“Estamos al borde de una depresión y con caídas descomunales de ventas pero en la UIA prefieren que el sindicato de su rama quede debilitado”. Con ese ejemplo, Claudio Katz describe la naturaleza del apoyo de los grandes grupos económicos al gobierno de Javier Milei, pese a las señales de impaciencia que muestran frente a una crisis que se agrava. “Le toleran lo que no le hubieran tolerado a nadie porque es el instrumento para intentar revertir las relaciones de fuerza e imponer una derrota al movimiento popular, están dispuestos a perder dinero con tal de que debilite a los sindicatos, baje los salarios, criminalice las protestas y generalice el miedo en la población a manifestar”.
El economista de la UBA e investigador de Conicet, uno de los principales estudiosos sobre las economías latinoamericanas, estuvo el viernes en Rosario presentando su nuevo libro: “América latina en la encrucijada global”, invitado por Nuestra América y la editorial Batallas de Ideas. En ese marco, habló con este diario sobre los gobiernos progresistas en la región, el avance de la ultraderecha y las tensiones regionales que plantea la confrontación global entre Estados Unidos y China. Frente a este nuevo contexto internacional, el referente del colectivo Economistas de Izquierda califica a Milei como “un menemista a destiempo” y considera que su plan económico inicial “ya falló”, ya que las últimas medidas para resetearlo forman parte de un intento por “evitar una crisis bancaria sobre la base de la destrucción total de la fuerza productiva del país”.
_ ¿Cuál es la encrucijada en la que se encuentra América latina?
_ América latina enfrenta un dilema importante porque recuperó incidencia por sus recursos naturales y volvió a ser un botín muy apetecido. El manejo de ese manantial es la prioridad de Estados Unidos, que no puede recuperar predominio mundial sin controlar por completo lo que llaman su patio trasero. Ni Trump, con el proteccionismo, ni Biden, impidieron que Estados Unidos pierda posiciones a escala mundial. El problema más grave lo tienen con China, que en 20 años logró un nivel de inserción de negocios, inversiones y comercio sin precedentes en la región. Y las clases dominantes están en una disyuntiva porque tienen una relación histórica de dependencia cultural, política, ideológica con Estados Unidos pero los negocios están en China. El primer gran tema del libro es esta encrucijada geopolítica. El segundo es el avance de la derecha, con foco en todo el fenómeno latinoamericano pero con especial atención en el caso argentino, donde Milei capturó el descontento generado por décadas de crisis económica, degradación social y hastío con el sistema político. Lo hizo con las mismas actitudes de la derecha mundial, el mismo disfraz de rebelde. Pero ya se olvidó de la casta y ahora agrede a los hambrientos almacenando alimentos que no entrega, perpetúa un recorte inédito a los jubilados, incrementa los despidos con crueldad y sadismo, y ataca a los trabajadores informales de los movimientos sociales. Hay un plan general de aplastar a las organizaciones populares.
_ ¿Es similar la ultraderecha en la región a la de Europa y Estados Unidos?
_ Tienen puntos en común y singularidades. Conforman una corriente de autoritarismo reaccionario con tendencia a estrangular la democracia dentro del propio régimen actual. Son reaccionarios porque reflotan los mitos del pasado. En EEUU, la nostalgia del dominio global norteamericano; en Inglaterra, la reminiscencia del pasado victoriano; en España, Vox fantasea con la antigua supremacía colonial de España. Y Milei juega con esa idea de recrear la prosperidad del principio del siglo XX, cuando una oligarquía exportaba granos y carnes a espaldas del país. Las banderas comunes son el punitivismo contra los pobres, el antifeminismo, un anticomunismo delirante. Pero hay diferencias. La derecha latinoamericana está muy focalizada en bloquear cualquier reaparición y profundización del ciclo progresista de la década pasada. Toda la derecha mundial combina un aspecto de intervencionismo keynesiano con un aspecto neoliberal. Trump vuelve al proteccionismo y en Europa defienden los aranceles agrícolas, siempre dentro una ideología de individualismo mercantil a pleno. En América latina el componente neoliberal es altamente predominante. Abjuran del viejo desarrollismo.
-¿Cabe en este contexto global esa marca neoliberal tan pronunciada?
