Estamos presenciando una embestida sin precedentes al arbolado de la cuidad: la falta de información acerca de la importancia del árbol, o incluso la información insidiosa (“¡Estamos podando! Más Rosario”); la falta de un plan efectivo de censo, cuidado (riego) y mantenimiento de la arbolada urbana y los espacios verdes; la construcción desbocada –pese a un número récord de viviendas desocupadas– que significa la mayoría de las veces el maltrato o la extracción de los árboles sin control o inspección; la falta absoluta de relocación y/o reposición del ejemplar por uno equivalente; la poda desmedida, mutilante y sin tregua desde el mes de agosto hasta el día de hoy, en plena estación de floración y en manos de operarios sin capacitación ni supervisión adecuada, y la descarada a los parques, plazas y avenidas, con extracciones de árboles añejos a los que primero se desamparó totalmente y hoy se descarta sin posibilidad de apelación, con excusas incoherentes y con objetivos al menos cuestionables (juegos para niños) y sin sentido ante una ciudad cada vez más populosa y en la cara de un cambio climático que amenaza nuestra salud año a año; proyectos sin licencia social que muchas veces no tienen ni un objetivo claro (talaron más de 10 árboles añosos en la plaza del Museo Castagnino para un proyecto que jamás se llevó a cabo, edificaron un centro deportivo y quieren agregarles natatorios olímpicos en el parque Independencia y ahora también quieren emplazar una franquicia de un local de comidas rápidas), y ni hablar de que los vecinos han denunciado ya reiteradas veces a tal punto de verse dichas denuncias en diarios y noticieros pero sin que se acuse respuesta alguna.