La relación madre e hija es el disparador que salta a primera vista en el ADN de “Elena sabe”, de Anahí Berneri. Ese pulso de la maternidad, que también se vio claramente reflejado en su anterior película, la premiada “Alanis”, aquí se ve reforzado por otra cuestión, que tiene que ver con la resiliencia. Y eso se respira desde el personaje de Mercedes Morán, quien aquí compone a la Elena del título. Ella es una mujer golpeada por el Parkinson y seriamente condicionada en sus cuestiones motrices. Sin embargo, en otra característica que suelen tener quienes sufren esta patología, se muestra lúcida en su psiquis. Elena y su hija Rita (Erica Rivas) viven un día a día intenso. Mamá Elena tiene serias dificultades para moverse, para caminar, incluso para comer, y su hija hace lo imposible para acompañarla, no sin las lógicas peleas cotidianas, pero es la persona ideal para discutirle una receta a los médicos, o para convencer a su mamá que se tiña el pelo para que se vea más linda, o para dejarle la heladera llena y que tenga su vianda diaria sin moverse de su casa. Pero un día sobreviene la tragedia. Rita se cuelga de una soga en el campanario de la iglesia. Suicidio y sorpresa. Hay conmoción en la escuela donde daba clases, en el barrio, en el Padre Juan, el sacerdote que todos quieren, o casi todos. Porque Elena no puede creer que su hija se haya suicidado. Primero porque no le encuentra motivos a esa decisión, después porque sostiene que es imposible que lo haga un día de lluvia dado que “le da terror la tormenta” y empieza a ver asesinos en todas partes, desde la ex compañera Isabel (Scápola) hasta el mismo sacerdote del barrio. Pero lo que atrapa en esta historia basada en el libro homónimo de Claudia Piñeiro es el temple de lucha de esa mujer, que va por las calles encorvada, con su mirada gacha por el Parkinson, que ve cómo su casa está cada vez más sucia porque a duras penas el ex de su hija tiene algún tiempo para sacarle la basura, pero que no declina en la búsqueda de la verdad. Berneri, que sabe visibilizar mujeres luchadoras en sus filmes, saca lo mejor de Morán y su criatura. Y lo hace a partir de un ida y vuelta permanente en el tiempo, donde en cuestión de segundos la trama viaja 25 años atrás y regresa al presente. Ese recurso no pretende solamente aportar datos sobre el suicidio de Rita, sino mostrar esos pequeños grandes momentos de felicidad compartida entre madre e hija, aún en situaciones difíciles con la enfermedad avanzada. A pesar de la muerte en el amanecer del film, esto es un canto a la vida. Sí, una frase remanida, pero es lo que define a una madre como Elena.