-Milei es esencialmente un servidor del Departamento de Estado más que de las propias clases dominantes argentinas. Por eso hace más su vida política en el exterior que en el país. Recorre el mundo con el discurso guionado por Trump. Y en este alineamiento ciego termina obstruyendo hasta intereses de mediano plazo de todos los grupos dominantes. Por ejemplo, con el rechazo a que Argentina participe en los Brics, que son un centro de negocios para todas las economías del mundo. Milei es un menemista a destiempo. Abreva en el imaginario de Reagan y Thatcher pero está en otra era. Trump y Biden saben que Estados Unidos no puede competir con China si no es con fuertes inversiones orientadas por el Estado hacia la alta tecnología. Eso no lo hace espontáneamente el mercado. Los grupos dominantes de la Argentina son muy conscientes de que, salvo el capital financiero, o los sectores extractivistas, la mayoría de los sectores el país va a quedar muy afectado por la política del presidente. Pero lo apoyan y le toleran lo que no lo hubieran tolerado a nadie porque es el instrumento para intentar revertir las relaciones de fuerza e imponer una fuerte derrota al movimiento popular. Con tal que debilite los sindicatos, baje los salarios, criminalice las protestas y generalice el miedo en la población a manifestar, están dispuestos a perder dinero. Estamos al borde de una depresión, con caídas descomunales de ventas, pero en la UIA prefieren que el sindicato de su rama quede debilitado. Igual, como lo expresó Paolo Rocca, empiezan a sospechar que esto puede derivar en una crisis cambiaria y potencialmente bancaria.
-¿Está cerca esa crisis?
-Nunca se puede saber porque hay un contrapeso a la crisis, que es la demolición del país. Si entrás en una una depresión infinita, si el desempleo salta y la pobreza suma varios millones de personas, puede ser que baje la inflación y que, en un momento pueda converger con el tipo de cambio. Milei busca evitar una crisis bancaria sobre la base de la destrucción total de la fuerza productiva del país. Es difícil formular un pronóstico porque no se puede juzgar a Milei con los parámetros clásicos con los que juzgamos a Macri o Fernández. Sí se puede decir que ya falló el plan económico inicial, que era perpetrar un rápido ajuste, equilibrar las finanzas, suscitar la confianza de los acreedores y conseguir un crédito externo para estabilizar la moneda, bajando la inflación después de una corta recesión. El ordenamiento fiscal es un malabarismo contable, la recesión es mucho más fuerte que lo que previó y ya entramos en ese círculo vicioso en el que el ajuste se muerde la cola. La baja de la inflación hasta ahora sigue siendo un espejismo porque está en los promedios, más o menos, del gobierno anterior. Las maniobras monetaristas de las últimas semanas son aventuras de un broker que maneja la economía como si fuera una mesa de dinero. Y el crédito externo que está esperando hace seis meses no viene porque todos saben que la Argentina marcha a un próximo default. Milei tiene dos jugadas: una es inducir una depresión económica para forzar una baja de la inflación y que el tipo de cambio se ajuste para abajo. La otra es esperar a que Trump gane las elecciones y aparezca un crédito externo que estabilice la economía. Y a partir de eso, convertir a la Argentina en un enclave exportador de minería, petróleo y más o menos soja. Ese es su plan. Hay dos escenarios abiertos. Uno como el de Macri en 2017, de un gobierno de derecha que fracasa porque enfrenta una resistencia importante, y otro como el Menem, que después de uno o dos años de grandes turbulencias, termina consolidándose y abre un ciclo de diez años de gobierno neoliberal. La moneda está en el aire.
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- ¿Qué evaluación hacés de las experiencias de los gobiernos progresistas en América latina?
-En términos generales estamos en una especie de reinicio parcial del ciclo progresista, una nueva oleada. En el anterior hubo conquistas sociales y democráticas de distinto grado, según los países, pero nunca un proyecto de transformación económica y social al nivel de lo que requiere América latina para salir del estancamiento, el subdesarrollo y la dependencia. Nunca se avanzó en la soberanía financiera, alimentaria ni energética, ni en un programa común a la región. El medio camino hizo que la ultraderecha repuntara. Hay luchas populares, rebeliones y resistencias que abren nuevos espacios progresistas pero más acotados. Las oscilaciones muy traumáticas. En este momento hay dos situaciones distintas. Hay gobiernos que generaron un gran desengaño, como Castillo en Perú, Boric en Chile, y ni qué hablar de Alberto Fernández. Pero hay otros casos en los que persiste la expectativa popular y está abierto el desenlace, como los de Lula, Petro y ahora Claudia Sheinbaum, la sucesora de López Obrador. No necesariamente hay conquistas ero sí un equilibrio de fuerzas y pueblos decididos a enfrentar a la derecha. Que ya no es la convencional, la de Macri o Piñera. Por eso la confrontación es distinta, de otro alcance. No admite medias tintas.