“Poder contar historias que no son humorísticas, pero desde un lugar luminoso, sirve mucho”. Así lo aseguró Natalia Pautasso, autora y directora de “Henry Woodgate”, la obra que se estrena el viernes 5 de agosto, a las 21, en Cultural de Abajo (Entre Ríos 579). Basada en recuerdos de la infancia de la dramaturga nacida en la localidad de Berabevú, la pieza transcurre en 1986 y tiene como protagonistas a tres mujeres que deben lidiar con el fantasma de Henry Woodgate, un inglés que compró esas tierras a fines de 1800, fundó el pueblo y después de muerto nunca se fue.
“La presencia de un fantasma que influye en sus vidas cotidianas -adelanta la autora- retoma el peso gravitante de la cultura europea, la negación de lo originario y la discriminación. La obra aborda las tensiones entre los deseos y el deber ser, la pertenencia y el desarraigo, el contexto de recuperación democrática, la lucha por la ley de divorcio, el compromiso político y la diversidad sexual”. “Henry Woodgate” cuenta con las actuaciones de Juan Pablo Biselli, Vanina Píccoli, María Florencia Sanfilippo y María Laura Silva, y la colaboración de Juan Pablo Yévoli, Raúl Giménez y Adrián Giampani con las voces en off.
La cuestión política en términos generales sirve como contexto. Lo fuerte siempre son los personajes, sus vidas La cuestión política en términos generales sirve como contexto. Lo fuerte siempre son los personajes, sus vidas
¿Cuál fue el origen de la obra?
En principio, la génesis, no la se ubicar porque es de años atrás. Tenía presente una cita de Arturo Jauretche que la ponemos al principio de la obra que está en “Los profetas del odio y la yapa” en la cual menciona a un estanciero inglés que se llamaba Henry Woodgate, el fundador de mi pueblo, Beravebú, que en realidad había comprado todas esas tierras. Jauretche también menciona que en Monte Buey el Ferrocarril Central pasa a nombrarlo Henry Woodgate en honor a este hombre. Como los gringos italianizaban su nombre, Woodgate inicia un proceso para que devuelvan el nombre de Monte Buey. Más allá de los lazos personales, me pareció súper interesante la idea de un estanciero inglés indignado por cómo son las cosas en lugar de cómo se las imagina. En el proceso de escritura aparecieron recuerdos y anécdotas, cuestiones que tienen que ver con mi infancia y adolescencia y esto tiene raíces muy anteriores a mí. Es lo que hacía Manuel Puig, por ejemplo, que cuando escribía llamaba por teléfono a sus tías o parientes que habían quedado en General Villegas para que le cuenten los chismes y las cosas que habían pasado en el pueblo. Salvando las distancias, el universo pueblerino, es un universo en frasco chico, conocer esas historias tiene un elemento fantástico y literario en muchos casos, es un terreno fértil para cualquier historia.
¿Dentro de qué género se ubica?
Lo conversamos con el elenco y nos cuesta definirlo. Tiene muchos elementos de humor, pero tiene más que ver con las actrices y el actor que fueron sumando cosas que enriquecen la obra, pero podría ser un realismo extrañado con algunos elementos fantásticos. Tiene mucho humor, pero no es una comedia. El fantasma de Henry Woodgate tiene una polisemia absoluta porque es cruel, ruin, malicioso, desprecia todo lo local, pero a su vez por algo está en pena y tiene sobrados motivos para estarlo, pero también hay elementos que tienen que ver con el contexto, porque la obra ocurre en 1986. Me pareció interesante porque es un año muy particular, todavía se estaba en plena lucha por la ley de divorcio y en una comunidad pequeña y algunos amores contrariados que aparecen ahí, era un terreno muy fértil para contar la historia.
¿Cómo se relacionan esos temas que son actuales con ese fantasma?
Los temas tienen que ver con el contexto histórico. Me parecieron interesantes las líneas de continuidad con el presente, por ejemplos los argumentos en contra de la ley de divorcio. No nos interesaba la cuestión política más macro, sino cómo viven sus vidas estos personajes. La cuestión política en términos generales sirven como contexto a las historias. Lo fuerte siempre son los personajes, sus vidas, sus circunstancias, qué los atraviesa. Y a estos personajes los atraviesa mucho su contexto. Haciendo continuidad con el presente me sorprendió cómo los argumentos en contra de la ley de divorcio eran bastante actuales en relación a la ampliación de derechos.
Es interesante la idea de un estanciero inglés indignado por cómo son las cosas en lugar de cómo las imagina Es interesante la idea de un estanciero inglés indignado por cómo son las cosas en lugar de cómo las imagina
¿Cómo se relaciona “Henry Woodgate” con dos obras anteriores tuyas, “Las pobres diablas” y “La materia pendiente”?
Son dos obras en formato corto que se hicieron en el ciclo de microteatro que se hizo en el Centro Cultural La Raíz y en el Atlas. Tienen en común el mismo universo que es el pueblo. “Las pobres diablas” se basa en una clase de gimnasia en mi infancia, y son cosas con las que mucha gente se puede sentir identificada por eso de pintar la aldea y ser universal. El tema es que no me gustaba la gimnasia y armé el equipo con todas las que no las elegían nunca. Es una obra muy humorística pero que habla de la diversidad, de la integración. Me interesa mucho la desdramatización de algunas cuestiones. Hay algo que tiene una línea de continuidad en las tres y eso es algo que aprendí en mi infancia, de la familia y del pueblo. Se hacían muchos chistes todo el tiempo, se desdramatizaban algunas cuestiones personales y se acompañaba desde ese lugar. El humor salva y sana, poder contar historias que no son humorísticas, pero desde un lugar luminoso, sirve mucho.