Cayó la producción de autos en agosto, hay suspensiones de obreros en las automotrices, la sequía ya arruinó la campaña fina en el Norte y amenaza con limitar el potencial de producción en la zona núcleo. Los fondos buitres ganan la batalla judicial. En el mundo, las potencias se sacuden el polvo de la crisis financiera, que cae en forma de fuga de capitales y devaluaciones en los países emergentes. El valor de los commodities se aquieta y las estrategias de defensa que se ponen en marcha involucran medidas tomadas del arsenal de las guerras comerciales.
La tormenta perfecta quiere armarse frente a economías que navegaron en la última década con viento a favor y que ahora deben pilotear en un mar de viejas restricciones que emergen desde el fondo de la ilusión del crecimiento eterno. En este mundo inquietante, sin embargo, no todo es lo que parece. Hay monstruos pero también hay fantasmas. Y, sobre todo, un terreno obligadamente fértil para la política.
La nueva fase de la crisis financiera de 2008, en la que los países centrales se recuperan con un mix de políticas monetarias activas, devaluaciones competitivas, competitividad por ajuste, restricciones comerciales y socialización de los costos de la reestructuración económica, pega primero en el grupo de grandes países emergentes. Naciones que, como Brasil o India, apalancaron sus sueños de potencia pero también en la plata dulce que acompañó la inundación de dólares desatada por la Reserva Federal de Estados Unidos.
En medio de un raíd de declaraciones, entre las cuales deslizó el 18 por ciento como nuevo índice de inflación oficial, la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, recordó un par de reflexiones interesantes al respecto. Argentina cuenta, luego del pago "serial" de deuda, con un nivel de reservas inferior al promedio de la posconvertibilidad. Y la administración del tipo de cambio este año acompañó con una devaluación sostenida, el nuevo escenario de guerra cambiaria internacional.
El punto que recordó la funcionaria es que, a diferencia de buena parte de los países Brics, estos movimientos no fueron forzados por una decisión de los mercados, o en definitiva de la voluntad de FED de subir las tasas y repatriar los dólares que había lanzado al mundo. Obedecen a decisiones que, con las condiciones que le impone la realidad, fueron tomadas por la autoridad política en base a una estrategia económica.
El castigo divino, sin bases racionales, que "los mercados" y sus sistema de representación política impusieron a la Argentina en los últimos años es una ventaja en esta etapa de volatilidad financiera. También impone restricciones, como las derivadas de la creciente presión de la cuenta de las importaciones y de la voracidad dolarizadora de los tenedores de activos locales. Un cuello de botella conocido y peligroso, pero que en definitiva, con sus costos, tiene resolución política.
El lado bueno del cambio geopolítico mundial viene de la mano de los atisbos de recuperación de los países centrales y de la posibilidad de que ese movimiento se traduzca en una mayor demanda de bienes y una flexibilización de las barreras comerciales. Movida de particular importancia en Europa, gran compradora de los bienes de mayor valor agregado de la agroindustria local, como subproductos de la soja y la carne.
Los dólares comerciales son el mejor activo con el que puede contar en esta etapa la economía argentina para lubricar una estrategia de sostenimiento del mercado interno. En este punto entra el complejo de producción agroalimentaria y su relación con el gobierno. La semana próxima se conocerá un informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos que será clave para aventurar escenarios de precios para la soja y el maíz. Los precios de los granos transitaron la mayor parte de este año en un escalón más abajo que los períodos anteriores, atados en alguna medida a la desaceleración mundial pero en mayor grado a la evolución de la cosecha estadounidense.
Por debajo de la variable precios, la producción agropecuaria enfrenta una doble presión en la próxima campaña. El clima comenzó a preocupar en la zona núcleo. Ya se hizo sentir en el norte, donde las otroras nuevas regiones agrícolas sufren el rigor de una secuencia de sequía, y se está haciendo sentir en el trigo primicia, el que se esperaba con ansiedad en el gobierno para estabilizar un mercado que le agregó puntos a la inflación en buena parte del año. Otra tensión deriva de la puja por la distribución de costos en un ciclo de agronegocios que comenzó a mostrar en el mercado de alquileres los primeros movimientos de desburbujización.
Este ajuste no es ajeno a la retención de la cosecha vieja de soja por parte de los productores, lo cual también impacta en los márgenes de la industria de la molienda, la mayor aspiradora de agrodólares. El silobolsa es la caja de los empresarios agropecuarios y el aumento de la tasa de devaluación del dólar oficial hasta ahora no parece haber sido suficiente para acelerar su ritmo de venta. No se trata de mera especulación política, ya que las variables que inducen a la cautela por desprenderse de la mercadería exceden en muchos aspectos las posibilidades de resolución por parte del Estado.
Pero es claro que el conflicto entre el gobierno y los productores primarios de la región pampeana incluye las expectativas electorales como parte de los condicionantes de las acciones económicas. Y la oposición juega su partido en ese aspecto, aprovechando que el sector no fue convocado al diálogo social.
Los límites que encontró el crecimiento fácil obligan más que nunca a los actores políticos a hacer política. Eran otras épocas, pero fue la intervención estatal en la crisis de 2009 más que la hiperactividad del bicentenario, la que le dio la posibilidad al gobierno de Cristina de reinventarse tras la derrota legislativa. El llamado a la gestión y a la sintonía fina sigue formando parte de la agenda. Por las dudas, estos días el gobierno actualizó el monto a desembolsar por los subsidios al empleo (Repro).