Muy cerca está el 23 de Heddon Street con una “placa azul” (los letreros que indican los sitios históricos de Inglaterra). Allí se realizó la foto de la tapa de “Ziggy Stardust”, el disco de David Bowie de 1972 que lo lanzó al estrellato en Gran Bretaña. No lejos, por las mismas callecitas del Soho londinense que se parece mucho a un laberinto, se encuentra Berwick Street, locación de la portada de “What’s The Story Morning Glory”, el segundo disco de Oasis. Y a pocas cuadras, en un callejón súper angosto, están los estudios Trident, un verdadero templo en donde grabaron Bowie, Lou Reed, Rod Stewart, Elton John, los Stones y los mismos Beatles (“Hey Jude”, por ejemplo, se grabó ahí).
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Berwick Street, locación de la tapa del disco de Oasis "What's The Story Morning Glory".
En el coqueto barrio de Chelsea, en Cheyne Walk, frente al Támesis, los fans de los Rolling Stones se sacan fotos delante de las casas donde vivían Mick Jagger y Keith Richards a fines de los años 60. Y en el extremo oeste de la ciudad se encuentra el barrio de Richmond, otro territorio stone. Allí está el bar One Kew Road (que a principios de los 60 se llamaba The Crawdaddy Club), donde los Stones tocaban antes de ser conocidos a nivel nacional.
La tierra natal de Mick Jagger y Keith Richards, sin embargo, no está en Londres sino en Dartford, 30 kilómetros al sudeste de la gran ciudad. Juan Cruz Revello, periodista y autor del libro “La lengua universal. Fans de los Rolling Stones alrededor del mundo”, conoce muy bien esa localidad. “Cuando fui a Dartford y vi el cartel conmemorativo del encuentro entre Keith y Mick en el andén número dos de la estación de tren fue muy especial”, dijo a La Capital, en relación a aquella vez (en 1961) en que se cruzaron y charlaron los futuros líderes del grupo. “Fue una sensación en el cuerpo medio rara, como un gol en el último minuto que te da un triunfo. Y es una «placa azul» en una columna, o sea, técnicamente es la nada misma. Pero si tenés la película en la cabeza te pasan los fotogramas en milésimas de segundos, y ves la obra completa”, explicó. En Dartford los seguidores de los Stones visitan las casas donde pasaron su infancia el cantante y el guitarrista, además del hospital donde nacieron los dos y la escuela donde estudiaba Jagger. Pero en la pequeña ciudad aún no hay tours organizados para explotar esa veta turística.
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El centro de artes escénicas The Mick Jagger Centre funciona en la escuela secundaria donde estudió el cantante, en la localidad de Dartford.
Totalmente distinto es el caso de Liverpool, una ciudad que gira por completo alrededor del turismo beatle. Ahí los fans de la banda mueven millones. Hay excursiones organizadas para todos los gustos y bolsillos, y además, si uno se queda varios días, puede tomarse colectivos de línea y moverse por su cuenta. Los tours paran en las casas natales de John, Paul, George y Ringo; en The Cavern, el sótano donde los Beatles tocaban antes de hacerse famosos (no es el original, está reconstruido) y los lugares que se hicieron archiconocidos a través de sus canciones: Penny Lane (la calle que inspiró a Paul McCartney) y Strawberry Field, el jardín de un hogar infantil del Ejército de Salvación donde Lennon jugaba cuando era chico. El silencio (entre emoción y respeto) que hacen los fans en el portón rojo de Strawberry Field o en el cementerio donde está la tumba de Eleanor Rigby es absolutamente demoledor. Es difícil de explicar.
El músico y fan beatle Tiago Galíndez visitó dos veces Londres y Liverpool. “Encontrarse con esos lugares sobre los que había leído tanto, o había visto en tantos videos, es una realización personal muy poderosa. Verse ahí en los lugares donde ocurrieron los hechos es muy loco, uno ahí se siente parte de la historia”, aseguró. En 2009, Tiago tocó con su grupo The Kavanaghs en el mítico Cavern, “un sótano tres pisos abajo, húmedo, con olor a humedad”, describió. “Cuando abrí el estuche del bajo, el bajo estaba empañado de la humedad. Ahí recordé ese único video que se conoce de los Beatles tocando en el Cavern. Fue muy movilizante”, afirmó.
