El corralito fue el resultado de un esquema político y económico agotado. Tanto desde las recetas implementadas, como en cuanto a los hombres: el presidente, el ministro de Economía y la mayor parte del gabinete ministerial.
El corralito fue el resultado de un esquema político y económico agotado. Tanto desde las recetas implementadas, como en cuanto a los hombres: el presidente, el ministro de Economía y la mayor parte del gabinete ministerial.
La medida no comenzó el 3 de diciembre de 2001, cuando entró en vigencia, sino mucho antes. El propio Domingo Cavallo admitió que se lo había planteado en 1996. Por otra parte, la convertibilidad no murió el 6 de enero de 2002, cuando se sancionó la ley que le dio fin, fue en rigor el día que comenzó el corralito, algunos meses antes con la canasta de monedas, o también a comienzos de 1999, cuando devaluó Brasil.
Se esperaba, se olía y se veía venir, pero igual sorprendió. En ciertos niveles de gobierno, y para los profesionales que seguían la economía a diario, el corralito era una posibilidad cierta, pero nadie imaginó que las restricciones ideadas por Domingo Cavallo y su asesor Horacio Tomás Liendo serían tan duras. Excepto ellos. El ministro había pensado en un esquema similar ya a mediados de los 90.
Para armar el corralito, tanto el ministro como su ideólogo legal se manejaron con absoluta reserva. En realidad, de la idea básica a casi nadie le avisaron y sobre los detalles el propio De la Rúa se enteró a través de un diario. "No avisaron, pero las actitudes se contagian de arriba hacia abajo: ministro, secretarios de Estado, directores nacionales. Si ves que tu jefe saca la plata del banco, vos hacés lo mismo", recordó Alejandro Ocaranza, uno de los encargados de las proyecciones macroeconómicas del Ministerio de Economía de entonces.
"Las tasas de interés que se ofrecían eran ridículas. Como dice el refrán, cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía. Entre eso, y lo que había escuchado, saqué la plata del banco veinte días antes, si renovaba el plazo fijo treinta días más me agarraba", agregó.
Ni siquiera los ex partidarios de Cavallo defienden hoy la medida. El ex ministro, sin embargo, actualmente lo evalúa de otro modo. "La primera vez que me lo planteé fue en 1996, pero en aquel momento no fue necesario implementarlo", se sinceró Cavallo. "En 2001 lo decidimos porque era imposible detener la fuga de divisas, más aún luego de que el Fondo nos haya negado el desembolso de casi 1.300 millones de dólares. Con ese dinero, no hubiera sido necesario", agregó.
Por otra parte, desestimó el argumento que esgrimen quienes aseguran que sirvió para salvar a algunos bancos, especialmente nacionales.
Viernes negro. Ese viernes 30 de noviembre, la mayoría de los funcionarios se enteró del corralito leyendo «Ambito Financiero», y el país a través de las radios y canales de televisión que levantaron la noticia. Lo mismo le pasó a un funcionario clave para la instrumentación efectiva del corralito: Roque Maccarone, presidente del Banco Central.
En los días previos, la evaluación de las medidas se realizó con total discreción. "Se discutía desde unas pocas semanas atrás, pero sólo en el gabinete acotado, donde Cavallo expuso las razones, el tiempo de duración y el objetivo de frenar la desmonetización de la economía", recuerda Juan Carlos Baylac.
"Algún funcionario de segundo nivel escuchó algo y sacó su dinero, pero fueron casos excepcionales. En realidad, nadie pensaba que las medidas iban a ser tan graves y drásticas", aporta Rafael Pascual, que fue presidente de la Cámara de Diputados entre el comienzo del gobierno delarruista y el 10 de diciembre de 2001, y que, además, hablaba tan a diario con el presidente.
La "letra gruesa" eran las siguientes:
1 Dolarización total de activos y pasivos en el sistema financiero", es decir, de "todos los préstamos y depósitos".
2 Se podría disponer que todo el movimiento monetario se haga en cheques. Significaría que no hay retiro en pesos de los bancos y no se podrían retirar fondos en efectivo, dólares o pesos.
3 Habrá que justificar la salida de fondos al exterior.
Nada se decía del corazón de la medida: el límite mensual de 1.000 pesos a la extracción de dinero, aún para las cuentas sueldo. Quizás, porque Cavallo terminaría definiéndolo al día siguiente, a pedido de un presidente de banco amigo suyo.
