Plantear que en una escuela pública de Rosario funciona una escuela de hackers, con el concepto bastante incorporado a la sociedad de que éste es un pirata que roba información para sacar algún beneficio propio, es al menos un dato intrigante. Pero la realidad indica que en el Complejo Educativo Gurruchaga, en la cátedra de conversión y reparación de datos, que se dicta en el 4º año de la terminalidad informática, funciona desde hace seis años la “Primera escuela de hackers” del país, experiencia que luego tomaron otros colegios de Buenos Aires y algunas de la región, tales los casos de Totoras y Elortondo. Claro que de lo que se trata en este caso es de darle un buen uso a los conocimientos de los secretos de la red: un hacker ético.
La titular de la materia, María Alejandra Falletti, indica en una entrevista con LaCapital, que “es cierto, está institucionalizado que ser hacker es mala palabra, cuando en realidad el término que debería emplearse en cuanto a los piratas informáticos es el de cracker”.
Si bien no hay una definición de diccionario para la palabra hacker, algunos especialistas consideran que éste es simplemente alguien capaz de manejar con gran habilidad cualquier sistema (un aparato, un dispositivo, no necesariamente un ordenador), con el fin de sacarle mayor un rédito o simplemente por divertimento. Esta distinción habría surgido en la década del 60 en Estados Unidos, quizás en el ámbito del Instituto Tecnlógico de Massachussets (MIT).
Hacker ético. Básicamente se trata del Programa Hacker High School para colegios secundarios, surgido en el Instituto para la Seguridad y Metodologías Abiertas (Isecom, su sigla en inglés) destinado a fomentar la seguridad informática y otros buenos usos de la red.
“El proyecto empezó hace 6 años y puede decirse con total seguridad que es la primera escuela de hackers en la educación pública en la Argentina. Es un programa de los EEUU para colegios secundarios. Me contacté con la escuela, empecé a ver el material, me pareció interesante y la empresa Kwell era la que tenía la capacidad de certificar los contenidos en la Argentina. Me puse en contacto con Jorge Bernardo, su titular, y empezamos con las lecciones y lo beneficioso es que la certificación la da una empresa de seguridad informática”, asegura la docente.
Falletti abunda que se trata de “12 lecciones donde se abordan los distintos temas de seguridad informática, donde se usan herramientas que utilizan los hackers. Es lo que se denomina hacking ético. De hecho hay empresas que contratan a hackers pàra controlar su seguridad. Eso es un hacker legal”.
En esas 12 etapas se abordan temas como redes, analizador de paquetes, seguridad del correo, legislación. “Después —agrega— implementamos una plataforma para que el curso sea on line con una evaluación final que los chicos debían aprobar para obtener la certificación. Y a eso lo fuimos enriqueciendo con evaluaciones”.
“Las mismas lecciones —continúa— tienen una aplicación del contenido, una ejercitación y una práctica. Por ejemplo, la primera parte es buscar en Google, no usar las herramientas comunes de un buscador, sino profundizar y ver cómo se puede buscar más detalladamente”.
Primera impresión. Consultada sobre cuál es la primera impresión de los alumnos cuando se les comenta que van a trabajar en una escuela de hackers, explica que “los chicos entran sin saber qué es un hacker ético. Tienen la misma fantasía que la gente común al escuchar esa palabra. En realidad hacker quiere decir especialista y cracker es el verdadero usurpador de datos. Acá los chicos preguntaban si iban a poder hackear Hotmail o si podrán entrar a la página de la Nasa”.
Herramientas. “Ahora se han acostumbrado —cuenta casi como una rutina— pero al principio era así. Empezamos planteando que eso no se hacía, que no se entraba a una página para sacar contraseñas y datos. Lo que estudiamos es seguridad para que no te hackeen, cómo viaja una contraseña, si se puede interceptar, etcétera. Lo que se trabaja es un analizador de paquetes del tráfico de la red. Los datos viajan por el cable y uno puede analizarlos, y por ejemplo las contraseñas de los mails pasan en texto plano. Uno las puede ver con un determinado programa, al igual que todo lo que uno escribe. Con el wi - fi pasa lo mismo. Uno lo usa en un lugar, digamos un bar, como si nada. Los datos viajan por el aire y como el aire es común, es de todos, yo detecto el tráfico y puedo ver todos los contenidos de la gente que escribe, las contraseñas de sus computadoras, adónde entran”.
“En definitiva, les enseñamos a los chicos la legalidad o la ilegalidad de ciertas cosas. Vos les das las herramientas legales al adolescente y está en uno querer seguir investigando, profundizando y perfeccionándose. Después cómo usar esas herramientas depende de cada uno”, concluye la educadora.