Más que satisfecho, el decano de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), José Goity, dedica un buen rato a explicar la relevancia de que el pedagogo norteamericano Michael Apple visite esta universidad pública, donde será distinguido con el título de Doctor Honoris Causa. Asegura que la llegada del educador "es una declaración de principios" de la educación comprometida a la que se aspira. También aprovecha la charla con La Capital para fijar posición y reclamar el debate por "una ley de educación provincial"; además de manifestar que se siente "defraudado" por la "participación burocrática" asignada por la provincia a su facultad en la reforma curricular del secundario,
El lunes 25 de marzo Humanidades inaugura su año académico. Lo hará con la presencia de Michael Apple, un estudioso norteamericano de la pedagogía crítica comprometido desde su trabajo intelectual en cuestionar las relaciones entre educación y poder, y abocado a la democratización de las prácticas y las políticas educativas. En esa oportunidad Apple será reconocido con la distinción Doctor Honoris Causa por la UNR. Además ofrecerá una conferencia y un foro abierto a los docentes. También dictará un seminario doctoral.
Apoyo de la UNR. Goity destaca el rol del Programa Origen de la UNR para facilitar esta visita, que tiene "impacto social, no sólo académico". Recuerda también que es "el primer reconocimiento Doctor Honoris Causa" dado en su gestión como decano. "Este tipo de distinción —continúa— se apoya en el pilar académico y en el compromiso social, porque importa el aporte que se ha hecho al progreso de la sociedad, y en ese sentido Apple lo tuvo desde sus orígenes fundando sindicatos docentes y comprometiéndose con el derecho a la educación".
Otra cuestión sustancial —dice el decano— "es la vinculación que ha tenido con nuestra universidad, desde su impronta ideológica académica y política que ha marcado a pedagogos en su formación. Yo provengo de Ciencias de la Educación y nos ha marcado en nuestro compromiso".
"Con la presencia y distinción de Apple —añade— estamos fijando una declaración de principios institucional académica a esa trayectoria. Es una manera de decir que nos identificamos plenamente con esos principios ideológico-filosóficos que sustentan sus prácticas". También "es un aporte a la discusión política de la educación santafesina".
—¿Qué otros aportes pueden afianzar ese compromiso de la universidad para resolver los problemas educativos más cotidianos?
—Estoy convencido de que la universidad, no sólo en educación pero muy especialmente en educación, tiene que tener más incidencia y presencia en la agenda pública cotidiana, en los problemas concretos. La universidad adolece de dificultades en ese tipo de participación. De todos modos lo hace, un poco anárquicamente por su propia estructura. Hay un especialista de la educación superior (Burton Clark) que define a la universidad como una anarquía organizada. Es difícil organizar y potenciar los aportes que se hacen de manera individual, pero estoy convencido de que los aportes deberían ser más esfuerzos para participar sistemáticamente en las decisiones de la agenda pública. Una es poder orientarla, generar temas de agenda, emitir opiniones y aportes concretos. No es que esos temas no existan sino que no tienen visibilidad.
—¿Cómo hacerlo?
—Mi intención es generar una masa crítica que se oriente a hacia eso. Por esa multiplicidad de funciones propias de la universidad cuesta terminar de concretarlo, pero ya lo tenemos prácticamente armado, hablo de hacerlo a través de un "Observatorio de políticas públicas en educación". La idea es lanzarlo este año. Se trata de un laboratorio donde podamos establecer algunas líneas de aportes y monitoreo de lo que son las políticas públicas de educación en general.
—¿Por ejemplo?
—La provincia de Santa Fe no tiene una ley de educación provincial. Es verdad que tampoco hay una demanda, es como que no hiciera falta una ley. No hay actores sociales y políticos involucrados en esta demanda. Ni los sindicatos, ni los intelectuales vinculados con la educación ni el gobierno lo plantean como una necesidad. Y, sin embargo, creo que sí es necesaria. Lo que falta de alguna manera es mayor compromiso. La ley no soluciona los problemas por sí, la ley puede disparar un debate y cristalizarlos en algunas estructuras que nunca son perfectas, pero por lo menos van a ordenar una dirección en el sistema.
—¿Esta discusión serviría para acortar la histórica disociación que hay entre la universidad y el resto del sistema educativo?
—Eso sería lo deseable. Tengo como una meta casi personal lograr amalgamar ambos sistemas. Recientemente hemos hecho un intento, donde participé y llevé adelante la firma del convenio con la provincia, cuando estaba la ministra (Letizia) Mengarelli. Firmamos protocolos específicos para participar en la reforma curricular del secundario y otro para los laboratorios pedagógicos. Lamentablemente estoy frustrado porque nuestra participación en la reforma curricular fue muy burocrática, muy poco atendida y poco tenida en cuenta. La verdad es que me siento defraudado. Con los laboratorios fue un poco diferente. Pero no hemos tenido una devolución por parte de la provincia hacia la universidad. Todo lo contrario: tenemos dificultades para que nos reconozcan los talleres de formación, los títulos; para que les reconozcan a los docentes o les faciliten participar en actividades que ejercen en la universidad. Tenemos dificultades para definir una agenda común.
—¿Cuál es ahora la expectativa con la nueva ministra (Claudia Balagué), que proviene del ámbito universitario?
—Tengo expectativas porque viene de la universidad, entiende la lógica universitaria y sabe lo que la universidad puede aportar. Aspiro a que podamos coincidir. Pero repito: tenemos aún cuestiones elementales para resolver, como el reconocimiento de los títulos.