El Cairo. —
El Cairo. —
Los egipcios estaban eufóricos durante las elecciones parlamentarias el año pasado. Todos querían participar en ellas y elegir el "Parlamento de la Revolución". Los habitantes del país del Nilo fueron llamados a votar de nuevo, ayer y hoy, esta vez para decidir quién será el presidente del país, de un total de 13 candidatos. Pero ya no se puede hablar en absoluto de euforia. Muchos egipcios ven sólo dos alternativas en estas elecciones: una versión "light" del ex presidente Hosni Mubarak o un islámico radical que trate a los cristianos y liberales como ciudadanos de segunda clase.
Los comicios se celebran después de una campaña electoral sucia en la que los candidatos liberales acusaron a los islámicos de querer convertir Egipto en una especie de dictadura talibán. Por su parte, los tres islamistas confesos que compiten entre ellos por el primer cargo estatal insultan a sus rivales seculares como "restos del antiguo régimen" de Mubarak. El que alguno de los candidatos consiga más del 50 por ciento de los votos en la primera ronda parece improbable. Por eso, la cuestión ahora es si dos candidatos islámicos se enfrentan en la ronda de desempate el 16 y 17 de junio o si lo hace un secular contra uno islamista. En total son cinco los candidatos que tienen posibilidades de llegar a la ronda final: Mohammed Mursi, el candidato oficial de los Hermanos Musulmanes; Abdel Moneim Abul Futuh, un antiguo miembro de la misma organización; Amre Mussa, ex secretario de la Liga Arabe; Ahmed Shafik, el último jefe de gobierno de Mubarak, y el izquierdista Hamdien Sabbahi, favorito de la juventud.
La elite del país, que el año pasado celebró que los militares forzaran a Mubarak a dimitir, se muestra ahora profundamente frustrada. Sobre todo académicos y empresarios se preguntan si la democracia en base al principio "una persona un voto" es el camino correcto para un Estado en el que una cuarta parte de la población no sabe leer ni escribir. "Resulta irónico que la revolución, que comenzó como un movimiento libertador de la dinámica juventud egipcia, nos conduzca ahora a marchas forzadas de una dictadura a la siguiente, esta vez a la dictadura de los hombres sagrados", afirma un joven empresario de El Cairo, que hace un año se mostraba todavía optimista. "En verdad, confieso con gran tristeza, que comienzo a preguntarme si el viejo régimen era tan malo. Que Dios proteja a este bendito país de los ignorantes y codiciosos", añade. "Querido Amre Mussa, ¡por favor sálvenos de los hipócritas!", clama por su parte una profesora de inglés. Radwa Fausi quiere dar su voto a Sabbahi "porque mantiene su distancia frente a los Hermanos Musulmanes y aboga por la justicia social". Pero como muchos simpatizantes del "único revolucionario" entre los candidatos, también teme que su voto "se pierda" porque en los sondeos Sabbahi aparece muy abajo en las preferencias.
Gobiernos occidentales y compañías extranjeras en El Cairo declararon que siguen del lado de Egipto aunque en el Parlamento haya más de un 70 por ciento de diputados islámicos. Pero en realidad hay mucha hipocresía en sus afirmaciones, pues ven con gran preocupación el acontecer económico y político. También un sondeo del instituto demoscópico Pew causó alarma para defensores de la democracia. A la pregunta de qué país debe ser un ejemplo para el papel de la religión en la política y el gobierno, si Turquía o Arabia Saudita, un 61 por ciento abogó por el modelo saudita. Tan sólo el 17 por ciento de los egipcios apoya un sistema como el de Turquía, gobernado por un partido islámico pero secular.