“Nadie sabe lo que realmente pensé... Hasta ahora”. Con esa frase Britney Spears viene publicitando desde hace semanas sus tan esperadas memorias, que acaban de salir a la venta bajo el título “La mujer que soy”. La autobiografía es una vasta mirada sobre su vida agitada, compleja y muchas veces dolorosa. Ahí está la mujer que trabajó desde niña, que triunfó en la adolescencia, que tuvo amores célebres, noches de fiesta, éxitos mundiales, presión mediática, varios matrimonios fracasados, una larga restricción paterno-judicial y una reciente liberación, la cual le permitió editar este libro.
En “La mujer que soy” la cantante cuenta cómo se convirtió en una máquina de hacer dinero para su padre, y cómo la tutela paterna le dejó secuelas físicas y psicológicas. También, como ya adelantó el New York Times, la estrella pop asegura que sufrió un aborto cuando estaba de novia con Justin Timberlake, y además confiesa que el cantante la dejó mediante un frío mensaje de texto.
Sin dudas, la confesión más fuerte de la autobiografía pasa por el aborto que tuvo Spears mientras tenía una relación sentimental con Timberlake hace más de 20 años. “Si hubiera dependido únicamente de mí, nunca lo habría hecho”, dice sobre el procedimiento. “Y, sin embargo, Justin estaba tan seguro de que no quería ser padre”. El embarazo “fue una sorpresa, pero para mí no era una tragedia”, escribió, diciendo que quería formar una familia con su entonces novio, sólo que fue antes de lo esperado. “Pero Justin definitivamente no estaba contento con el embarazo. Dijo que no estábamos preparados para tener un bebé en nuestras vidas, que éramos demasiado jóvenes”, relató.
La cantante explica que fue Timberlake quien decidió acabar la relación, y que cortó con ella a través de mensajes de texto, dejándola “devastada” e incluso pensando en abandonar el mundo del espectáculo. Tras la ruptura, él sacó una conocida canción, “Cry Me A River”, en cuyo videoclip se veía a una mujer rubia marchándose en un auto. “Una mujer parecida a mí lo engaña y él merodea triste bajo la lluvia”, explica ella, que vio a la prensa retratándola “como a una prostituta que le había roto el corazón al chico de oro de Estados Unidos”. “En realidad”, rememora, “yo estaba en estado de coma en Luisiana, y él correteaba feliz por Hollywood”, afirma.
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Britney y Justin cuando estaban en la cima del mundo.
Cinco años después tuvo lugar el episodio en el que atacó el auto de unos fotógrafos y se rapó la cabeza, momentos que asocia a una inmensa tristeza a causa de varios factores: su depresión posparto, el divorcio de Kevin Federline —padre de sus hijos, que se quedó con la custodia de los niños—, y la muerte de su “adorada tía Sandra”, con quien tenía una estrecha relación. Y todo unido a la persecución constante por parte de la prensa. “Con la cabeza rapada todo el mundo tenía miedo de mí, hasta mi madre. En esas semanas sin mis hijos perdí el juicio, una y otra vez. Ni siquiera sé cómo pude cuidar de mí misma”, reconoce.
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La cantante durante una de sus peores crisis.
En 2008 su padre Jamie se quedó con su tutela vía judicial, controlando cada aspecto de su vida. Ella reconoce que su estado mental no era el mejor, pero que no merecía eso. “Sé que había estado actuando de manera salvaje, pero no había nada que justificara que me trataran como a una ladrona de bancos”, asegura. No la dejaban tomar elecciones personales, ni salir de noche, controlaban su medicación y su teléfono, pero la obligaban a trabajar como una gran artista. “Demasiado enferma para elegir novio pero lo suficientemente sana para aparecer en televisión y para cantar ante miles de personas en distintas partes del mundo cada semana”, escribe, criticando duramente a su padre: “Desde entonces empecé a pensar que vio que había venido a este mundo sin otra razón que ayudarle a conseguir dinero”. La fortuna de la artista se estima en más de 60 millones de dólares. Ella acusa a sus ex managers de quedarse con unos 17 millones y a su padre de llevarse unos seis.
La estrella pop revela que aceptó su controversial tutela durante casi 14 años por una única y emotiva razón: “Lo hice por mis hijos”. Spears tiene dos hijos, Jayden y Sean Preston, con su ex marido Kevin Federline. La artista perdió temporalmente su custodia en 2007 después de divorciarse y enfrentar dificultades con su salud mental. Un año después, un juez de California instauró un fideicomiso controlando su vida y finanzas, encabezado por su padre. La tutela terminó por regular todos los aspectos de su vida, desde su carrera hasta su dieta y sus decisiones de control natal. Incluso se le prohibió consumir café. En su libro, Britney argumenta que su conformidad con dicho arreglo legal le permitió regresar con sus hijos. “Gracias a que seguí las reglas me reencontré con mis hijos”, que es lo que más quería”, escribió.
Sobre el consumo de drogas ilegales, Spears no es muy específica. Sí asegura que tomó Prozac (un conocido antidepresivo), que “nunca” tuvo problemas con el alcohol y que su “droga elegida” era el Adderall, un medicamento prescripto para las personas con hiperactividad. “Lo que más me gustaba es que me daba unas cuantas horas en las que me sentía menos deprimida”, confesó.