Desde San Pablo / Enviado especial.- Fue una partida de ajedrez. Cada movimiento estudiaba el que vendría como respuesta. Respeto sublime entre Argentina y Holanda. Un partido en el que la osadía no formó parte del juego. Si bien Argentina tuvo el control intelectual y por momentos anímico del encuentro, es probable que Holanda haya dejado una mejor imagen, por muy poco es cierto, por su mayor aceleración en ciertos momentos del desarrollo.
Argentina y Holanda se parecen mucho a la hora de buscar el esquema que mejor les queda: hieren mucho más de contraataque. Eso hizo que intentarán entregarse la posesión para encontrar los espacios y aprovechar la repentización ofensiva. Pero de tanto cuidarse, de tanto estudiarse, armaron un partido mediocre que por momentos fue muy anodino. En ese ítem, la mejor ocupación de los espacios le dio al equipo de Sabella un plus. Por eso, siempre quedó la sensación de que el equipo albiceleste llevaba las riendas del juego.
Quedó escrito que ambos cuidaron hasta el mínimo detalle para neutralizar las virtudes del rival. Por eso la primera jugada de riesgo llegó recién a los 14 minutos con un tiro libre de Messi que contuvo sin rebote Cillessen.
En ese primer tiempo, Garay cabeceó un córner de Lavezzi arriba del travesaño y Romero le ganó con los puños a De Vrij después de un centro con rosca envenenadísimo de Robben. Nada más.
El segundo tiempo no fue muy distinto. Lo anticiparon a Higuaín a los 13’ y el propio Pipita tocó a un costado del caño izquierdo de Cillessen una muy buena asistencia de Enzo Pérez.
En el cierre, Mascherano le tapó la clasificación a Robben yendo al piso prácticamente en el área chica. Demasiado poco para dos equipos con aspiraciones de título, aunque acorde a las estrategias planteadas por los entrenadores: primero bloquear al rival y después pensar en el arco de enfrente.
En el alargue Holanda fue más, pero paradójicamente las dos jugadas de mayor riesgo le correspondieron a Argentina. Palacio se devoró un gol increíble a los 9’ del segundo tiempo del suplementario. Dudó cómo definir y le entregó un cabezazo mansito al arquero que salió a achicar.
Y a 4 minutos del final, apareció Messi. Leo desbordó por derecha y el centro bastante abierto al segundo palo le quedó a Maxi para pegarle de primera. Pero la Fiera no le entró bien y Cillessen se quedó con la pelota.
El partido fue bastante pobre y cualquier intento de minuciosidad queda minimizado y se transforma inmediatamente en insignificante cuando un equipo alcanza el objetivo.
Aquí sólo se trató de describir una crónica de lo que fue el desarrollo de un partido cuyo desenlace deteriora cualquier intento purista de análisis futbolístico por todo lo que había en juego en San Pablo.
Por ejemplo, de qué serviría recordar que Romero dudó varias veces antes de salir, si después fue el artífice de la clasificación por penales. Argentina está en la final de un Mundial después de 24 años. Lo demás es cháchara.
PD: si Sabella hubiera puesto una cámara exclusiva para seguir a Mascherano, el domingo no haría falta ninguna charla técnica. Así se juega la final de un Mundial. Ojalá sus compañeros puedan parecérsele. El sueño estaría más cerca. Se viene Alemania y la ilusión está por las nubes.
“Será el partido de nuestras vidas”
Javier Mascherano confió ayer que “estar el domingo en el Maracaná aún no lo puedo creer. Estoy orgulloso de formar parte de este grupo de hombres. Demostramos cómo debíamos afrontar una semifinal del mundo, con corazón, con alma y con una inteligencia táctica impresionante. Vamos a jugar el partido más importante de nuestras vidas”.