“El tiempo no para”, cantaba la Bersuit, y es algo que reclama Sergio Lapegüe casi como un ruego. El periodista, una marca registrada de El Trece y TN, asegura que “el éxito sería poder ser dueño de mi tiempo”.
Por Pedro Squillaci
“El tiempo no para”, cantaba la Bersuit, y es algo que reclama Sergio Lapegüe casi como un ruego. El periodista, una marca registrada de El Trece y TN, asegura que “el éxito sería poder ser dueño de mi tiempo”.
Justamente el éxito y el poco tiempo para el ocio lo llevaron a escribir un libro que invita a reflexionar a quien lo lea, pero también es un llamado de autorreflexión. “Parar, tocar fondo, resetear y volver a empezar”, se titula el material de Editorial Planeta, cuyo lanzamiento disparó la charla por Zoom con La Capital, ofrecido mientras iba en remise de un canal a su casa, en lo que para Lape, como lo llaman, era un “tiempo libre”.
El conductor de “Notitrece” en la tevé de aire; también está al frente en “De 6 a 10” en TN y encabeza el ciclo “Anochecer de un día agitado”, que es el más escuchado en la franja horaria de 17 a 20 en la FM porteña. En suma, diez horas al aire, además de llevar adelante su página web, hacer notas para difundir sus libros y, claro, el otro laburo, un poco más distendido, que es tocar la guitarra en Lapeband, la banda con sus amigos que le inyecta otro aire, más esencial que el de los medios.
“De un canal a mi casa tengo cuatro o cinco controles, ¿podés creer?”, dirá siempre con barbijo, ya que viene de superar una internación por coronavirus y sigue todo el tiempo a full, casi al mismo ritmo que antes del parate obligatorio que le generó la pandemia. En la charla será muy crítico con la grieta; dirá que lo tentaron para hacer política pero que se negó porque “prefiero abrazar a mi familia” y que, muy a su pesar, no pudo cumplir todavía con lo que propone en el título de su libro. El conductor que dejó su sello en las medianoches con “Prende y apaga” empezó a bajar un cambio pero sigue al trote: “Lo que tengo que intentar aprender y de darme cuenta es que puedo vivir sin éxito”.
Con casi la mitad del día en la tevé y en la radio, como una metáfora de su condición de asmático y hombre de medios, hoy tiene aire de sobra cuando hace pocos meses la falta de aire casi le quita la vida. Luz roja, estamos en al aire, habla Lapegüe.
—¿Hay que parar para poder seguir?
—Yo creo que sí, primero hay que ver el camino recorrido. Uno va tan violentamente rápido en esta vida, hay que decir que sí y nunca se te ocurra decir que no a algo porque podés quedar mal u otras cosas más. Tal vez es mejor poder parar para seguir a un ritmo más lento, con otra velocidad, sin frenar definitivamente, pero ir más tranquilo, especialmente a una cierta edad, cuando ya cumpliste muchos objetivos, muchos sueños y tenés un camino recorrido y has formado tu familia está bien poner el freno de mano. Mirar un poquito para los costados, poner primera de nuevo y avanzar. No es dejar de hacer lo que estás haciendo, es ir un poquito más despacio para disfrutar más de lo que estás haciendo. Y este libro que yo empecé a escribir el año pasado, antes de la pandemia, mirá qué locura: yo ya sabía que tenía que parar y después me termina parando la pandemia. A mí también me termina parando el Covid, yo estuve muy grave, complicado, con este tremendo bicho que me terminó parando a mí y me hizo tocar fondo definitivamente. Estuve verdaderamente grave y ahí me di cuenta que todo es así, todo es efímero. Uno piensa que va a ser viejito y va a estar con los nietos, pero..¿y si no llega eso?
—En muchos de los capítulos hablás de este otro bicho, el celular, y aludís a que estamos más comunicados para estar cada vez más solos. ¿Cuál es tu reflexión sobre la soledad y la sobrecomunicación?
—Mientras escribía el libro yo traté de dejar el Whatsapp, ¿imaginate si a vos te lo saco un día? Bueno, yo estuve un mes sin Whatsapp y digo ahí en el libro que, paradójicamente, era como si me faltara el oxígeno. Después me faltó el oxígeno verdadero y ahí me di cuenta que el Whatsapp no sirve para un cuerno, que lo más importante es el otro oxígeno. El tema de muchas tareas a la vez, el multitasking, lo sigo haciendo pero trato de disfrutar la cosa en cada momento y hablo del mindfulness (conciencia plena). Pensé que nunca lo iba a poder hacer, pero todas las semanas, después de haber tocado fondo, vamos a hacer meditación con mis hijos. Antes nunca se me hubiera ocurrido y hoy antes de salir al aire medito. Sí, es cierto, estoy haciendo diez horas de aire por día, estoy haciendo dos noticieros, soy un apasionado de esto. Se puede cambiar, antes comía y estaba con el teléfono y la tele, ahora estoy tratando de disfrutar la lentitud del tiempo: cuando como estoy tratando de comer y si puedo también charlo. La presentación del libro también me hace trabajar todo el tiempo, pero recuerdo que yo le decía a mi mujer: “Necesito que el día tenga más horas porque no me alcanzan las 24 horas del día”. Y ella, sabiamente, me dijo “no necesitás más horas, necesitás hacer menos cosas para que te alcance el tiempo”.
