Esencialmente, lo que tal vez le sucedió al premier italiano es que simplemente se estrelló contra el puño de la historia. Puño/s que seguramente muchas veces vio levantados, pero que en su habitual arrogancia nunca imaginó que alguna vez lo iban a alcanzar. Concretamente, su agresor, desde corta distancia y con toda la fuerza de su brazo y puño, le arrojó a la cara una pequeña pero pesada réplica del Duomo de Milán. La palabra Duomo proviene del latín y significa Casa de Dios. Es decir el Duomo o Catedral es un lugar sagrado donde habita Dios. Podríamos decir que el atentado a Berlusconi de algún modo representa el choque de dos teologías opuestas: la católica, que aconseja amar a Dios por encima de todas las cosas, y la neoliberal, que predica el amor a la ganancia económica en primer lugar. El premier italiano es un ferviente servidor de la ideología neoliberal surgida tras el Consenso de Washington. Hay que tener en cuenta también que su atacante es un alienado que sufre serias perturbaciones mentales. A alguien así vulgarmente se lo conoce como "loco". A grandes rasgos, lo que le ocurrió psicológicamente a una persona de estas características es que sufrió una apreciable pérdida de su propia identidad. Lo perdido adentro suyo suele ser reempleado por las demandas, frustraciones o anhelos de otras personas significativas de su vida. El afectado se transforma de ese modo en una caja de resonancia, un eco, o hasta un tramitador de esos asuntos pendientes. Lo que, en ocasiones, lo transforma en vengador o justiciero al servicio de una "verdad incuestionable", que lo impulsa enérgica e indeclinablemente en pos de su objetivo.