La crisis se manifestó esta semana con extrema crudeza en los indicadores económicos. El precio del dólar rompió un nuevo récord, en un mercado que no encuentra oferta suficiente para abastecer una demanda que no tiene su techo. El Indec informó una caída de actividad del 6,7% en junio.
La política monetaria estadounidense, la crisis de los emergentes, la devaluación en Turquía y la depreciación del real en Brasil, atizan un escenario complicado para la economía local. Pero la debilidad autoinflingida con la puesta en marcha del modelo de endeudamiento y fuga, a fines de 2015, es el origen de la situación.
El balance cambiario del Banco Central correspondiente a julio ratificó la sostenida dolarización, hija de la desconfianza en el programa económico. Pese a que fue un mes de tregua, por la licitación de dólares del Fondo y el torniquete monetario, la compra de divisas para formación de activos en el exterior superó los 3 mil millones de dólares, un aumento de más 5% respecto de junio. En el año, suma 20 mil millones de dólares y desde 2016, más de 54 mil millones. La remisión de utilidades y otros ítems eleva la cuenta. Ese volumen de salida no encuentra contrapartida en la oferta, pese a que sólo en el primer semestre del año, la deuda se incrementó en 43.767 millones de dólares, con el 71,7% correspondiente a moneda extranjera, según el último informe de la Fundación Pueblos del Sur.
La fundación que conducen Daniel y Esteban Guida actualizó el seguimiento que realiza desde 2015. En dos años y medio la deuda pública aumentó 51,5%, significan 124.307 millones de dólares. Pero la deuda externa subió 91.473 millones de dólares, un 144%. La de corto plazo en dólares, como la que se emite a través de las Letes, la bomba que reemplazará a las Lebac, se triplicó en los primeros 30 meses del gobierno de Macri.
Las dudas sobre la sostenibilidad de este esquema estallaron el programa económico este año. Desde ahí, todos fueron intentos desesperados y gravosos de conseguir una canilla de financiamiento. El crédito disponible del FMI se agotó rápido. Se negoció con China una ampliación del swap que fue tan cuestionado al kirchnerismo y la Corporación Andina de Fomento arrimó 750 millones de dólares. Mientras, Hacienda y el Banco Nación negocian con el Fondo, virtual interventor de la gestión económica, una revisión del acuerdo firmado hace sólo dos meses, el presidente Macri se prepara reunirse en Estados Unidos con representantes de fondos de inversión amigos para "despejar" el fantasma del default. La solvencia argentina está hoy en duda en el mundo, como señalan los economistas de la city que alertan que la suba del riesgo país es hoy más temible que el aumento del dólar. De hecho, la escalada de la divisa no logró cerrar el enorme déficit comercial que creció en julio, por un aumento de las importaciones, fundamentalmente de combustibles y bienes de consumo. En cambio, sí fue efectivo para alimentar la inflación, que en las expectativas ya se ubica por encima del 35% anual. El ajuste, más como señal de austeridad frente a eventuales prestamistas que como eficiente política de asignación de recursos, se generaliza. Mientras el déficit financiero aumenta 90%, el primario se reduce por la caída en términos reales y, en algunos casos nominales, de gastos de capital, salarios y hasta programas de vacunación. Los gobernadores e intendentes se alistan para lamentar la eliminación del fondo sojero, aunque un temor que no alcanzan a explicar, impidió aún articular una estrategia común de disputa frente al poder central. En la era de los pactos líquidos, los acuerdos federales se firman y se revisan al poco tiempo. Lo mismo con el FMI
Sin capacidad de respuesta económica, el gobierno profundiza su fundamentalismo político. La nueva ola de despidos, como en Fabricaciones Militares, fue subrayada con una brutal represión en La Plata a trabajadores del astillero Río Santiago. El mismo día, una marcha oficialista, nutrida para la capacidad de movilización de Cambiemos aunque menor en relación a las grandes concentraciones de protesta de estos dos años y medio, sublimó la crisis con una expresión de furia contra la ex presidenta Cristina Kirchner. En busca de cabezas para exhibir a los prestamistas, el gobierno se arriesga a interpretaciones incómodas. De hecho, es curioso que para garantizar un piso de movilización, el oficialismo se vea obligado a revestirla como una marcha opositora contra una figura política que se fue del gobierno hace dos años y medio.