—El libro por momentos te hace pensar si estás ante un libro de autoayuda aunque esa no fue la intención tuya. ¿Tendría algo de malo que sea de autoayuda?
—El libro lo escribí pidiéndote ayuda a vos, es como ir al psicólogo, no estoy hablando de los éxitos, de que vamos primeros a la mañana, de que somos la radio más escuchada de la tarde, de que hoy ganamos al mediodía, no estoy hablándote de eso, te estoy hablando de mis dificultades, de mi vida privada, de que no puedo parar. Tengo los mismos problemas que tenés vos y estoy dispuesto a contarlo, es un libro que me ayuda a mí y también te ayuda a vos. Una persona me escribió en mi página sergiolapegue.com y me dijo “lo leo y es como si lo hubiese escrito yo”. Evidentemente somos muchos los que estamos por este camino de locura, estamos dominados por el tiempo, por la sociedad, por las presiones de la vida cotidiana, por mantener lo que pudiste lograr. Vos fijate: estoy laburando más para mantener lo que tengo. Y no estoy en contra, yo he leído libros de autoayuda y a mí me han ayudado, yo no estoy en contra, pero este no es un libro de autoayuda, si vos lo querés tomar así, tómenlo así, pero ojalá que este libro al menos te haga pensar en que podemos poner el freno, que este libro sirva para que demos ese pequeño paso, que es conveniente, para que tomemos conciencia que es importante disfrutar ahora y no esperar a disfrutar mañana. Y es conveniente cambiar, cambiar duele. Cuando estaba internado una persona me dijo “Lape, no duele para que sufras, duele para que cambies”. Yo estaba sufriendo, no podía respirar, y yo dije “este fue el de arriba que me dijo «flaco cambiá»”. Y estoy en un proceso de cambio, ayudado por un psicólogo,por una reflexóloga, por gente que hace reiki, por una persona que me está ayudando a meditar, porque el cambio no es rotundo, es de a poco. Yo amo mi laburo, pero yo me siento con un piano en el hombro y con bolsos cargados. Bueno, a veces está bueno soltar esos bolsos y quizá agarrar otro más liviano.
—O si no, el piano te lo podés sacar del hombro y ponerlo adelante para tocar, como cuando tocás la guitarra en Lapeband.
—Eso es muy bueno, pero toco con tiempo limitado. Lapeband sigue, por suerte, aunque ahora con el tema de la pandemia hemos parado. Ya tenemos un show firmado, mirá qué locos, qué soñadores, pero ya firmamos para tocar el 25 de septiembre en el Broadway de Avenida Corrientes porque vamos a presentar un disco que lo estamos grabando. La música la tengo ahí adelante, yo soy soñador y también tengo toda la banda acá arriba (risas).
—”Parar” tiene un ritmo muy coloquial y ameno, es como cuando te veíamos por las noches en “Prende y apaga”. Hay una cuestión muy cercana que hace que uno sienta empatía con este texto.
—Es que yo soy así, yo sé que hay gente que pone el nombre y después lo escribe otra persona. No, esto lo escribo yo porque soy yo, no puedo engañar a la gente, por más que haya un periodista que escuche y después redacte. Yo escribo como hablo, es mi forma, tengo otro libro que se llama “Prende el optimismo” y para el que también me ofrecieron escritores fantasma y dije no. Además me gusta sentarme en los espacios libres entre noticiero y noticiero o las pausas de la radio. Uy, perdón, prefectura, aviso que soy esencial, si me llevan preso vos tenés la primicia...
—Bueno, seguimos, en el libro tienen mucho valor los testimonios de Karin Rodríguez y Juan Miceli junto como el mozo de El Chaltén y un remisero. Todos aportan una sabiduría que redondea el mensaje que querés comunicar.
—Claro, son mensajes que yo fui recibiendo entonces te los transmito a vos para que también puedas cambiar. El mozo de El Chaltén que se había ido de la locura de Buenos Aires y se reía porque nos veía a los cuatro de mi familia desesperados porque no teníamos señal de celular.
—¡En El Chaltén!
—Claro, ¡en El Chaltén!, una cosa de locos. Después Karin, que es mi locutora y amiga y mi coach ontológica, y siempre me da una mano y me ayuda. Juan Miceli, un periodista y amigo que un día dijo “me di cuenta que menos metros cuadrados es menos humedad” y que necesitaba un auto que lo lleve y lo traiga con aire acondicionado, nada más, y se dedica al jardín. Yo le dije lo que vos hiciste yo no lo podría hacer, pero a lo mejor sí un pequeño cambio. El está en otro plan, en el budismo, y yo al periodismo no lo podría dejar, es una pasión, como la música. Y por último el remisero, que me dice que el mejor negocio es cuidar la salud cuando la tenés, es así.
—Decís que no podés parar y lo vinculás al gran momento que tenés en televisión y en la radio, lo que invita a reflexionar sobre el éxito. ¿Vale la pena pagar un precio tan alto para mantener el éxito?