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Puerta de entrada al Cavern, en Liverpool.
Al turista convencional a veces le cuesta entender que el fan gaste tanto o más dinero que él para llegar a lugares que no son los más “instagrameables”. En estos lugares uno busca (tal vez inútilmente) alguna respuesta sobre la genialidad de los músicos admirados, o sobre cómo surgieron sus canciones, o por qué ese fenómeno se dio en ese lugar y en ninguna otra parte. Uno observa callado las casas suburbanas, o las mansiones, o las pequeñas calles a veces desiertas tratando de capturar la propia infancia o la adolescencia, la época en que las bandas nos cambiaron la vida y nos posibilitaron una mirada distinta del mundo.
“Creo que cuando uno encara este tipo de viajes, que son tan costosos, lo hace porque la conexión con esos lugares es muy fuerte. Y tienen que ver con momentos importantes de nuestra vida”, dijo Tiago Galíndez. “Uno viaja porque fuiste también a buscar una parte tuya, una parte tuya que está allá y sentís que la tenés que ir a buscar sí o sí. Lamentablemente no todo el mundo puede hacerlo. Ojalá fuera más accesible. Todos los fans de los Beatles tendrían que tener la posibilidad de pisar Abbey Road y conocer Liverpool”, señaló.
Más allá de lo emocional, que es lo que impulsa, hay otro motivo detrás de estos viajes: descubrir, aún cuando haya pasado más de medio siglo, cómo era el contexto socioeconómico en el cual semejante estrellas se criaron. Una cosa es leer que George Harrison creció en una pequeña casa en el 12 de Arnold Grove, y otro asunto es ver de cerca esa casa, muy limitada para una familia con cuatro hijos, y en una zona no muy vistosa (por decirlo de forma elegante) de la ciudad. “Lennon no era el «working class hero»”, aportó al respecto Galíndez, que también percibió estas diferencias en su viaje. "El vivía en la parte más acomodada de Liverpool. Los más «working class» eran Ringo y George”, puntualizó.
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Tiago Galíndez en Strawberry Field.
De la misma manera, al conocer la tierra natal de los Stones, Juan Cruz Revello se fijó especialmente en cuestiones relacionadas al contexto. “En Dartford me detuve en ciertos detalles”, recordó. “Por ejemplo, en el patio de la casa de la niñez de Keith Richards, miraba el cielo, porque él en su autobiografía cuenta que sentía las bombas de la Segunda Guerra Mundial desde allí, y me abstraía en eso. También supe que Dartford está sostenida económicamente por fábricas de armas, y que estos muchachos presentaran la rebeldía que tuvieron, posiblemente esté vinculado a contraponer lo conservador de lo que los rodeaba”, explicó.
A 335 kilómetros de Londres y a 50 de Liverpool se encuentra Manchester, “la capital del rock y el fútbol”, como rezaba un cartel en la estación de tren de la ciudad en los años 90. Cuando uno piensa en Manchester piensa sobre todo en The Hacienda, el legendario boliche y sala para shows que fue fundada por Tony Wilson, el dueño de Factory Records (el sello de Joy Division y New Order). En The Hacienda nació la escena rave y por ahí pasaron los Happy Mondays, los Stone Roses, Oasis y los Chemical Brothers. La flor y la nata de la ciudad. El boliche ya no existe, cerró en 1997, pero la gente igual va y se saca fotos en la misma dirección, donde ahora hay un lujoso complejo de departamentos llamado... The Hacienda.
En Manchester el rock parece estar en todas partes: en los músicos callejeros que tocan canciones de los queridos y olvidados The Seahorses, en los murales que decoran algunos edificios con las caras de Morrissey, Ian Curtis o Liam Gallagher y en las disquerías que exhiben orgullosas sus vinilos de The Fall y los Stone Roses.
