Hace pocos meses ocurrió un golpe en Honduras. Era algo tan ilógico que hasta casi daba risa. Seguramente tamaña locura no podía sostenerse más de un par de días. Paranoico como de costumbre, comentaba con mis amigos el hecho, diciéndoles que debería enviarse con urgencia un ejército multinacional para derrocar al dictador. De lo contrario nos exponíamos a generar el precedente de que nuevamente, como en los 60 o 70, cualquiera podía hacer un golpe de estado en cualquier país latinoamericano y no pasaría nada. Me dijeron que era un exagerado y que por la "vía suave" que se estaba utilizando, el golpe se caía en menos que canta un gallo. Por desgracia, tuve razón. Ahora hay rumores de algo similar en Paraguay. ¿Cuál será el próximo? En Buenos Aires, Macri nombra a un Ministro de Educación que hace declaraciones absolutamente ridículas, ilógicas. Parecen salidas de boca de un miembro de Tradición, Familia y Propiedad de la década del 60 o 70. Que el rock está "idiotizando a los jóvenes", nada menos el rock, una de nuestras músicas urbanas folklóricas que hacen a nuestra idioscincracia más profunda (sí, folklórica, y me atrevo a discutírselo a cualquiera). Macri y Posse son tan ridículos como los bigotitos de Hitler (los socialdemócratas alemanes se reían de él cuando surgió) o la voz de pito de Franco (los republicanos españoles se mataban de risa). O el golpe en Honduras de hace unos meses. La serpiente pone huevitos chiquitos y los esconde. Va haciendo pruebas, a ver qué pasa. A ver si prende. Y nosotros vemos esos huevos tan chiquitos que nos da risa. Y creemos que son ridículos, que de ahí no puede salir una serpiente grandota de ningún modo.