—Y...esa es una muy buena pregunta que no tengo respuesta ahora, si hablamos dentro de un año te lo digo. No es fácil dejar todo lo que vos construiste, porque yo soy exitoso después de veinte, treinta años de trabajo, entonces, bajarme del tren....A mí me gusta caminar por la calle y que la gente me salude y me diga “Lape, te vi a la mañana”. Entonces estoy trabajando con una psicóloga para poder ver qué puede llegar a pasar cuando la gente no me diga más “te vi a la mañana”, si yo puedo vivir así. Entonces estoy en un aprendizaje que ya empecé hace un par de años y que aprendí un poco de golpe después del fuerte golpe, valga la redundancia, del Covid. Pero no es fácil vivir de la forma en que uno vive. Yo lo que tengo que intentar aprender y de darme cuenta es que puedo vivir sin éxito. El éxito no es salir en la televisión o la fama, el éxito es tener salud, abrazar a tu familia, tener tus amigos, agarrar la guitarra y tocar, decir hoy tengo ganas de ir a tocar, hoy tengo ganas de jugar a la pelota, y yo no lo puedo hacer ahora porque no tengo el tiempo. El éxito sería también poder ser dueño de mi tiempo.
—¿No te parece que la tele también debería parar y medir su voracidad? Porque seguimos con la grieta y queremos llegar primero a como dé lugar y no nos damos cuenta que estamos comunicando en medios masivos atravesando una pandemia mundial y que si no nos cuidamos nos morimos todos. ¿No sería tiempo de parar?
—Parar para mejorar está buenísimo, eso también lo digo en el libro, yo digo que hemos hecho cosas de muy mala manera. La pandemia nos ha enseñado un montón de cosas, que es más importante ser que parecer. Eso de la grieta, lo que veo que cada vez estamos con la pala haciendo el pozo más profundo de la grieta y después, cuando estamos viendo la luz ahí arriba, esa luz está cada vez más chiquita y el pozo nos tapa. Hay mucha mezquindad, en la política, en la gente, hay mucho fanatismo. Y el fanatismo no es bueno porque hace que no puedas escuchar lo que piensa el otro, te escuchás vos mismo, es muy triste lo que estamos viviendo. Hay que unirse por lo menos en algunos temas clave: salud, educación, seguridad y la inflación, cuatro temas trascendentes.
—¿Nunca tuviste deseos de incursionar en política?¿No te tentaron de algún partido político a lo largo de tu carrera?
—Sí, muchas veces, y la última fue hace poco tiempo, semanas atrás, y prefiero no decir nada. A mí me gusta mucho la política, pero no podría militar en política con este nivel de agresión. Yo soy un tipo que sufre mucho las agresiones, me siento muy mal, yo a las agresiones les doy amor, pero ni el amor te alcanza para poder parar semejante nivel de violencia política. Me parece que uno no tiene que estar ni de un lado ni del otro, la vida esta en constante movimiento. A veces opino algo de un partido y te dicen “sos un hijo de..” Y no, flaco, yo tengo derecho a opinar de un lado y del otro también. Acá es blanco o negro, Bilardo o Menotti, Boca o River, Ñuls o Rosario. Yo tuve la suerte de poder recorrer el mundo, algo que hacen los dirigente políticos desde chicos y no aprenden nada, pero sólo de hablar con la gente y recorrer algunas calles de cualquier país del mundo te das cuenta que viven distinto y que se puede ser un país diferente. Y no vayamos a Europa, puede ser en Chile o Uruguay, ese respeto, vos vas a Uruguay y vas caminando y paran los autos porque el peatón tiene derecho; en Chile lo mismo. Acá te pasan por arriba porque el tipo del auto tiene derecho, no el peatón. Bueno, en esa pequeña muestra está nuestra idiosincrasia, que será difícil de cambiarla. Tengo mucha esperanza, pero hay tanta violencia de parte de la dirigencia que lo veo muy difícil. Y me voy a quedar con las ganas de dedicarme a la política porque la verdad que en este país convulsionado prefiero abrazar a mi familia.
—La última pregunta, en “Parar” escribís que el próximo libro querés hacerlo en un lugar soñado y debajo de un árbol. ¿De qué te gustaría escribir en ese libro futuro?
—Qué lindo, debajo de un árbol, claro. Primero sería bueno, si tengo la posibilidad de escribir un próximo libro, decir “paré”, ¿me entendés? Lo que estoy buscando es la paz en mi cerebro. Mirá, acá hay otro control más ¿A vos te parece que en un viaje de un canal a mi casa tenga cuatro o cinco controles? Me gustaría vivir en un pueblo o en un lugar alejado donde no haya semáforos, bueno, sigo, me gustaría que en mi próximo libro yo te diga que paré. Y después, a futuro, si puedo escribir alguna novela me encantaría. Te digo, porque soy muy lector de este tipo de cosas, pero tengo ganas de volar con la cabeza, tengo ganas de salir de este cuerpo y volar, y escribir cosas que yo no soy, y debajo de un árbol.