Es cierto lo que sentencia el actor Guillermo Francella en el film "El secreto de sus ojos": "Hay una pasión que no se puede dominar: la del fútbol". ¿Qué lleva a un niño a inclinarse por un equipo u otro? Muchas veces es un misterio, otras no. A menudo son los familiares más cercanos que lo inducen a ser hincha de determinado equipo (no utilizo el término "simpatizante" por ser muy light y aborrecido por el Negro Fontanarrosa). Otras, los compañeros del colegio, del barrio o un amigo íntimo. Pero una vez elegido el cuadro de fútbol no hay nada ni nadie que pueda modificar la elección tomada. Se puede cambiar de pareja, de partido político, de ideología, de religión, amigo o nacionalidad; pero hay algo de lo que no se abjura: los colores de un club. ¿Cuál es la causa que lleva a una fidelidad inquebrantable por una camiseta del club querido? ¿Cuáles son los motivos que consolidan una identidad total, absoluta, sin fisura alguna, ni pedir nada a cambio? Los sociólogos, psicólogos, antropólogos y profesionales de las ciencias humanas puedan, quizás, conceptualizar y fundamentar desde la rigurosidad científica este fenómeno. Pero de lo que estoy seguro es que al hincha de fútbol no le interesa conocerlo en absoluto.