Esta cuestionada técnica permite acceder a los hidrocarburos que yacen en lo más hondo de la tierra, pero tiene efectos destructivos sobre el entorno natural. Y esos efectos —siniestros— son los que narra con maestría Svampa, nacida en Allen, Río Negro, en 1961, en el marco de una familia dedicada a la actividad frutícola.
"A diferencia de la llanura pampeana, donde uno arroja una semilla y al año siguiente encuentra un sembradío en plena producción —tal es nuestro imaginario nacional de la abundancia—, el valle de los ríos Negro y Neuquén es tierra de regadíos, una lucha cuerpo a cuerpo contra la barda seca y salitrosa que bordea los ríos y reaparece en cuanto se ausenta el trabajo humano", cuenta la autora y describe el paisaje donde se inició su vida, "una franja de unos ciento cincuenta kilómetros de largo y treinta de ancho, dedicada desde 1930 a la producción y exportación de frutas de pepita".
Ese paraíso creado por el hombre comenzó a ser golpeado en la década del noventa del siglo pasado, cuando las políticas neoliberales y la globalización asimétrica castigaron sin piedad a los pequeños chacareros. Y ahora, pese a que Allen continúa siendo el principal polo productor nacional de peras y manzanas, las siluetas de las torres petroleras se ciernen amenazadoras en el horizonte.
Svampa cuenta la historia con recursos de novelista. La quijotesca figura del padre y el triste derrotero del primo adicto a las drogas y delincuente son cruciales en un relato que no prescinde de los datos duros, pero cuya capacidad de convencer al lector pasa esencialmente por la empatía que genera desde la sinceridad más cruda y el talento narrativo. Los momentos en que se relata la felicidad de la adolescencia compartida en las márgenes y las aguas del río Negro están embebidos de un tono elegíaco, que recuerda a Mark Twain.
El texto tiene, al mismo tiempo, aristas políticas que pueden generar polémica. Ocurre que Svampa es una implacable enemiga de las políticas extractivistas, eje del proyecto económico del kirchnerismo. Desde una visión en la que se confunden el pensamiento de izquierda y la mirada ecológica, fija la mira en la gestión de Cristina y no vacila en descargar munición pesada.
El espíritu que alienta este bello y necesario libro pueda acaso resumirse en uno de sus epígrafes, en el cual Svampa cita aWalter Benjamin: "Marx dijo que las revoluciones son las locomotoras de la historia. Pero quizá sea diferente. Puede ser que las revoluciones sean la mano de la especie humana que viaja en ese tren y tira del freno de emergencia".
Pese al fracaso en que han desembocado tantas luchas, Svampa insta a no renunciar. Antes de que el capitalismo, en su irracional afán de riquezas, se lleve puesto —también— el planeta.
Por Claudio Berón
Por Alvaro Torriglia