No es un hecho cotidiano la concurrencia de los legisladores nacionales a la biblioteca del Congreso de la Nación, dotada de un material bibliográfico estimado en más de tres millones y medio de piezas.
El diputado libertario Javier Milei.
No es un hecho cotidiano la concurrencia de los legisladores nacionales a la biblioteca del Congreso de la Nación, dotada de un material bibliográfico estimado en más de tres millones y medio de piezas.
A diferencia de sus pares que los precedieran en otras etapas de la historia, los actuales forjadores de la normativa nacional no abrevan sus conocimientos en esa magna dependencia, por fortuna aprovechada por un sinnúmero de particulares.
El indispensable estudio previo de los temas que devienen en proyectos legislativos se delega actualmente en la dotación de asesores que asisten a los diversos bloques, lo que permite a los congresales dedicar parte de sus tiempos a hilvanar y deshacer toda clase de contubernios, con miras a la satisfacción prioritaria de poderosos intereses sectoriales, en sintonía con los compromisos asumidos por nuestros “representantes del pueblo”.
El bienestar general, uno de los objetivos expresados en el preámbulo constitucional, no forma parte de los temas prioritarios. Dejando a salvo la creciente necesidad de acudir al conocimiento de especialistas en materias de creciente complejidad, situación que amerita la asistencia de asesores capacitados, se advierte la orfandad en la formación intelectual de algunos integrantes del cuerpo legislativo.
Sirva de muestra la confusión histórico-conceptual protagonizada por el diputado nacional Javier Milei, quien fustigó la designación de una calle en la ciudad de Buenos Aires con el apellido Guevara por considerar que se refería a Ernesto “Che” Guevara. En realidad, esa mención corresponde a la ordenanza 1904, alusiva al historiador y sacerdote jesuita José Guevara (Toledo-España, 1719; Peruggia-Italia, 1806).
Información que puede recabar cualquier mortal en las redes sociales, sin que se requiera la asistencia a las bibliotecas. Un hábito que contribuiría a superar el estado de supina ignorancia que padece ese legislador, acaso un remedo del político derechista Manuel Carles (1875-1946), por su simpatía con las acciones represivas.
Jorge Arévalo
Por Matías Petisce