Con una gestión municipal caracterizada por ser deficitaria, ineficiente e incluso cuestionada en materia de transparencia, sorprendió el intendente de Rosario Miguel Lifschitz con su candidatura a gobernador. Tras cumplir uno de cuatro años que dura su mandato, el deseo imaginario del ingeniero Lifschitz espetado a la ciudadanía rosarina constituye todo un desatino. Así, mientras el intendente juega a la política, para los rosarinos siguen sin resolución problemas como la pésima calidad de los servicios públicos, la basura, el ordenamiento vial, la reparación de veredas, el bacheo, el zanjeo e incluso la fumigación de mosquitos. El municipio ordenado que recibió el hoy candidato a gobernador Miguel Lifschitz contrasta con un nivel de endeudamiento sostenido, conjugado con sistemáticos incrementos de la tasa, el Drei y de las tarifas de transporte público (colectivos y taxis), donde la fotografía más elocuente es que sin el auxilio de la provincia el municipio no podría pagar el aguinaldo, aspectos éstos que nos van situando en la antesala de un estado de emergencia económica. Mientras predominan en el intendente el estado onírico y su ciberobsesión por facebook, la ciudad se ubica en el ranking nacional tercera en materia de desocupación y 245 en lo que atañe a calidad de vida, según una reciente investigación del Conicet. Habrá que hacerle tomar nota al intendente en estos tres años de mandato que le restan de que deberá ponerse a la altura de las circunstancias, esto es gobernar para la gente y relegar sus apetencias electorales.