El director nacional Electoral, Alejandro Tullio, reconoce que el actual sistema de votación está llegando a un límite, pero no duda en restarle valor a las monedas de cambio que viene ofreciendo la oposición, a las que califica de “propuestas superficiales”, y contraoferta: “Debemos ser más serios, parar la pelota y alejar la discusión del momento en que está en disputa el poder”.
“Más de uno, para evitar respuestas sobre temas importantes para el país, agita el fantasma del fraude. Pero, como todo fantasma, no existe”, explica a La Capital el funcionario al evaluar la reacción de referentes radicales y macristas tras los accidentados comicios en Tucumán. A su entender, 2016, ya con “nuevos gobierno y Congreso”, deberá instalar la discusión del sistema político.
Tullio tampoco oculta sus reparos frente a la boleta única santafesina por considerar que dificulta la gobernabilidad. Y ejemplifica: “Por 2 mil votos Miguel del Sel podría haber sido el gobernador más impotente de la historia con una Legislatura totalmente adversa”.
—¿El actual sistema de votación está llegando a un límite?
—Desde el punto de vista de un sistema de superposición de elecciones, cuando hay comicios simultáneos nacionales, provinciales y municipales, existen inconvenientes. La multiplicidad de cargos, la diferencia de su naturaleza, tienden a hacer confusos los comicios, no sólo respecto del momento de votar sino del propio origen de la discusión política que los precede. El debate a dar en el Congreso sobre el sistema político tiene que ver con eso. Hay que ordenar las elecciones de manera tal que se hagan en una misma fecha en todo el país, o en una provincia. Tenemos que buscar la manera de facilitarle el voto al ciudadano, poner reglas de juego en la competencia en las urnas que hagan compatibles comicios multinivel con las opciones existentes.
—Se barajaron varias opciones.
—Se habla mucho de las boletas porque es lo que se ve. Y entiendo que los ciudadanos juzguen al sistema político por lo que se ve. Lo que no comprendo es que los políticos, que lo conocen desde adentro, se plieguen demagógicamente a esa discusión sin advertir que la boleta es la manifestación de un proceso más complejo que está detrás. En Tucumán, que injustamente quedó en el centro del escándalo, porque no en toda la provincia hubo problemas, de 3.600 urnas sólo 40 tuvieron problemas gravísimos. De las 800 mesas que vienen siendo escrutadas, las anuladas no llegan a la decena. En su gran mayoría fue una elección correcta pero se la está juzgando, a la par de las propuestas superficiales que vienen lanzando.
—¿Como cuáles?
—La boleta única, incluso en formato electrónico. La cantidad de papeletas que había en un cuarto oscuro de Tucumán no puede ser contenida por ningún sistema electrónico o de boleta única. Entonces, debemos ser serios, parar la pelota y alejar la discusión del momento en que está en disputa el poder.
—La boleta única complementaria también fue desechada.
—Significaría montar una elección paralela para un porcentaje indeterminado de la población, entre otros inconvenientes en tiempo de descuento. Más allá de que es una muestra de buena voluntad y civismo por parte de sus impulsores.
—Pero la oposición ratificó su reclamo unánime de cambio.
—Es incompatible con un análisis razonable. Piden una decisión, pero no un debate. En 50 días es imposible empezar a discutir y escuchar a todos los expertos que tienen algo para decir. Además, hay importantes ONGs que tienen severísimos planteos contra la boleta única o el voto electrónico. ¿Vamos a decidir sin escucharlas? También existen otras organizaciones y partidos políticos que están a favor del actual sistema. ¿Escucharemos sólo las voces disidentes o a todos? Acepto la parte que me toca frente a un debate serio, pero que los demás hagan lo mismo antes de forzar una decisión.
—Entonces 2016 será el año de la discusión del sistema electoral.
—Absolutamente, el debate se dará el año próximo, con nuevos gobierno y Congreso. Creo que adoptar cualquier otra actitud ahora no corresponde.
—En ese marco, ¿hacia qué sistema habría que apuntar?
—Hay que apuntar a la discusión del sistema político, a que las alianzas, cuando haya elecciones presidenciales, sean verticales. Es cierto que las provincias son federales, pero también lo es el hecho de que los partidos nacionales tienen reglas y no es posible que un candidato a gobernador vaya con cuatro presidentes diferentes, o viceversa. También deben existir menos combinaciones que confundan al electorado y más exigencias para presentar listas.
—La Legislatura santafesina empezó a allanarle el camino al voto electrónico. ¿Qué opina?
—Existen muchos sistemas electrónicos. Hay más malos que buenos, todos tienen vulnerabilidades y dependen de las medidas de seguridad que, si bien existen, es necesario evaluar su calidad y dimensión y quién tiene su gobierno final. Es razonable la objeción que alude al riesgo de privatizar una elección. Si alquilan las máquinas, la modalidad más extendida en el mundo, están privatizando los comicios. Para aplicar ese sistema habrá que crear nuevas instituciones electorales capaces de gobernar su complejidad.
—¿Qué valoración hace de la boleta única santafesina?
—Si funciona en Santa Fe, funciona. Lo que no significa que ocurra lo propio en otro lado. Tengo algún tipo de reparo con la papeleta múltiple, una por categoría, porque disgrega la voluntad partidaria, estimula opciones diversas y complica la gobernabilidad. Si fuese dirigente político de esa provincia me preocuparía tener un mandatario de un color y la Legislatura de otro. Por 2 mil votos Del Sel podría haber sido el gobernador más impotente de la historia con una Legislatura totalmente adversa. Esas cosas no perjudican a Del Sel o al Frente Progresista sino al ciudadano. Ahora, ¿usted piensa que la gente está esperando que los políticos discutan eso o que le digan qué van a hacer, entre otros puntos, con el tipo de cambio, la inserción de la Argentina en el mundo o la fortaleza de nuestras reservas? Más de uno, para evitar respuestas sobre temas tan importantes para el país, agitan el fantasma del fraude. Pero, como todo fantasma, no existe.
—Meses atrás Santa Fe tampoco escapó a las sospechas...
—Fui un firme defensor de la institucionalidad santafesina y su sistema electoral. Creo que las elecciones se ganan o se pierden por un voto. Hubo, durante el escrutinio provisorio de las Paso, un problema en la difusión del resultado que no afectó la credibilidad de los comicios. Un inconveniente menor del cual se agarraron algunos que estaban en desacuerdo con el resultado. Luego, en la general, existió un triple empate con una levantada fuerte de Omar Perotti quien, en principio, dudó. Pero finalmente reconoció la victoria de Miguel Lifschitz. Porque lo electoral implica procedimientos, no la verificación de intenciones o maldades. Esos procedimientos se siguieron.
—¿Otro punto por perfeccionar es la fiscalización de los comicios?
—Creo que un sistema de partidos que pretende gobernar un país pero no puede controlar, es un problema. Se necesitan 95 mil fiscales para supervisar una elección. Individualmente, esa cifra nos parece mucho. Pero cualquiera de nosotros, individualmente, no pretende ser presidente. De hecho, creo que ni siquiera cualquiera de los postulantes a ese cargo, individualmente, pretende serlo. Aspiran a serlo como cabeza o referente una fuerza nacional que debe tener millones de voluntades detrás de esa candidatura. Entonces, ¿cómo entre esos millones de voluntades no pueden encontrar 95 mil fiscales? Si eso no ocurre, tenemos que revisar el sistema de partidos, que permite que aparezcan liderazgos virtuales y no reales.