Una serie de performances callejeras eran las marcas sutiles de que algo extraño acontecía en la ciudad. Dibujos, pintadas, movimientos en ronda y saltos interrumpían el fluir urbano. Las acciones llevaban un título: "Las Brujas, dos meses de surrealismo y transgresión en Rosario".
Bajo la consigna de "alterar la normalidad cotidiana", el grupo de arte experimental Cucaño realizó distintas acciones que entendían la creación en términos vanguardistas y revolucionarios. Sus montajes teatrales, fanzines y festivales fueron llevados adelante en plazas, peatonales, galerías comerciales o teatros. En su manifiesto declaraban: "Bregamos por un arte de participación colectiva que enfoque las urgencias de un pueblo, hastiado por un inculcamiento masivo. Ante esta situación caótica trataremos en la medida de nuestras posibilidades, de transmitirte e inyectarte el virus de la movilización y la participación".
Formaron parte del movimiento Guillermo Giampietro, Carlos Ghioldi, Graciela Simeoni, Miguel Bugni, Guillermo Ghioldi y Daniel Canale. Al ingresar, fueron renombrados, como parte de un ritual de iniciación; así, eran conocidos respectivamente como Anuro Gauna, Pepito Esquizo, Pandora, McPhantom, Lechuguino Maco y el Marinero Turco.
Muchas de las actividades enmarcadas en "Las Brujas" resultaban enigmáticas y otras eran ignoradas en el ritmo de la ciudad. Pero los volantes repartidos en los últimos días anticipaban que el misterio se resolvería. Hacia el final, un cortejo fúnebre se movilizó desde las calles céntricas hasta las barrancas del bar Vip. Un orador dirigía la procesión, mientras entonaba un discurso cada vez más fuerte. Los gritos denunciaban que en ese ataúd estaba su generación muerta y que los espectadores eran los responsables. Al mismo tiempo, otros integrantes del grupo desplegaban una bandera en la que se leía una frase que quedaría completamente asociada con el movimiento y se volvería, también, pintada: "¡Libertad total a la imaginación!".