Hay muchos lugares rockeros para visitar en la ciudad, pero sin dudas uno de los más curiosos (y emocionantes) es el Salford Lads Club, un modesto club de barrio que logró sobrevivir en el tiempo gracias a las canciones de los Smiths. La fachada del Salford Lads Club aparecía en la contratapa del disco “The Queen Is Dead” (1986), un clásico de Morrissey y compañía. Los fans del grupo empezaron a peregrinar al lugar a partir de fines de los 80, y los socios del club pronto vieron la veta turística. Dos días a la semana el Salford se abre a los fanáticos de los Smiths que llegan desde todas partes del mundo, y ahí pueden sacarse la famosa foto en la puerta de entrada, comprar merchandising, visitar las instalaciones remodeladas (gracias a los aportes de los mismos fans) y tomar un té con galletitas gentileza de los socios más veteranos (jubilados, diríamos en la Argentina) que explican la singular historia del club. Ahí, dentro del Salford, y leyendo los miles de mensajes cariñosos que deja la gente, uno puede observar de cerca cómo la música perdura y marca la vida y la memoria de las personas cruzando todo tipo de fronteras.
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El club que se hizo famoso gracias a una foto de los Smiths.
Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, donde el rock nació a mediados del siglo XX, están las raíces mismas del género. Y la ciudad indicada para conocerlas es Memphis, el hogar de Elvis Presley. El guitarrista Bonzo Morelli, fan de El Rey, visitó Memphis durante tres días para participar de un festival de blues, y conoció Graceland, la célebre mansión de Elvis que funciona como un museo, y los Sun Studios, donde grabaron Presley, Johnny Cash, Jerry Lee Lewis y Carl Perkins. “Memphis es una ciudad muy grande, con una energía alucinante”, recordó. “Ahí está Beale Street, la calle más representativa del blues, que está llena de bares, teatros, galerías de arte y músicos que tocan en la calle. En el festival me crucé y hablé con gente que yo sólo veía en las revistas: Wilson Pickett (nada menos), el batero de Stevie Ray Vaughan, el hijo de Muddy Waters... A ellos les parecía increíble que un argentino conociera su música”, relató.
El guitarrista rosarino se emocionó especialmente cuando conoció la casa de Elvis. “Graceland es enorme. Son varios predios. Cuando termina la visita te llevan a donde están las tumbas de Elvis, el hermano mellizo, la madre y el padre. Ahí la gente hace un silencio tremendo, y a mí se me hizo un nudo en la garganta”, rememoró. Además destacó que nunca se sintió lejos estando en Memphis. “Estaba lejos en distancia de kilómetros, sí, pero musicalmente me sentía muy cerca. La gente allá tiene un espíritu increíble: se divierte, baila, disfruta mucho de la música”, enfatizó. Bonzo contó que le quedó pendiente visitar Stax, el sello discográfico de grandes como Otis Redding, Willie Dixon y Albert King. Quizás dejar “pendientes” sea un truco inconsciente. Uno deja lugares sin recorrer para poder volver.
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Fans de todo el mundo esperan para entrar en Graceland, la famosa mansión de Elvis Presley que funciona como un museo.
Los estudios Hansa: tras las huellas de Bowie en Berlín
Lejos de las grandes “capitales rockeras”, hay un lugar muy singular en Berlín que también es meca, especialmente para los fans de David Bowie (en primer lugar), Depeche Mode y U2. Se trata de los estudios Hansa, uno de los pocos (o tal vez el único) estudio de grabación que abre sus puertas al público. Allí Bowie grabó “Low” y “Heroes” (1977), dos discos que junto a “Lodger” (1979) forman la brillante “trilogía berlinesa” del Duque, que fue una enorme influencia para el post punk, la new wave y el tecnopop.
Siguiendo la huella de Bowie, muchos grupos y solistas grabaron después en Hansa: Depeche Mode, Nick Cave, Marillion, REM y Siouxsie and the Banshees, entre otros. En 1991 U2 registró ahí el exitoso “Achtung Baby”. Y el video de “One” se filmó en la mítica Meistersaal (salón principal) de Hansa. Ahora los estudios son un punto de visita estratégico para rockeros en la capital alemana. Hay que reservar la visita guiada, que es cara pero realmente vale cada euro por el impactante valor histórico del lugar (que era una suerte de ruina solitaria al lado del muro de Berlín por la época en que llegó Bowie), su reconstrucción y modernización y las anécdotas sobre los talentos que grabaron en esas salas.
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Bowie pide silencio desde la entrada de los estudios Hansa.