haciendo una versión de “Macbeth” que es mucho más ceñida al texto, pero no deja de tener humor y es la tragedia de hoy. Creo que Shakespeare nunca dejaba de reírse. El personaje Hamlet es un personaje que tiene humor, que se hace el loco, que se burla de todos. Pero por qué pensar que para este teatro isabelino en el que el público entraba con las ovejas, los perros, los chicos, comían, por qué iba a ser una cosa seria. Como las obras de Mozart. Con “La flauta mágica” hoy te matan con un adoquín en la cabeza si aplaudís en la mitad de la ópera pero era una ópera súper popular y a veces me parece que con el falso respeto se pierde un poco el espíritu del artista que lo creó.
¿Qué pasó con el humor en Argentina? ¿Cambió de manos? ¿Lo que antes se ejercía en la televisión hoy se ejerce en las redes, en las plataformas, y después sin embargo llenan teatros?
Hace mucho tiempo que cuesta el humor en la tele y por otro lado hoy tenemos los standaperos de Instagram como referencia. Pero creo que Diego Capusotto es uno de los grandes capocómicos y de repente no hace tanto teatro. Hacían más teatro cuando estaba con Fabio Alberti. Creo que hay humor, hay comicidad, hay siempre buen teatro y mucha variedad, pero no deja de ser siempre núcleos pequeños con respecto a la masividad que puede tener la tele o una plataforma. Florencia Peña o Guillermo Francella, son de una tele de hace 20 ó 25 años, pero siguen siendo capocómicos en el teatro, pero en general en producciones súper comerciales. Y los standaperos además de ser masivos, ellos mismos comunican su trabajo en las redes. Creo que el teatro está muy rico, muy variado, pero siempre son nichos pequeños en la medida que no estén ligados a alguna red publicitaria. Y la tele me parece que ya está siendo una adaptación. Creo que hoy existe una oportunidad de hacer humor en otro tipo de plataforma y a partir de ahí tener más público en el teatro. Y por otro lado, el teatro no muere nunca, sobrevive a todas las modificaciones, está intacto.
UNA INFANCIA ROSARINA
La relación de Daniel Casablanca con Rosario se remonta a su infancia. Además de las giras con distintas obras -“Forever Young”, “Lutherapia”, “Toc Toc”, “La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi”, “Don Juan de acá” y “Adiós y buena suerte”, que hicieron invitados por la Asociación Filodramática que dirigía Cristian Marchesi- Casablanca contó que la ciudad está asociada a su historia desde su niñez. “Pasé toda mi infancia allá porque mi abuelo, Adolfo Casablanca, era crítico de música de La Capital, y una de mis tías era cantante del coro de Cristián Hernández Larguía”, contó el artista y añadió: “Yo pasé todos mis veranos en San Luis y Laprida, de diciembre a marzo, en una casa que ahora está en venta porque mi tía falleció a los 97 años. Ella era la única tía Casablanca que quedaba. Además papá de joven estuvo mucho en los teatros independientes, era amigo de Carlos Serrano, de Luis Filipelli. Después hizo teatro independiente en Buenos Aires, pero siempre como dramaturgo”.