Mientras tanto, ese viernes la noticia aceleró el retiro de efectivo de los bancos. El martes 27 habían sido más de 220 millones pesos, una fuga diaria que se incrementó el miércoles 28 y jueves 29, hasta superar los 700 millones de pesos el viernes 30. En esos cuatro días, sólo contando las transferencias de dinero al exterior (sin retiros en efectivo de los bancos), se fueron del país más de 290 millones de dólares, casi la mitad el mismo viernes, cuando se publicó la noticia.
Los 700 millones del viernes, incluyendo tanto el dinero fugado al exterior, como el que viajó desde los bancos hacia los colchones (o cajas de seguridad, refugios privados, etc.), en ese fin de 2001 equivalían a:
El salario promedio de casi un millón trescientos mil argentinos.
Ocho días de exportaciones.
Casi dos días del consumo privado (el de personas y empresas, sin contar al Estado).
La inversión realizada por todo el país en los cinco días hábiles de cualquier semana.
Algunos "privilegiados" que tenían ahorros corrieron hacia los bancos para que no se los quede el corralito; la mayoría no llegaron a hacerlo.
Una pequeña minoría de alto poder adquisitivo y buenos contactos, en total 627 personas, logran que bancos, financieras o casas de cambio transfieran su dinero al exterior. El monto promedio roza los 99.000 dólares. A ellos se suman 230 empresas, cada una de las cuales saca del país casi 352.000 dólares.
La contracara son los millones de "acorralados". Los que tienen ahorros en plazos fijos no pueden sacar su dinero, pero tampoco los que usan las cuentas corrientes o cajas de ahorro para sus movimientos diarios.
En total, casi 19.000 millones de pesos y cerca de 47.000 millones de dólares quedarán sujetos a las restricciones.
Las consecuencias sobre la economía no financiera serán letales y rápidas. Algunos comercios verán cómo sus ventas bajan hasta 50%, los alimentos, inclusive, verán descender sus ventas un 10% (por ejemplo, la leche), y miles de argentinos se sumarán rápidamente al ejército de los cinco millones que tienen graves problemas de empleo (desocupados o subocupados).
Mientras tanto, en la Casa Rosada y el Ministerio de Economía se sucedían las reuniones, en las que casi nadie —excepto Cavallo, Liendo y De la Rúa— sabía algo. En la reunión de gabinete de ministros manifiestan su desacuerdo Daniel Marx y Carlos Winograd, secretario de Defensa de la Competencia desde antes de que llegue Cavallode Marx. Los restantes secretarios de Estado parecen mudos. Débora Giorgi (Industria), Guillermo Mondino (Política Económica) y Jorge Baldrich (Hacienda) no emiten sonido. Del Banco Central, Maccarone está sobrepasado, y Blejer debuta en el cargo.
Ese viernes, las decisiones no terminarían en la reunión del gabinete económico. "La idea original era permitir la extracción de 1.000 pesos por semana, después se habló de 500 pesos, pero un llamado de (Ricardo) Gutiérrez terminó convenciéndolo al Mingo de los 250 pesos", comenta un ex colaborador de Cavallo, en una versión que varios testigos más corroboran.
La forma final del corralito terminó definiéndose tras el llamado nocturno del presidente del Banco Provincia, una de las entidades a las que Cavallo más protegió mediante el decreto 1570/01. Cerca de las 22, cuando el ministro viajaba en el automóvil oficial hacia su casa, recibió un llamado de quien fuera su secretario de Hacienda en los 90.
El mensaje de Gutiérrez fue claro: con el límite de extracción semanal de 1.000 pesos, el Banco de la Provincia de Buenos Aires no llegaba al mes de supervivencia. Cavallo, que promovió la estatización de bancos provinciales en la década anterior, decidió esa noche salvar al banco estatal, que pertenece a la Provincia de Buenos Aires a costa de los ahorristas, que perdieron gran parte del valor de sus depósitos en dólares. Así como de la marcha económica general, que ya estaba en recesión y recibía el tiro de gracia: dejarla sin efectivo.
Sobre el corralito Cavallo niega que el límite de 1.000 pesos semanales haya sido para salvar al Banco Provincia, aunque su versión es inconsistente.
—No, mil pesos por mes y doscientos cincuenta por semana. Además, ¿cuántos trabajadores ganaban más de mil pesos? Esa cantidad era insignificante. El corralito implementado como estaba, con tarjetas de débito y cheques de mostrador, no perjudicaba absolutamente a nadie.
