El Banco Central Europeo (BCE) dispuso ayer un nuevo incremento de sus tasas de interés de 50 puntos, con el objetivo de frenar la inflación en la zona del Euro, la cual, desde que comenzó el ajuste monetario, comenzó una tendencia a la moderación.
El Banco Central Europeo decide el quinto incremento de tasas desde julio pasado.
El Banco Central Europeo (BCE) dispuso ayer un nuevo incremento de sus tasas de interés de 50 puntos, con el objetivo de frenar la inflación en la zona del Euro, la cual, desde que comenzó el ajuste monetario, comenzó una tendencia a la moderación.
Se trata del quinto incremento de tasas desde julio pasado, momento en el cual comenzó con una revisión al alza de 50 puntos y luego siguió con dos de 75, y otra de 50 en diciembre pasado.
El endurecimiento del banco implicó el fin de una era de “dinero fácil” en el continente, donde las tasas llegaron a ser negativas con el objetivo de estimular la economía y evitar una inflación demasiado baja. Ahora la situación es la opuesta: frente a una alta inflación, el BCE busca enfriar la actividad.
En sintonía con el BCE, el Banco de Inglaterra (BoE) aumentó ayer nuevamente la tasa de interés base al 4%, el nivel más alto en 14 años, lo que supone el décimo aumento consecutivo en los costos de los préstamos con el objetivo de seguir conteniendo la inflación.
La inflación de Reino Unido bajó en diciembre al 10,5%, aunque sigue en su nivel máximo en 40 años. El aumento de la tasa de interés busca, mediante una receta ortodoxa, combatir la aceleración de precios.
La decisión ocurre un día después de que la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) decidiera incrementar levemente la tasa de intereés en 25 puntos, por considerar que la inflación en ese país comenzó a desacelerar, aunque advirtió que aún sigue elevada y no descartó ir por más si no afloja.
A su vez, el Banco Central de Brasil, decidió mantener su tasa de referencia Selic sin variantes en el 13,75% porque “la incertidumbre que rodea a sus supuestos y proyecciones es actualmente mayor a lo habitual”.
Con la decisión que tomó el Banco de Inglaterra, los bancos ahora tendrán que pagar una tasa más alta por el dinero que reciben del banco central, lo que significa que los préstamos a los consumidores y a las empresas serán más caros.
Esto significa que, si bien puede aumentar los costos de endeudamiento y agregue más presión a muchos hogares que ya tienen problemas para enfrentar los costos de la vida por las suba de las hipotecas, también puede ayudar a mantener bajos los precios de los bienes y servicios.
Esto comenzó a dar resultados pues la inflación, de la mano de la caída de los precios de la energía, pasó de un pico histórico de 10,9% anual en septiembre pasado a ser de 8,5% en el último mes de mayo.
Como consecuencia del alza, la tasa de interés para las operaciones de financiación, la de depósito y la de facilidad de préstamo subirán a 3,00%, 2,50% y 3,25%, respectivamente, desde el próximo 8 de febrero.
El BCE busca, con estas revisiones en las tasas, mantenerlas en un nivel “suficientemente restrictivo para asegurar un retorno de la inflación a su meta de mediano plazo del 2% anual”, según informó en un comunicado el ente monetario.
Asimismo, la entidad anticipó que “espera aumentarlas aún más” en las próximas reuniones monetarias.
En una conferencia de prensa posterior a comunicarse la decisión, la presidenta del BCE, Christine Lagrade, afirmó que las presiones en los precios “continúan siendo fuertes” debido, en parte, a que los altos costos de la energía “siguen diseminándose en la economía”.
Al explicar los motivos por la persistencia de la inflación subyacente, Lagarde señaló que existen efectos retardados en los precios, por ejemplo, de los problemas en las cadenas de suministros que impactaron meses atrás.
“Lo mismo sucede con el levantamiento de restricciones de la pandemia. El efecto de la demanda contenido lleva arriba a los precios, especialmente en los servicios”, precisó.
Del mismo modo, señaló que “los salarios están creciendo más rápido, sostenidos en mercados laborales robustos”, lo cual puede traducirse en inflación.
Por Matías Loja