Las distribuidoras de alimentos y bebidas que abrieron su boca de expendio minorista son un fenómeno que comenzó a aparecer desde hace unos años, pero proliferaron y son furor en la economía pandémica por la necesidad de acortar la intermediación entre el fabricante y el consumidor final. El formato es el de un comercio de cercanía que vende productos entre un 10 y un 40 por ciento más barato y con una puesta estética menos cuidada. Suele tratarse de galpones, en los que la mercadería está apilada en cajas o en pallets, pero la diferencia de precio es seductora.
Son una especie de supermercado-autoservicio con precios mayoristas de productos de almacén, pero en los que se puede comprar por unidad. Aceite, quesos, fiambres, pan rallado, salsa de tomate, harina, arroz, fideos, aderezos, snacks, encurtidos, enlatados, panificados, yerba, galletitas, lácteos, gaseosas, vinos, cervezas y otras bebidas alcohólicas son los productos estrella. Algunos galpones incluyen hasta productos de limpieza. También abastecen a comercios de barrio, ya que las empresas mayoristas tienen ciertos requisitos para venderles o están en zonas complejas adonde no llegan.
Acortar la cadena
Mariano Acera, dueño de quesería y fiambrería "Zeballos", ubicada en Zeballos 2900, analiza que creció la venta al consumidor final, porque la crisis hace que la gente saltee a la típica granjita de barrio en busca de ahorrar. "Antes quizás también iba a un supermercado y ahora le importa más el precio, que en algunos casos son mejores en nuestros locales", dice el hombre que tiene 15 años en el rubro. ¿El secreto? "Simplemente le cargo menos. A veces puede haber entre un 20 y un 40 por ciento de diferencia, pero en algunos productos puntuales puede ser más", señala.
Por ejemplo: en la venta minorista, 100 gramos de un queso cremoso económico cuestan 40 pesos y la paleta barata se puede conseguir por 25 pesos. "Por mayor, la misma marca puede estar la mitad que en un supermercado", apunta. La diferencia radica en la estructura de costos: en Zeballos el dueño atiende el teléfono, le corta fiambre a una señora y después se va a llevarle un pedido a una rotisería, bar, restaurante o casa de comida, sus otros clientes. "Tengo un negocio chico. No ofrezco una gran variedad de productos, pero en lo que tengo hago buen precio. El fuerte es en quesos y fiambres, y lo otro es accesorio", subraya.
El comerciante admite que en la pandemia aparecieron más negocios con este formato. "Sobre todo de bebidas, con mucha gente que cambió el rubro, incluso sin local al público. En la otra cuadra había una verdulería que iba mal, y ahora se puso a vender gaseosas y cervezas". indica. La crisis, además, empujó a muchas familias a buscar otro ingreso vendiendo empanadas y tartas hechas en casa. "Esa gente busca el precio más barato", marca Acera.
Vender barato
Santiago Di Mauro es el titular de "La Distribuidora", de San Juan y Vera Mujica. Le vende a bares, restaurantes, granjas y autoservicios hace 15 años y siempre tuvo depósito, nunca venta al público, pero hace un año vio la oportunidad y se la jugó. "Nos gustó poner este formato para que la gente pudiera acceder de forma mayorista sin tener negocio", dice. Vende en forma fraccionada y por pack, que es más barato. Di Mauro cuenta que la clave para tener buenos precios es "saber comprar en el momento justo y hacerlo en cantidad". Los envíos a domicilio sin costo son un plus desde que llegó el Covid.
Dependiendo del producto, asegura que puede resultar hasta 15 o 20 por ciento más barato. "Tenemos una rentabilidad chica, no marcamos mucho y tratamos de lograr gran rotación de mercadería. Apostamos a vender más. Nosotros le vendemos al comercio y a la persona al mismo precio", aclara. Por ejemplo, una leche larga vida vale 91 pesos por unidad, pero comprando la caja de 12 queda en 75 pesos. En una gran cadena sale 100. Un queso sardo cuesta en su comercio 540 pesos el kilo, y en un súper puede estar arriba de 700. "Las familias numerosas o los que se juntan para hacer una compra llevan 4 kilos de cremoso, lo fraccionan y se ahorran un 25 por ciento", ilustra.
"La estructura es grande, porque para dar el servicio rápido y que no se haga cola tenemos mucho personal trabajando", remarca. Y subraya que los consumidores se están volcando a este formato porque se busca el máximo ahorro. "Es un mayorista para la familia. La idea es comprar barato y vender barato. Es un formato que llegó para quedarse, como en su momento fueron los super chinos", pronostica. "Puede ser que una vez en un articulo las grandes cadenas multinacionales te pongan un primera marca más barata porque tienen bonificaciones. Pero a la gente no le gusta ir al super y pagar cualquier cosa", sintetiza.
Vinos y bebidas
No obstante, el mercado no es solo de alimentos. La distribuidora de bebidas "Jorwa" está desde hace dos años en Nuevo Alberdi, en Poblet 2700. Antes trabajaba solo con envíos a domicilio, hasta que su propietario, Jorge Waters, decidió pasar a la distribución comercial y comenzó a venderle a comercios, gastronomía, almacenes, boliches y hasta deliveries, otro rubro en auge. "Durante la pandemia tuvimos un aumento de ventas considerable a consumidor final", explica. Hoy el mercado cambió, la demanda se diversificó en diferentes lugares porque hay mucha competencia, y varios consumidores pasaron a vendedores.
"Manejamos un margen de precios mayorista, hay un abuso con el cliente de parte de muchos comercios que a nosotros no nos interesa. La logística de las compras es lo que te facilita bajar, nosotros vendemos por unidad pero también por caja y por pallet, a mayor cantidad mejor precio", revela Waters. En vinos, resalta que tienen una diferencia de precios de entre un 10 y un 30 porciento con las grandes cadenas de supermercados. "Juegan mucho con la segunda unidad al 50 por ciento, pero el precio de lista es alto. Son estrategias publicitarias viejas y la gente ya se da cuenta", grafica.
Principalmente se dedican a vinos boutique, de pequeñas bodegas que tienen una calidad superior a los comerciales y con menor precio, gin y cerveza por cajón. "El 2021 será el año del gin. Esta lleno de artesanales nacionales con muy buena relación calidad-precio. La gente se cansó de que todos los bares tengan solo cerveza y lo toma como un juego, prueba combinaciones con diferentes botánicos", adelantó. Los caballitos de batalla del local: gin "Merle" 800 pesos (valor normal 980); vino "Otro Loco Más" 1040 pesos la caja de 6, (173 pesos contra 250 en super o minimarket); y Cepas de Familia cabernet franc, un vino boutique, que cuesta 440 pesos contra 580 en una vinería.