—Siempre fueron mil pesos mensuales. Lo que pasa es que Gutiérrez calculó que, si todos pedían más de mil pesos de entrada, no iba a tener fondos para satisfacer esa demanda. Por eso bajamos a doscientos cincuenta pesos semanales. Había problemas de liquidez en los bancos, que se agravarían si la gente iba a sacar de golpe dos mil pesos.
En esta segunda respuesta, Cavallo termina hablando de 2.000 pesos "de golpe", aunque antes admite que siempre se pensó en un límite de 1.000 pesos mensuales. Por otra parte, el límite semanal de 250 pesos se flexibilizó apenas tres días después del comienzo del corralito. Este comenzó a regir el lunes 3, y el jueves 6 —mediante el decreto 1606— se permitió el retiro de 1.000 pesos mensuales de una sola vez para cajas de ahorro correspondientes "a sueldos, haberes jubilatorios, pensiones y otros beneficios sociales". Es decir, la mayoría de las cuentas bancarias.
De las distintas fuentes consultadas, sólo Cavallo niega que el corralito haya sido un salvataje de bancos.
Si la actividad económica marchaba sin pausa hacia un abismo, la falta de efectivo terminó siendo el acelerador que la llevó más rápido hacia él. "Liendo es muy inteligente y tiene mucha formación, pero le falta calle. Con el corralito le sacaste la poca plata que tenía en el bolsillo al verdulero, al taxista, a las prostitutas", sentencia Martín Grynblat, ex vocero de Cavallo. Se refiere a consumos que aún hoy se pagan con efectivo.
El sábado 1º de diciembre, Cavallo brindó una conferencia de prensa explicando lo que comenzaría a regir el lunes 3. Además de las definiciones voluntaristas ("ésta es la convertibilidad de siempre", "no se van a tocar los depósitos", "las medidas no son recesivas, todo lo contrario"), uno de los recuerdos del momento es el gesto de Maccarone en la conferencia. A través de una foto que captó la agencia DyN y reprodujeron varios diarios, el ministro habla mientras el presidente del Banco Central apoya la mano derecha sobre su sien, además de dirigir su mirada perdida hacia abajo. Hacia ese lugar iba la economía.
Para Cavallo, el corralito fue inevitable. Para otros protagonistas, no. "Fue para salvar una quiebra masiva de los bancos. La convertibilidad estaba muerta desde la canasta de nonedas, pero éste fue el último clavo en el ataúd. Fue una medida desesperada, que privó del dinero en efectivo a una sociedad acostumbrada a realizar casi todos sus pagos de esa manera", expresa Claudio Loser, director de Asuntos Hemisféricos del ex FMI.
Para Marx también el corralito era evitable. "Era muy difícil escapar del default, pero se podía hacer una quita de deuda más prolija. Los bancos estaban en problemas, pero se podía diferenciar entre ayudas para la privada nacional y la estatal, y envíos de dinero de las casas matrices para bancos extranjeros. En el caso del salvataje, alcanzaba el 25% de las reservas del Banco Central. Lo último por hacer era cortar la cadena de pagos, complicándole más la vida cotidiana a la gente; y fue lo único que se hizo."
Para Marx, el corralito hubiera sido evitable apuntalando al sistema bancario de otra forma. "Los bancos públicos siempre tienen el apoyo estatal implícito, y los extranjeros tendrían que recurrir a sus casas matrices. En cuanto a las entidades en problemas, los privados de capital nacional, hubiera sido suficiente con una asistencia de 5.000 millones, que luego tendrían que devolver", asegura el ex secretario de Finanzas.
En ese momento, las reservas del Banco Central llegaban a casi 19.000 millones de dólares, lo que refuerza la opinión de Marx. "Teníamos los fondos para manejar el salvataje, aunque había que hacerlo con cuidado".
Pero Cavallo eligió el corralito. Era el comienzo del fin. De un diciembre en el que las tradicionales fiestas pasarían a un segundo plano. Un mes de muertos, final del gobierno y disolución social. Un mes que por su intensidad pareció un siglo, pero sin buenas noticias.
economía sin dinero.
—¿Usted cambió el límite de extracción semanal por pedido de Ricardo Gutiérrez, del Banco Provincia?
—¿El corralito estaba pensado para una extracción semanal máxima de mil pesos, en lugar de los doscientos cincuenta pesos que terminaron siendo?
A pedido.