París. — El presidente electo de Francia, el socialista François Hollande, recibió un saludo con "los brazos abiertos" de parte de la canciller alemana Angela Merkel, pero esta a la vez le advirtió que el pacto fiscal europeo no se replantea, como reclamó en la campaña electoral el ganador del ballottage contra Nicolas Sarkozy. De esta forma, quedó planteado el duelo que dominará a Europa a partir de ahora: una Francia que liderará la resistencia al ajuste fiscal riguroso frente a la Alemania de Merkel, que hasta ahora imponía su rigor al resto de la Unión Europea.
"Trabajaremos bien e intensamente y nos reuniremos bastante pronto (cuando asuma la presidencia)", expresó Angela Merkel en una rueda de prensa al día siguiente de que Hollande fuera elegido nuevo presidente de Francia. "Puedo decir de mi parte que François Hollande será recibido por mí con los brazos abiertos en Alemania", agregó Merkel, que había mostrado su apoyo durante la campaña electoral a Sarkozy.
"No negociable". Una vez dada esta demostración de afecto a Hollande, la canciller germana fue clara sobre el pacto fiscal europeo. "En Alemania somos de la opinión, y yo también a nivel personal, de que el Pacto Fiscal Europeo no es negociable. Ya se ha negociado y fue firmado por 25 países. Estamos en medio de un debate en el que Francia, por supuesto, con su nuevo presidente, aportará su propio énfasis. Pero estamos hablando de dos caras de la misma moneda: el progreso sólo se consigue con unas finanzas sólidas más crecimiento", añadió Merkel.
El Pacto Fiscal europeo "ya está decidido y debe ser puesto en práctica", abundó la canciller. Merkel repetió además que el acuerdo, alcanzado a fines de 2011 por los líderes europeos y firmado en Bruselas el pasado 2 de marzo por 25 dirigentes de la Unión Europea, "no está en disposición" de asumir nuevos cambios.
Como viene haciendo desde que Hollande ganó la primera ronda de las presidenciales francesas hace 15 días, Merkel recordó que el pacto "ya ha sido ratificado por dos socios", Portugal y Grecia, en sus Parlamentos. Merkel también indicó que es importante que Grecia continúe con el programa de reforma acordado, tras las demoledoras elecciones del domingo, en las que los partidos favorables a la austeridad fiscal impuesta a Atenas perdieron gran parte de su base electoral a manos de facciones radicalizadas (ver página 28).
Pero es un hecho que desde el domingo, el dúo "Merkozy", pilar hasta ahora de la política anti-crisis en Europa, es historia. La líder democristiana tendrá que acostumbrarse a un nuevo presidente que promete no seguirle el juego fácilmente y al que ni siquiera ha visto personalmente. El mismo domingo de las elecciones galas, Merkel tuvo que ver cómo los partidos de la coalición de centroderecha que lidera sufrían una nueva derrota regional en los comicios de Schleswig-Holstein. Y el próximo fin de semana se enfrenta a una nueva y peligrosa cita electoral en Renania del Norte-Westfalia, el "Land" más poblado de Alemania.
"Nada bueno". En el Ejecutivo germano la respuesta a los periodistas es unánime: al gobierno alemán no le espera "nada bueno" con la victoria de Hollande. Y es que la canciller y "el hombre más importante en su vida política" —según lo presenta el diario alemán de masas Bild—, no parecen tener nada en común. Ambos nacieron en 1954 y son reconocibles por un claro pragmatismo. Pero al margen de eso un profundo abismo los separa. Merkel y Sarkozy se empeñaron en los últimos tiempos en imponer una férrea disciplina presupuestaria que debe culminar en el cumplimiento del pacto fiscal que diseñaron juntos para Europa (ver aparte). Hollande, por el contrario, promete revisarlo para impulsar un programa "de crecimiento y empleo". El socialista francés había dicho durante la campaña: "Merkel ha dirigido Europa con Sarkozy y ya vemos los resultados".
Consiga frenar a Alemania o no, lo cierto es que el resultado de las elecciones francesas, agrega algo de rojo a un mapa europeo invadido por el azul de los conservadores.
Para el polémico Nobel de Economía Paul Krugman, el fin del eje impulsor de la austeridad de los últimos dos años "sólo sería peligroso si esa estrategia estuviera funcionando o tuviera alguna oportunidad de hacerlo, pero no es así. Es hora de moverse. Los electores de Europa son mejores, más sabios y brillantes que el Viejo Continente", escribió en el New York Times.
"El fin de «Merkozy» significa el comienzo de una Europa mejor", subrayó a su turno el presidente del Partido Socialdemócrata alemán (SPD), Sigmar Gabriel. "Se acabó la era de la autocracia de la señora Merkel en Europa", agregó por su parte la secretaria general del mismo partido, Andrea Nahles.
En tanto, Hollande recibió un largo listado de felicitaciones de mandatarios extranjeros, como es de rigor en estos casos, y comenzó rápidamente a diseñar su equipo de gobierno, dado que asumirá el próximo martes, 15 de mayo.
El pacto que está en discusión
En diciembre pasado se firmó el nuevo Pacto Fiscal Europeo, aceptado por 25 de los 27 miembros de la UE y ratificado en marzo pasado. El documento, que Hollande ahora quiere reformar, ratifica lo acordado por la Unión Europea en 1997, cuando se preparó el terreno para la creación del euro mediante el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Este fue incumplido 60 veces desde entonces, en lo que se refiere al techo de los déficits fiscales.
El viejo objetivo de poner un techo eficaz al déficit fiscal es por esto el núcleo del nuevo pacto, acordado el 10 de diciembre pasado en Bruselas luego de una noche maratónica de negociaciones. El documento, además, adelanta en un año la entrada en vigor del fondo de rescate permanente y dota al FMI con 200 mil millones de euros para ayudar a países en crisis. Pero su parte decisiva es la disciplina presupuestaria, que consagra la “regla de oro” para que los países no tengan déficits “estructurales” superiores al 0,5% del PBI. Esta norma debe incluirse en las constituciones nacionales o legislaciones equivalentes. Hollande hizo campaña electoral contra el rigor que impone el pacto. El Reino Unido no firmó el acuerdo para mantener su independencia financiera, dado que algunas reglas y regulaciones chocaban con los intereses de la City londinense, fundamental para la economía británica.